Carlos Torres
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Los altos ejecutivos abominan con frecuencia de operaciones corporativas que se extiendan considerablemente en el tiempo al considerar, con buen criterio, que consumen recursos extras de la compañía, requieren espacio que ha de restarse al normal funcionamiento del día a día y, además, sitúan a la empresa en una suerte de aislamiento que, en no pocas ocasiones, le aparta de oportunidades óptimas.
En el caso de una sociedad cotizada es imposible obviar el impacto en la cotización, más pernicioso y nocivo cuanto mayor sea el tiempo en que la acción esté bajo los efectos de esta peculiar anestesia. Todos estos efectos se concentran en el BBVA en su intento de abordaje hostil a Banco Sabadell, una operación sobre la que cada día que pasa se descubre una singularidad, una complicación y un elemento más a tener en cuenta, con lo que la amenaza de eternizarse en el tiempo cobra cada vez un tono más real.
No deja de resultar paradójico que la entidad que le está ganando terreno en bolsa a pasos agigantados, como consecuencia del pesado lastre que soporta la acción del banco que preside Carlos Torres, sea Caixabank. Hace cerca de cuatro años también se embarcó en una fusión en el siempre complejo sector financiero, con la diferencia de que apenas siete meses después de trascender las negociaciones, la operación estaba culminada, con la integración mercantil de Bankia.
A diferencia de la maniobra de BBVA, aquella estaba muy trabajada previamente y tenía gran parte de los "deberes" ya hechos; de lo contrario, no hubiera sido posible tal inmediatez. A tenor de la abrupta respuesta que ha tenido la estrategia del BBVA y los movimientos de Torres, la sombra de la precipitación se cierne sobre una maniobra con un desenlace incierto pero, sobre todo, muy lejos de ser inmediato.
No cabe achacar al presidente del BBVA cuestiones como los tiempos de los reguladores o las rigideces normativas. Ni tampoco del todo el comportamiento, a veces caprichoso, de los mercados. Pero sí el no haber preparado adecuadamente el terreno para que estos factores incidieran lo menos posible en la cotización o, lo que es lo mismo, en el cerca del millón de accionistas con los que cuenta el banco.