Tamara Falcó
La pija mística
Hay que agradecerle a Tamara Falcó, la hija meapilas de Isabel Preysler, que haya aportado su culebrón sentimental personal a la prensa, la radio y la televisión en una época en la que todo son malas noticias: crisis económica al acecho, las maldades de Vladimir Putin, el neofascismo en el poder en Italia, el incremento criminal de la electricidad y la cesta de la compra… Ante semejante panorama deprimente, las desventuras de Tamara con su novio Íñigo Onieva nos han venido muy bien a todos para desengrasar y echarnos unas risas, aunque la cosa sea, en el fondo, un drama. Les supongo al corriente de los hechos, pero se los refrescaré:
Tamara se disponía a contraer matrimonio con un pollo llamado Íñigo que trabajaba como relaciones públicas de una discoteca y un restaurante madrileño (que lo acaban de despedir tras su sonada metedura de pata preconyugal; me encantaría poder decirles a qué se dedica Tamara, aparte de sus previsibles obras pías, pero lo desconozco). De repente, salieron a la luz unas fotos del tal Íñigo besándose con una chica que no era Tamara, y el hombre intentó salir bien del asunto asegurando que esas imágenes eran de hacía años, aunque acabó reconociendo que en realidad se habían tomado tres semanas antes. Se descubrió a su partner in crime, una modelo de toma pan y moja, pero ésta enseguida aclaró que la de la foto era otra, que a Íñigo lo había conocido en el festival Burning Man de Arizona y que le había caído bien, pero que la cosa no había ido más allá (que yo sepa, la chica de las fotos sigue sin ser localizada: ya no te puedes fiar ni de la prensa del corazón). Curiosamente, lo que más molestó a Íñigo del descubrimiento de sus calaveradas fue que se dieran a conocer precisamente el día del engagement con Tamara. Ese detalle nos da una idea de la pijería del muchacho, que utiliza el término engagement para algo que en español tiene una palabra precisa: compromiso. Pero teniendo en cuenta que Tamara ha sido oída diciendo O sea cada tres palabras y usando expresiones como Chao, pescao, pues diríase que Dios los cría y ellos se juntan, ¿no?
Puede que estos aparentes cuernos prematrimoniales se hubiesen resuelto con una mujer que no fuese Tamara Falcó, pero ella, que es muy de misa y de ejercicios espirituales, se lo ha tomado a la tremenda y, a la vez, con un estoicismo de carácter cristiano que tiene un punto admirable. Tras hacer unas declaraciones en las que vino a decir que era mejor enterarse de la catadura moral de su prometido antes de casarse con él y formar una familia, se marchó a México para un encuentro místico de los suyos, del que suponemos que volverá reforzada en su fe y dando gracias al Señor por haberse quitado de encima al del engagement, cuyo futuro profesional se presume negro porque en España somos muy nuestros con nuestras celebrities y metemos rápidamente en la lista negra a quien se la juega a alguna de ellas. Semijubilada Isabel Preysler y con el poco juego que dan los hijos que tuvo con Julio Iglesias, la mística Tamara es lo más entretenido que ha fabricado su señora madre gracias a ese componente meapilas que, mezclado con la pijería, la hace única en su género. Ya podemos volver a Putin, Meloni y la cesta de la compra: el recreo ha terminado.