Jordi Turull
El nuevo 'lazi' llorón
El lazismo abunda en personajes llorones, ya sean del modelo metafórico, como Lluís Llach, o del modelo literal, como Oriol Junqueras y Marta Rovira. Aunque los lazis carecen de la más mínima empatía hacia los que no piensan como ellos (verbigracia: más de la mitad de los catalanes, de la que pasan olímpicamente y cuyas desgracias, que ellos provocan, se las traen al pairo), son muy sentimentales para sus cosas. Recordemos al beato Junqueras echándose a llorar en una emisora de radio porque la independencia no llegaba ni a tiros. O a Marta Rovira sollozándole a Puigdemont la noche en que éste tenía que optar por declarar la independencia (de ocho segundos) o convocar elecciones, un llanto de lo más convincente, a tenor de lo que pasó después (luego ella se fue a Suiza y ahí os quedáis, pringados). Hace unos días asistimos al nacimiento de un nuevo llorica soberanista, Jordi Turull, mandamás de lo que queda de Convèrgencia, que dio rienda suelta a su sentimentalidad y a ese corazón que no le cabe en el pecho en el programa de Basté, donde se mostró muy dolido por las constantes trifulcas entre su partido y su, de momento, socio de gobierno, ERC.
Reconozco que, en el fondo, entiendo tanta llorera, pues la situación actual del independentismo es lamentable. Ayer se celebró el quinto aniversario de la charlotada de octubre del 17 y tuvo lugar en un ambiente de disgregación total a la hora de conmemorar la efeméride (es discutible que hubiese nada que celebrar, teniendo en cuenta que la gamberrada acabó con unas cuantas yayas aporreadas por la policía y los principales instigadores del motín en el trullo o huyendo de España en el maletero de un coche, pero con algo se han de entretener nuestros patriotas, ¿no?). El posconvergente Puigneró, el iluminado de los nanosatélites y la NASA catalana, ha sido puesto de patitas en la calle por Pere Aragonès y estamos a la espera de que una votación de las bases de Junts x Puchi decida si siguen en el gobiernillo o lo abandonan (algo me dice que tragarán quina y se quedarán, pues hay cientos de puestos de trabajo en peligro y hace mucho frío en la oposición y aún más en la vida civil, donde la mayoría de lazis con mando en plaza tendrían serios problemas para encontrar un curro bien remunerado).
Bien mirado, yo diría que Laura Borrás tiene más motivos que Turull para echarse a llorar, dado que sus protegidos acaban de salir trasquilados en la última consulta interna del partido en beneficio de los leales al nuevo llorón del lazismo, pero esa mujer es de hierro (salvo la cara, que la tiene de cemento armado) y no está para ir lloriqueando por las esquinas, pues prefiere imponer su presencia en cualquier lugar y ocasión en que no se la haya invitado a participar. Turull, por el contrario, suelta el moco en Can Basté y se queda tan ancho, sin darse cuenta de que lo suyo son lágrimas de impotencia, propias de un niño malcriado que no se sale con la suya por más que lo intente. Se inserta así en la tradición de lazis lloricas que incluye en sus filas al beato Junqueras y a la fugitiva Rovira. No sé si es lo mejor para animar a las masas, pero supongo que no lo puede evitar: ya se sabe que las aspiraciones imposibles conducen a la melancolía.