Laura Borràs, presidenta del Parlament / EUROPA PRESS

Laura Borràs, presidenta del Parlament / EUROPA PRESS

Examen a los protagonistas

Laura Borràs

23 enero, 2022 00:00

Para tratarse de una persona sobre la que pende la espada de Damocles de la inhabilitación política, la presidenta del parlamento catalán, Laura Borràs va muy suelta y muy sobrada. Cualquiera en su sano juicio le aconsejaría que adoptara un perfil bajo o que, directamente, se pusiera de canto, aunque es poco probable que pasara desapercibida si atendemos a su considerable volumen, que le ha granjeado el simpático y cariñoso alias de La Geganta del Pí. Un día de éstos la juzgarán por el generoso reparto de dinero del que se beneficiaba su amigo Isaías, prestigioso (y presunto, que no se me olvide, no me vayan a buscar la ruina) camello convergente, cuando ella estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes, por lo que lo suyo sería no meterse en más jardines y, a ser posible, adoptar una permanente expresión contrita.

Por el contrario, nuestra Laura sigue haciéndose notar, como si no esperara a que le dieran cuerda suficiente para ahorcarse y ella misma se la proporcionara para acelerar su propia ejecución. Durante los últimos días ha protagonizado dos situaciones de esas que no ayudan a la gente en su posición: primero, el sainete de los pre jubilados del parlamentillo que cobraban (¡y siguen cobrando!) sin trabajar, que afrontó de manera desfachatada al pretender rebajar el chollo de los afectados de cinco años a tres (no coló y hubo que eliminarlo por completo o, por lo menos, aparentarlo); a continuación, salió en gallarda defensa del diputado de la CUP Pau Juvillà, desprovisto de su escaño por haber colgado del balcón de su despacho unos lazos amarillos en pleno período electoral: la Geganta del Pí piensa defender el escaño del cupaire hasta el último momento, y hasta ha elevado una queja al Tribunal Supremo del país de al lado, del que también es funcionaria, por cierto. Intuyo que sus recientes actividades no habrán pasado inadvertidas a los jueces que deberán pronunciarse sobre sus célebres trapis de cuando controlaba la ILC, pero da la impresión de que ella se siente inmortal, inalcanzable, intocable. Santa inocencia…

Como otros miembros ilustres del lazismo, Borrás cree en una justicia a la carta y en una administración de la que se puede elegir lo que le conviene y lo que no. Ser funcionaria española le parece bien en ocasiones (intuyo que en lo relativo a los beneficios de tal condición), pero a veces le parece fatal. Da la impresión, incluso, de que cree que la justicia se ha olvidado de ella, cuando la realidad es que la pueden desalojar de su bien pagado puesto de trabajo en el momento menos pensado. Si cree en la protección de esa mariposa amarilla que suele llevar prendida a la solapa, que Dios le conserve la vista. Aunque igual confía en que la justicia española aprecie su principal virtud: la generosidad con dinero ajeno de la que se benefició en su momento el inefable Isaías y de la que siguen disfrutando los veintiún enchollados del parlamentillo que continúan cobrando sin dar un palo al agua.

Eso sí, mientras no llega el juicio (y la previsible inhabilitación), Borrás puede seguir auto abasteciéndose de cuerda con la que ahorcarse. Y después del acto de solidaridad lazi, yo creo que ya tarda en apuntarse a ese club de fans de Eulalia Reguant que se ha creado para apoyar la decisión de ésta de no hablarse con los de Vox. Puestos a caer, mejor hacerlo con todo el equipo, ¿no?