Jordi Cañas
Cómo resucitar a un muerto
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No sé si a estas alturas del curso, y habiendo metido tanto la pata, es posible salvar al partido político conocido como Ciudadanos, que ya lleva un tiempo ofreciendo una imagen marchita, tirando a moribunda. Pero si alguien puede lograrlo, devolviéndolo a la socialdemocracia y el centro izquierda de sus inicios, ése es Jordi Cañas (Barcelona, 1969), quien se dispone a volver de Bruselas para convertirse en el nuevo portavoz político de la formación. Aunque todo parece indicar que Cañas ha hecho una buena labor en Europa (como azote de lazis es insuperable), muchos pensábamos que donde se le necesitaba era aquí, para paliar la derechización del partido, los delirios de Albert Rivera en sus ansias por reemplaza al PP (como decía el gran visir Iznogud, ¡Quiero ser califa en el lugar del califa!) y la paulatina traición a los ideales fundacionales de Ciutadans (que se convirtió en otra cosa cuando se expandió por España y acogió en su seno –y en masa- a miembros de la derechona y a gente con la intención general de medrar).
Antes de que se me acuse de nepotismo, confesaré que conozco y aprecio a Jordi Cañas (solíamos almorzar juntos con cierta frecuencia cuando él vivía en Barcelona). Siempre me ha parecido un tipo sólido y con las ideas muy claras, unas ideas que el partido que él contribuyó a crear se ha ido pasando por el arco de triunfo desde hace muchos (¿demasiados?) años. Cañas pasó por el PSC antes de recalar en Ciutadans. Formó con Albert Rivera una pareja al estilo de la de González y Guerra (poli bueno, poli malo, ya saben), pero no tardó mucho en interponerse en los planes políticos del primero, que todos sabemos cómo eran y cómo acabaron. No diré que lo desterraron a Europa, pero creo que sí hubo un intento por parte de Rivera de quitárselo de encima. No en vano Cañas representaba a un sector del partido, el socialdemócrata y más escorado hacia la izquierda, que iba cayendo paulatinamente en desgracia. Nuestro hombre se dejó enviar a Bruselas –donde me confesó que se divertía más que en Barcelona-, mantuvo una actitud aparentemente sumisa mientras su partido se convertía en lo contrario de lo que fue en sus inicios y dio la impresión de que se desentendía de lo que Ciudadanos pudiera hacer o dejar de hacer en España en general y en Cataluña en particular. En cualquier caso, los Ciudadanos de Cañas nunca fueron ni los de Rivera ni los de Arrimadas.
Considero una buena noticia que este hombre vuelva a Barcelona para intentar salvar a un partido especializado en pegarse tiros en el pie con una contumacia preocupante. Lo que no sé es si aún se está a tiempo de devolver al partido a sus orígenes ideológicos, pues mucha gente se ha quemado por el camino, algunos se han pasado al PP, otros han vuelto a votar al PSC como mal menor y los hay que, directamente, no piensan volver a votar a nadie en su vida. Lo que sí me parece innegable es que en Ciudadanos hay que volver a empezar desde el principio, cuando se llamaba Ciutadans y hacía lo que al PSC no le apetecía hacer: plantar cara al lazismo desde una perspectiva de izquierda o centro izquierda.
¿Es posible resucitar a un muerto? En este caso, me gustaría pensar que sí, y creo sinceramente que, si alguien puede lograrlo, es Jordi Cañas, especialmente si en el partido no se lo recibe a puñaladas por parte de quienes ahora lo controlan. Sé que Anna Grau está en su misma longitud de onda (o eso diría yo, si he de hacer caso a lo que me contó hace unos meses durante un desayuno compartido). De Carlos Carrizosa no sé muy bien qué pensar. Habría que empezar por recuperar a todos los cargos y militantes purgados cuando a Rivera le dio por ser califa en el lugar del califa. Y continuar haciendo creíble, y no simple fruto de la necesidad, el regreso a los orígenes. La idea es ponerse las pilas para las elecciones europeas, y luego para las catalanas. Veremos si es posible. Intentar reemprender un trabajo que se tiró a la basura en diez años no es tarea fácil para nadie, pero estoy convencido de que Jordi Cañas hará lo que pueda al respecto. Le deseo suerte y ayuda, pues es evidente que las va a necesitar.