Clemente Bernad: “Los buenos discursos fotoperiodísticos tienen que molestar, hacer pensar, desestabilizar y remover”
- Una exposición en 'La Virreina Centre de la Imatge' reúne uno de los testimonios más exhaustivos y críticos del conflicto vasco con fotografías tomadas entre 1987 y 2018 por Clemente Bernad
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Podría decirse que el documentalismo consiste en capturar realidades de la realidad. También que en los acontecimientos registrados participan muchos actores y existen múltiples matices. La realidad es compleja, no se puede ni se debe simplificar. Existen muchas perspectivas desde donde mirar. La exposición Hemendik Hurbil/Cerca de aquí del fotógrafo documentalista Clemente Bernad (Pamplona, 1963) es un extraordinario alegato en defensa del documentalismo en su estado más puro. Y lo hace con uno de sus trabajos más extensos, comprometidos y polémicos que ha realizado a lo largo de su trayectoria, el dilatado conflicto vasco que golpeó violentamente la convivencia de la sociedad vasca y española.
Independencia y una mirada crítica
Clemente Bernad estudió Bellas Artes y durante la carrera empezó a interesarse por la imagen documental como herramienta de trabajo. Así, tras finalizar sus estudios trabajó como ayudante para el fotógrafo Koldo Chamorro (Vitoria, 1949-Pamplona, 2009). Ahí profundizó en su formación y entró en contacto con uno de los principales soportes de la fotografía documental, los medios de comunicación. Sin embargo, estos, lejos de ser el vehículo ideal para su difusión, tienden cada vez más a vaciar de contenido la imagen documental a favor de sus intereses.
“Yo he tenido a lo largo de mi vida profesional, y sigo teniendo, una doble identidad como muchísimos fotógrafos. Una parte estrictamente profesional y, luego, unos intereses personales que son míos. Ahí es donde hago mis trabajos y de alguna forma despliego la libertad que necesito para hacer ciertas cosas”, cuenta a Crónica Global. Y es desde esa independencia absoluta, de no rendir cuentas a ningún medio o institución, donde surge este trabajo.
Matices y estereotipos
Otra de las cosas que le preocupó a la hora de abordarlo fue la representación visual completamente estereotipada que hacía que el conflicto fuese muy opaco. Recuerda que todo se contaba con unos cuantos estereotipos: una bandera, una manifestación, una pancarta, una ikurriña por aquí. “Pero debajo de los estereotipos hay todo un mundo de matices, de grises, eso es lo que me interesaba. Combatir esos estereotipos que simplifican el discurso cuando estamos hablando de un asunto tan complejo, tan violento, tan terrible, con muertos y heridos, familias destrozadas, con una sociedad dolorida, angustiada y polarizada donde se violaban los derechos humanos día tras día. En mi opinión, simplificar las cosas a base de estereotipos creo que es polarizar, crear un clima de violencia”.
El conflicto vasco. Un trabajo de largo recorrido
La primera fotografía la tomó en el 87 y las últimas 31 años después, en 2018. Entre medias, sobre 2007, se produjeron algunas circunstancias, “la propia dinámica del conflicto vasco y ciertos sinsabores” que le hicieron abandonar el proyecto. Se refiere a la furiosa polémica surgida a raíz de Basque chronicles, una exposición de varios artistas vascos en el Guggenheim de Bilbao en la que participó.
Entre sus obras seleccionadas, una fotografía que reproducía las radiografías realizadas por el equipo médico de Miguel Ángel Blanco, el edil del PP secuestrado y asesinado por ETA en 1997, desencadenó un brutal linchamiento por parte de asociaciones, partidos políticos y medios de comunicación. Una imagen que, como bien aclara Carles Guerra, comisario de Hemendik Hurbil/Cerca de aquí, “se produjo durante la comunicación del parte médico” y fue retransmitida por numerosos medios.
El diario Egin, una cápsula del tiempo
Entonces decidió abandonar el proyecto. Provocaba demasiadas controversias y a él, personalmente, un profundo malestar. “Aguanto muy bien las críticas, pero aquello…”. Y ahí quedó aparcado, “en la nevera, como suele decirse”, hasta que un día, en 2015, tuvo la oportunidad de entrar en la nave del diario Egin cerrada por el juez Garzón en el 98. “Fue como entrar en una cápsula del tiempo, increíble”, aunque, puntualiza, algo vandalizada y deteriorada por las inundaciones de un río cercano.
“Imagínate, un archivo analógico lleno de fotos por todas partes, una redacción con ordenadores del año 98 de esos tremendos de aquella época, la rotativa… Aquello me hizo ver que para mí sería como cerrar el círculo. De alguna forma le di el broche, el colofón a mi trabajo”. El archivo del diario Egin aportaba imágenes del conflicto vasco prácticamente desde su fundación en septiembre de 1977, “muchos años antes de que yo empezara a trabajar, obviamente, y cubría una serie de terrenos que a mí me interesaban mucho”. Recuperó todo el material antiguo y lo unió con el nuevo, estableciendo el discurso que quería. Con todo ello construyó el libro que da título a la exposición de Barcelona.
El fotoperiodismo, a examen
Tras aquella experiencia, Bernad no considera a los medios, cada uno con sus intereses y su línea editorial, como un soporte de difusión fiable. “Fíjate ahora lo terrible que estamos viviendo estos días con lo de la DANA. La desinformación absoluta, los bulos por todas, la manipulación brutal, esa simplificación favorece la polarización. Necesitamos discursos con más matices, más profundidad”.
Y pese a ser un reto extremadamente complejo, cree que el fotoperiodismo tiene un futuro completamente luminoso. “Estamos en un momento de simulacros, de bulos, de desinformación, lleno de imágenes generadas por IA, por una serie de cuestiones que hacen que tengamos a nuestro alrededor un mundo casi generado, sin referencia de lo real, de lo que tenemos delante”. Por todo ello, cree que la mirada del documentalista es completamente revolucionaria, “va en contra del mainstream". “Los buenos discursos fotoperiodísticos y documentales tienen que molestar, hacer pensar, desestabilizar, remover”, expone.
Eso sí, no todo vale. Hay que cumplir ciertos requisitos básicos: que se ajuste a los hechos, que haya un punto de vista crítico y que el autor se responsabilice del discurso. También que priorice los derechos y la dignidad de las personas que va a fotografiar. “Los fotógrafos, desde luego, no tenemos derechos adquiridos para ir a un sitio y fotografiar de una forma impune, como puede que esté ahora pasando en Valencia”, y ha pasado tantas y tantas veces. “Eso lo dijo muy bien John Berger: Tú al que te debes precisamente es al protagonista de tus fotos. Es él quien tiene que decirte lo que puedes o no hacer”.