Sergi López es ese actor catalán que parece no estar y siempre está. Se le conoce haciendo cosas, porque luego se le ve aparecer en cine, en teatro y, ahora, después de muchos años en televisión. Bueno, en Netflix, donde interpreta a uno de los protagonistas de la serie Mano de hierro.
Mientras la emisión ya está disponible, el intérprete está de rodaje de una película, de gira con su propio espectáculo Non Solum (que regresa al teatro Poliorama de Barcelona en junio) y a punto de estrenar un film argentino que pasó por el Festival de San Sebastián. Aprovechando toda esta actividad Crónica Directo aprovecha un descanso de López para poder hablar con él y saber un poco más de todo ello. Así, mientras va en una furgoneta de rodaje, atiende al diario y descubre que ya prepara una nueva obra de teatro.
- ¿Puede ser que esté desaparecido, pero en mil cosas? ¿En qué anda?
- Estoy rodando una película con Oliver Laxe, intentado escribir alguna de teatro, con el estreno de Mano de hierro… Voy haciendo.
- Empecemos por el final. Ha entrado al mundo de las series con ‘Mano de hierro’ y un personaje… ¿curioso?
- Eso es, curioso. Una vez más tengo la suerte de encontrarme con un personaje que no es solo de un color, que parece que es el bueno, pero luego se pierde, como todos. En su caso en la familia, que es muy fuerte. Con un hermano pequeño muy fuerte también y en un seno que convive con la violencia. La violencia y la ternura, a veces, comparten espacios, pero pequeños, quizás.
- Pero su personaje tiene una violencia más contenida.
- Diría que es un personaje en reposo. Sabes que hay algo contenido dentro y tienes siempre el miedo a que explote.
- ¿Es su primera serie?
- Hice un par o tres de cosas para TV3 y para Arte en Francia, pequeñas intervenciones.
- Pero aquí su papel es de peso. ¿Qué le animó a embarcarse?
- Uno de las cosas importantes fue que estaba Eduard Fernández, con quien no solo comparto generación, sino que tenemos una relación muy buena. Luego está Enric Auquer, Chino Darín, Natalia… Un gran elenco. También el gusto de probar algo un poco diferente. Para mí es un formato un poco nuevo, que no he hecho nunca. La serie es acción pura, con mucho equipo, mucho movimiento. Tenía ganas de enfrentarme a este reto.
- ¿Eso es decisivo para usted a la hora de elegir papel?
- No hay una sola razón. Depende de cada caso. El personaje cuenta, pero tampoco es lo más determinante. Lo más determinante es el proyecto en sí, es cómo te lo explican, qué hay detrás, la historia que se cuenta, y entonces, sobre todo, los compañeros de trabajo, el equipo. Pero sí, diría que me decide más la historia que mi personaje.
- Pues cuéntenos un poco de la historia que lo llevó a Argentina. Está a punto de estrenar una película que rodó allí, ‘El viento que arrasa’, donde la violencia también está presente, pero de manera muy diferente.
- Este es un personaje muy físico, muy animal, gestiona mal las emociones… Es una persona que no habla mucho, con una relación con su hijo cariñosa y de pocas palabras. Si bien tiene esa parte física, la violencia en esta película viene más del exterior, del otro.
- El otro es el reverendo que parece de otro tiempo, con un fanatismo religioso que parece de otra época.
- Yo pienso que es muy pertinente. En este caso, es religioso, pero al final habla de fanatismo, de crear en cosas que pueden ser muy peligrosas. El reverendo tiene el don de la palabra, del discurso y por tanto tiene el don también de manipular, de hacer creer a los otros, de generar esa fe. Hoy en día, en toda Europa y el mundo, crece la extrema derecha. Todos apuntan hacia cosas muy extremas. De eso habla la película, de cómo se planta, se comunica y se contagia la semilla del extremismo, que pasa de un humano a otro.
- Bueno, usted que ha pasado largas temporadas en Francia ha visto crecer el apoyo cada vez mayor de la extrema derecha. Usted que está comprometido, ¿cómo lo está viviendo?
- Hemos de luchar siempre contra las posiciones políticas que se basan en el odio, en el enfrentamiento y en generar odio. En Francia ya hace tiempo que tienen extrema derecha, y que gana elecciones. Aquí parece nuevo, pero también es más antiguo, tenemos el pasado que tenemos. Hemos de luchar contra eso encontrar una solución, una propuesta de vida colectiva más igualitaria, más justa.
- ¿Qué papel desempeña un trabajo como estas películas como 'El viento que arrasa' u otros trabajos?
- La ficción no sólo tiene el poder, sino esa obligación. El cine, los libros, el teatro, la ficción no son otra cosa que cuentos para adultos que nos ayudan a reflexionar sobre nosotros mismos, a ver el mundo de diferentes maneras y, por tanto, sí, a hacerlos avanzar.
- Dos veces en esta entrevista que menciona el teatro, vamos a ello. ¡Sigue de gira con ‘Non solum’!
