Jordi Turull
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La maniobra de Pedro Sánchez (PSOE) de amagar con dimitir para luego hacer lo contrario ha puesto ante el espejo la forma de proceder del nacionalismo gobernante en Cataluña y, en especial, a Junts.
El presidente del Gobierno parece haber trasladado a Madrid muchos de los malos hábitos del procés en la última década: la apelación a los sentimientos, la crispación, la polarización, la crítica al Poder Judicial y a medios de comunicación, la utilización partidista de instituciones públicas como el CIS, las proclamas y actos con tintes populistas -como los del pasado fin de semana-, el culto al líder, o el incumplimiento de la palabra dada en determinadas cuestiones -caso de la amnistía- guardan bastante similitud con el modus operandi habitual y los peores vicios de los dirigentes y partidos secesionistas en los últimos años.
Por eso sorprende que, desde Junts per Catalunya, su secretario general, Jordi Turull, le recrimine ahora al máximo mandatario del PSOE el uso de las emociones, tras cinco días de reflexión para supuestamente meditar su adiós a La Moncloa.
Resulta curioso que los posconvergentes, que tanto se han servido de los sentimientos para movilizar a sus seguidores, y del culto a la personalidad del fugado Carles Puigdemont, se finjan ahora ofendidos por lo que hace Sánchez. Porque, al fin y al cabo, los parecidos resultan sorprendentes. Y, además, facilitaron su investidura y son sus socios en el Congreso.