Udo Kier

Udo Kier

Examen a los protagonistas

Udo Kier

Especialidad: vampiros y fantasmones

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Nos dejó hace unos días ese gran secundario alemán que no le hacía ascos a nada, llegando a participar en más de doscientas películas, Udo Kier (nacido Udo Kierspe en Lindenthal, Colonia, en 1944). Si no recuerdo mal, solo disfrutó de un papel protagonista, y ya a una edad provecta: fue en Swan song, de Todd Stephens, donde interpretaba a un peluquero mega gay que se acerca al fin de sus días, y ese papel lo bordó, aunque no era fácil oscilar entre lo ridículo y lo entrañable.

Amigo de la adolescencia de Rainer Werner Fassbinder, tardó lo suyo en trabajar con él: fue a finales de los años 70 en La tercera generación. Enseguida le cayeron papeles en películas de terror en las que su rostro anguloso y levemente siniestro encajaba a la perfección. Muchas de ellas eran más malas que la tiña. Algunas se salvaban, como el Frankenstein y el Drácula que rodó Paul Morrissey con producción de Andy Warhol: Flesh for Frankenstein y Blood for Dracula, dos marcianadas a medio camino entre el arte y ensayo y las películas de la productora británica Hammer Films.

Udo Kier se quedó a vivir en Estados Unidos (la muerte lo pilló en Palm Springs, California), donde, aparentemente, se dedicó a decir que sí a todo lo que le proponían (en la línea del holandés Rutger Hauer, que lo mismo rodaba Blade Runner que cualquier birria para videoclubs). Fue así como acabó en aquel desastre protagonizado por Pamela Anderson que fue Barb Wire, inconfesado remake de Casablanca que fue la rechifla del oficio a su estreno. Mejor suerte tuvo con Gus Van Sant y su My own private Idaho (título de una canción de los B-52). Pero tengo la impresión de que el hombre no hacía distinciones entre obras de arte y pestiños. De hecho, se acostumbró a que lo llamaran para interpretar a pervertidos, vampiros y fantasmones varios, a los que siempre supo otorgar una extraña dignidad a poco que el guion lo permitiera.

Udo Kier fue toda su vida un actor de culto con una base de fans formada por frikis de todo pelaje y miembros del colectivo LGBTI, al que, evidentemente, pertenecía. No le dieron muchas oportunidades de demostrar que era un buen actor, pero lo logró en Swan song, que aún debe correr por el catálogo de Filmin. Identificado como friki total, se olvidaron de él para casi todo lo que no fuese hacer el ganso con dignidad. Trabajó sin parar, aceptando todo lo que le caía, pero hubiese estado bien que alguien, ignorando su fuerte acento alemán, lo hubiese rescatado antes de llegar a viejo.