Buscando jóvenes desesperadamente: última llamada de un cine centenario del Pirineo
El Casal Camprodoní muestra su preocupación ante el riesgo de desaparición de una sala única en la zona
12 marzo, 2024 09:58Noticias relacionadas
El cine está en peligro. O, mejor dicho, las salas de cine lo están. A pesar de que fenómenos como Barberheimer salvara la taquilla mundial de 2023 y que Dune 2 va camino de rescatar un triste invierno cinematográfico, la realidad es que las salas están vacías.
Han pasado más de 120 años desde que los Lumière inventaran y popularizaran el cinematógrafo. Y casi desde entonces ha salas que se mantienen en pie. Incluso desde antes, como pasa en Camprodón.
El origen del cine
Este municipio de Lleida tiene un local centenario, abierto en 1883 como sala de espectáculos que, rápidamente, cuando el invento se empezó a extender por Europa, quiso acercarlo a Los Pirineos. La idea cuajó.
Era 1907 cuando el cine de Camprodón proyectó su primera película. Muchos han trasmitido las sensaciones de estupor que causaron en sus padres, abuelos e incluso bisabuelos. En cambio, entre todos los descendientes, lo han dejado morir.
Pérdida de espectadores
Los tiempos cambian y los hábitos culturales con ellos. Las plataformas han malacostumbrado al público a ver las películas en su casa. A negarse el privilegio de salir al exterior y vivir una misma experiencia rodeado de gente desconocida y compartir con ella todo tipo de reacciones y sensaciones. Por eso, el cine de Camprodón está en cuidados intensivos.
La falta de espectadores pone en peligro este cine centenario, uno de los pocos que todavía resisten en Cataluña. Los responsables del local, el Casal Camprodoní, han iniciado una campaña para no perder un emblema de la ciudad.
Un negocio centenario a la baja
Sus responsables recuerdan que, si bien el cine original de 1907 se quemó en 1967 y se tuvo que desplazar a otro lugar, se debe mantener ese espíritu de resistencia. Si las llamas de un incendio no pudieron con el poder del cine, que las plataformas ni la desmemoria lo logren.
Por ahora, el casal y su organización sin ánimo de lucro mantienen vivo el cine como buenamente pueden. Las cuotas que pagan sus 600 socios, más los asistentes a las cuatro sesiones que pasan los fines de semana (más las dos extras que se proyectan todos los días festivos) le dan oxígeno. Pero el aire se les acaba.
Un público envejecido
La tesorera del Casal, Neus Feliu, comentaba hace unos días a TV3 que el público de la sala ronda los 65 años en adelante y que la media de edad de sus socios es de unos 50 años. El público joven apenas se interesa por este tesoro local.
La sala intenta mantener un equilibrio y ofrece películas de todo tipo de géneros y autores, no apuntar sólo al cine de autor propio de los cineclubs, sino apostar por la variedad. En 2023 llegaron a proyectar la reciente ganadora del Oscar, Oppenheimer. Ni aun así, la cosa se anima. Por eso, han lanzado un llamamiento desesperado.
Llamamiento a los jóvenes
El cine de Camprodón necesita socios jóvenes. Gente que pueda pagar la cuota y que mantenga este centro cultural activo. Que valoren la oportunidad de no tener que salir del pueblo para ir a ver su película favorita, así como el hecho de que al salir de casa estarán cerca de sus casas y pueden revitalizar el comercio de proximidad de los alrededores de la plaza Doctor Robert, donde se encuentran actualmente.
El precio para hacerse socio es inferior al de cualquier plataforma, 30 euros al año, y gracia a él el cine cuesta la mitad, 3,20€. Pagar la entrada, además, implica mucho más que entrar en un edificio histórico y poder disfrutar de una pantalla grande en una sala con capacidad para unas 400 personas. Cruzar el umbral del Casal supone viajar al pasado, sentir que se participa de una actividad que hace más de 100 años dejaba a todos estupefactos y que, a día de hoy, permite sumergirse en mundos que no se esperan, conocer historias que les van a conmover, emocionar.