Manuel Marchena

Manuel Marchena

Examen a los protagonistas

Manuel Marchena

Un servidor del Estado

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Hace unos días, el diario El País dio una nueva muestra de su triste deriva sanchista (¡Viva mi dueño!) anunciando en portada un artículo de Carles Puigdemont en el interior, donde también se aprovechaba para poner verde al juez Manuel Marchena (Las Palmas de Gran Canaria, 1959), a quien se identificaba como el cerebro en la penumbra que acababa de condenar al fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, por revelación de secretos. ¿El mundo al revés o, mejor dicho, el mundo de Pedro? Mientras un fiel servidor del estado era criticado, se ofrecían las páginas de opinión del diario a un claro enemigo del estado, un golpista que protagonizó hace ocho años uno de los ataques a la convivencia más graves de la democracia española.

Cuando el juicio del procés, en el que participó Marchena, todo eran halagos y buenas palabras hacia él por parte del gobierno. Eran los tiempos en que Sánchez aseguraba que iba a hacer todo lo posible para que Puchi fuese traído a España para responder de sus fechorías ante la justicia. Luego resultó que Sánchez lo necesitaba para mantenerse en el poder y de ahí esa amnistía que los jueces se resisten a aplicar agarrándose al delito de malversación. En un santiamén, Puchi pasó de enemigo público número uno a socio imprescindible para conservar el sillón. Y ahí se puso de manifiesto el asco gubernamental al poder judicial, que insistía en amargarle la vida al señor presidente con la excusa de que había que hacer justicia y no colaborar en chapuceras componendas para mantener el poder (o cerrarle el paso al fascismo, según el punto de vista).

En el mundo de Pedro Sánchez no hay certezas ni principios morales, todo depende de lo que le convenga a él en cada momento. Es así como un juez previamente alabado se convierte en un enemigo de la armonía social y, prácticamente, de la democracia (que también se basa en lo que le conviene a Pedro en cada momento). Si el hombre considera que algún juez le está haciendo la puñeta, lo envía a la fachosfera, lo acusa de connivencia con la derechona, asegura que está creando alarma social (cuando es Sánchez quien la fomenta con su discutible acción política) y consigue que su diario amigo lo ponga a caer de un burro mientras saca en portada al amiguito catalán del jefe, a ver si se ablanda y le aprueba los presupuestos (va a ser que no).

Dado a las reacciones pueriles y a las rabietas, el presidente del gobierno se mostró muy irritado cuando le condenaron a su querido fiscal general, pero no tardó en encontrar (o inventarse) un culpable. No creo que a Marchena le quiten el sueño, a estas alturas, las pataletas de Pedro Sánchez. Debe estar a punto de jubilarse, con la conciencia tranquila, que es algo que no
puede decir todo el mundo. Los que le vimos en acción durante el juicio del procés lo recordamos como un tipo educado y cortés, pero firme cuando algún acusado se le quería subir a la chepa (recurriendo habitualmente a la ironía y el sarcasmo).

Su trabajo se vio empañado por los indultos y las amnistías de Sánchez, pero ahí queda una sentencia (muy dura para algunos, blanda para otros) de aspecto impecable. Lo de que te pongan verde en el diario del régimen mientras destacan un artículo de Puchi puede ser un insulto, pero no una sorpresa.