- Sí, es una obra de teatro que ya tiene 18 años, pero que no es la misma. Ha ido cambiando de forma y, modestamente, yo creo que ha ido mejorando. Quiero creer. Ahora es más contundente, más regular y sigue siendo una bomba cómica, porque al final es una obra donde el público se muere de risa.
- Lo curioso es que en el teatro, donde empezó junto a Toni Albà, ofrece una imagen mucho más cómica que en sus papeles de cine, donde a pesar de haber hecho comedias, suele ser recordados por personajes muy violentos o dramáticos.
- Sí, es curioso. Yo empecé haciendo Els pastorets y haciendo teatro cómico. Entonces me encontré en el cine en Francia, donde me hacían hacer personajes semejantes de una mayor naturalidad. Para mí es una suerte poder compaginar estas dos cosas, porque hay gente que me ve en el cine y viene al teatro y se sorprende, mientras los que me conocen del teatro y ven una de mis películas se sorprenden al verme en papeles serios.
- ¿No es molesto eso de que con el drama le llaman eso de “actor serio”?
- A mí me molestan muy pocas cosas. Soy consciente de que lo que me pasa a mi es un privilegio. Tengo trabajo, puedo elegir y cuando lo hago es sin complejos. Yo cojo cosas que me gustan.
- Y en esta elección de papeles ha conseguido trabajar con directos de la talla de Woody Allen, Isabel Coixet, Guillermo del Toro, Icíar Bollaín, Stephen Frears… Es impresionante. ¿No se lo parece? ¿Cómo se lleva eso de haber trabajado con algunos de los mayores cineastas en activo?
- No lo sé, como puedo. Me he ido encontrando con estas brutales sorpresas de trabajar con directores de mucha categoría y que son mitos. Me he encontrado con ello, igual que me he encontrado con cineastas desconocidos. Para mí es un tesoro el lugar al que me ha lleva la vida.
- El primer lugar al que le llevó es Francia y no era reconocido aquí. ¿Le molestó?
- Nunca lo he vivido así. Yo fui a Francia a hacer un curso de teatro, vi un anuncio de un casting, me apunté y me encontré con un director que me cogió para su primera película. Al año siguiente, me cogió para la segunda, para la tercera, después para la cuarta, y la quinta fue a competición en el Festival de Cannes y, de repente, yo cogí conciencia de que estaba haciendo cine. Al principio, yo no era consciente de que estaba haciendo cine, yo pensaba que había conocido a un director con quien hacíamos cosas, pero tampoco me atrevía a considerarme que era actor de cine. Me convertí en actor de cine de repente, y me descubrieron en Francia, pero me parecía normal que no me conociera nadie aquí. También ahora. He trabajado más veces en Francia, he hecho más películas allí. También porque allí se hace más cine. Insisto, en la posición en la que yo estoy, no me quejo de nada.
- Allí se hace más cine, pero el de aquí empieza a tener cada vez más peso a nivel internacional. Usted apostó siempre por él con gente como Marc Recha, pero ahora el cine catalán vive una especie de resurrección o explosión. ¿Cómo lo vive?
- No conozco el tema en profundidad. Debe ser que coinciden diferentes circunstancias. Por un lado, el talento siempre ha estado. Después, es verdad que hay un cierto déficit en el cine catalán rodado en lengua catalana. Parece que todavía cuesta asumir que puedes ir por el mundo con cualquier lengua. Los suecos y otra gente lo hacen. Lo que importa es la calidad. Sí parece que hay una especie de explosión, de una nueva generación de gente que tiene una cinematografía, un punto de vista más rompedor, y que buscan nuevas maneras de explicar historias. Y parece que esto está funcionando, hay más nombres, pero no sé si hay más recursos. Estaría bien.
- Pero volvemos, al teatro. Comentaba que está escribiendo algo. ¿Podemos saber algo al respecto?
- Estamos dándole toques. Ya con Non Solum estuve cinco años dándole toques. Digamos que estoy pensando en algo nuevo, pero todavía no sabemos qué forma tendrá o hacia dónde irá. Estamos hablando, escribiendo, pensando, pero no, todavía no sabemos nada.
- Esta es una faceta que se conoce menos de uste. ¿Escribe mucho? ¿Descubriremos algún día un libro de relatos o de textos de Sergi López que tienes por ahí escondidos?
- No, no. Todo lo que he hecho es teatro de creación. Yo fui a París a estudiar en una escuela que era más de creación que de interpretación. Allí aprendimos esa idea de escribir tu teatro, de plantearte qué quieres contar, de qué manera. Crear teatro es algo que siempre he hecho. Es un salvavidas que tengo. Si hay momentos en que el trabajo puede ser que baje, sé que siempre te puedes reunir con alguien que te haga crecer y escribir teatro. La energía que circula entre el escenario y la platea es demasiado. Cuando lo has probado y lo has vivido es maravilloso.