No es habitual que el mercado propine un revolcón a la mayor compañía de la Bolsa española y una de las diez con mayor capitalización de la zona euro. Precisamente si Inditex cumple con estos patrones es porque goza habitualmente del favor de unos inversores que, sin embargo, han sido inmisericordes con el imperio fundado hace casi 50 años por Amancio Ortega.
La bolsa ha vuelto a actuar como ese indicador adelantado que presagia la llegada de turbulencias o de curvas especialmente cerradas. De ahí que los resultados récord que sigue cosechando la compañía, y que volverán a batir sus propios máximos al cierre del año, no deben ocultar que los modelos de las grandes compañías del sector comienzan a ofrecer síntomas de agotamiento.
En este punto, Inditex ha mostrado una notable resistencia, con un comportamiento más sostenible que el de unos competidores a los que miraba desde abajo en su salida a bolsa, y que hace tiempo que ha dejado muy atrás. El grupo que preside Marta Ortega ha dado muestras de que estaba capacitado para pasar al siguiente capítulo, como vino a denominar su estrategia la cúpula que tomó el timón tras la larga etapa de Pablo Isla al frente de Inditex.
Con todo, parece haber llegado el momento de dar una nueva vuelta de tuerca en el negocio, en busca de una mayor eficiencia, compatible con la sostenibilidad, que sea capaz de compensar el más que evidente menor ritmo de crecimiento reflejado en los últimos resultados. Inditex cuenta con el aval del mercado y con tiempo para llevar a cabo las modificaciones oportunas. Pero también con el aviso de que conviene acertar con la tecla, porque los inversores acostumbran a ser inmisericordes.