Santiago Mitre: "El espectador al que le gusta la sala de cine está desconcertado"
El director argentino presenta 'Pequeña flor', un alegato al poder de la ficción en tiempos pospandémicos
30 junio, 2022 00:00Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980) se ha convertido en un cineasta de referencia en la cinematografía argentina. Desde su debut en El estudiante, su cine político se ha vuelto casi una marca de la casa. Por eso, su nuevo film, Pequeña flor, es todo un oasis. Una pieza libre de jazz que se disfruta más en pantalla grande.
La cinta, protagonizada por Daniel Hendler y Melvil Popaud y con la participación del catalán Sergi López, es una adaptación de la novela homónima de Iosi Havilio, amigo del director. Juntos han trabajado en la adaptación en la que también ha estado el gran aliado de Mitre, Mariano Llinás.
'Pequeña flor'
La película, de claros toques afrancesados, es un canto al poder de la ficción en tiempos pospandémicos. Un soplo de fantasía, crímenes y humor, que explora todas las posibilidades habidas y por haber de cometer asesinato y la imaginación. Un oasis para su protagonista y los espectadores.
Crónica Global pudo hablar con el cineasta argentino en el marco del festival Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y desgranar los referentes de esta joya. Pero que no se preocupen los amantes del cine político porque, en breve, regresa a él. Esta cinta es tan solo una pequeña flor para el goce de todos.
--Pregunta: 'Pequeña Flor' llega por fin a las salas e inauguró el Bafici, ¿qué significó para usted?
--Respuesta: Para mí fue muy importante, movilizador y emocionante. Hay dos pilares en mi formación como cineasta y uno de ellos es el Bafici, sin duda. Yo empecé a estudiar cine en 1999, el primer año del festival y hasta 2010 fui a una edición tras otra a devorar con fruición su programación, ver de tres a cuatro películas por día. Era una época pre-streaming y si querías conocer quién era Nani Moretti, Wong Kar-Wai o Tsia Ming-Liang tenías que venir al Bafici como argentino. Mi formación como espectador se la debo al festival. Luego incluso pude presentar mis películas acá. Y, además, este año se le hizo un homenaje a Manuel Antín, con el que estudié en su escuela de cine. Así que fue como si los astros se alinearan de una manera muy única para producir una noche perfecta que disfruté muchísimo.
--Curiosamente, además, con una película que parece que se aleja un poco de lo que venía haciendo hasta ahora. ¿Cuál fue el germen de esta 'Pequeña flor'?
--Yo creo que me comporté de una manera excesivamente programática en mi trabajo. Es difícil hacer películas. Mi primera fue El estudiante, y era el "director que hacía películas de política". Y bueno, seguí haciendo películas de política. Y me pregunté: "¿Yo estoy haciendo estas películas porque quiero o porque algo me está empujando?". Un poco los dos cosas, sí, porque me interesa y quiero profundizar. Y de repente leí la novela de mi amigo Iosi Havilio y pensé: "Esto es cine". Me junté con él porque teníamos que hablar de otras cosas y de unas adaptaciones, le comenté que leí Pequeña flor, charlamos del fantástico, el jazz, los asesinatos... Y le dije: "Hay que hacer una película ya". Yo estaba con un estreno de otra película mía, me encontré con Didar, la productora, y también le hablé de ello y soltó: "¿Por qué no la hacemos en Francia?". Tenía sentido, además, por esa sensación de extrañamiento del personaje y la tradición francesa de un cine que yuxtapone géneros. Cuando se lo dije a Iosi, además, me contó que él vivió 10 años allí. Así que fue un pequeño milagro cinematográfico que funcionara y todo se armara así. Por lo que no fue que quise romper con el cine político, porque en breve estreno otra que es política, pero hice este cambio sin planteármelo.
--Además, tiene una falsa apariencia de ser más pequeña, y mucho homenaje al cine francés de Chabrol y la nueva ola.
--Tiene algo de nouvellevaguero, sí. También las comedias de Truffaut y esta yuxtaposición de géneros que te decía. Les gustaba combinar los elementos cinematográficos y políticos de forma totalmente anárquica. Esta película, por ejemplo, te da la posibilidad de filmar todos los asesinatos posibles y casi era una clínica de cómo filma el cine esos asesinatos como ha hecho tantas veces. Tampoco tenía que ser terrible, sino algo cómico... eran cosas difíciles de explorar y aprender. Aunque me perdí en la pregunta (bromea).
--Además es curioso porque pese a que respira Francia, la historia es muy argentina en sí misma.
--Claro, la novela es argentina. Además sucede en Clermont-Ferrand, lugar al que vine cuando me llamaron para estrenar El estudiante en Francia y quise hacerlo allí, por lo que tiene un toque autobiográfico.
--Y muy suyo como lo es su colaboración con Mariano Llinás. Que parece que son dos mundos distintos y no.
--Tenemos un vínculo muy cercano con Mariano. Mi primer año en la universidad fue su primer año como profesor, nos hicimos muy amigos el primer año, me llamó para que fuera ayudante de producción en unos documentales que estaba haciendo... Para mí, lo normal es trabajar con él. No sabría cómo no trabajar con Mariano. La única vez que lo intenté se enojó (bromea). Yo trabajo con Mariano y no quiero trabajar de otra manera. Forma parte de mi manera de trabajar y, por supuesto, tengo la suerte de que además de ser mi amigo es uno de los mejores cineastas del mundo. Mariano se ha convertido en un grande filmando poco. Al principio, nadie me preguntaba por él y ahora se ha convertido en una especie de tótem del cine mundial y ahora me preguntan sobre él allí donde voy.
--Lo suyo, en cambio, fue mucho más rápido. En cinco películas, fue reconocido con gran rapidez. ¿Cómo lo vive?
--Me ha ido muy bien, sí, no me puedo quejar. Lisandro Alonso, tras mi primera película, me dijo: "Lo único que le tienes que pedir a una película es que te deje hacer la siguiente", y eso yo lo tomo como una gran máxima y gran consejo.
--Pero parece que cada vez cuesta más hacer películas, al menos, para el cine. ¿Cómo ve su salud?
--Es raro, porque los técnicos de cine están muy contentos. Algunos cineastas también, porque hay mucha demanda, pero las salas de cine languidecen. El espectador al que le gusta la sala de cine se siente desconcertado, yo mismo, que me gusta, me veo viendo las películas en casa. Es un momento raro que no sabemos a qué nos va a llevar. Por un lado, hay más financiación, por el otro, la manera en que se exhibe no es la que me gusta. Yo mismo hice una película producida por una plataforma y tuve que plantarme, para decir que esto tenía que ir al cine al menos dos meses antes de llegar a las plataformas. Lo conseguí, pero...
--¡Es todo un logro!
--Sí. Estaba [Ricardo] Darín. Y con Darín todo es más fácil (ríe).
--En este sentido, 'Pequeña flor' es casi esa pequeña película que se enfrenta a eso. Es un alegato completo a la ficción en tiempos, además, pandémicos.
--Me di cuenta en el primer paso con el público que hay una necesidad de ver cosas para pasarla bien y no solo reírse. Aunque suene un poco cursi, hay algo del juego de las resurrecciones de la película que creo que nosotros estamos atravesando después de vivir esta enfermedad de mierda. Estamos resucitando hacia una nueva manera de vivir o a vivir de una nueva manera, qué sé yo.