De Google a Tesla pasando por L’Oréal: los casos más sonados de espionaje industrial
Robots de cocina muy parecidos, los secretos del coche autónomo y el plagio de las claves para captar clientes figuran entre los hechos destacados de los últimos tiempos
30 julio, 2021 00:00El espionaje industrial, de empresas que tratan de saberlo todo de su competencia utilizando métodos ilegales y de dudosa ética, se ha convertido en un auténtico negocio que, según un informe de PWC, supone más de 3.000 millones de euros a las compañías que son víctimas de robo de propiedad intelectual o información secreta de productos o fórmulas.
En los últimos años, y con el imparable desarrollo de las nuevas tecnologías, los casos de espionaje o robo de secretos por parte de empleados se han disparado. La ciberseguridad de las empresas no consigue la mayoría de las veces parar a los piratas informáticos que, hackeando un simple teléfono móvil, pueden tener acceso a las entrañas más sensibles de las compañías.
El coche autónomo de Google y Tesla
Incluso los gigantes tecnológicos como Google pueden ser las víctimas. A finales de 2019, un exempleado fue acusado de cometer hasta una treintena de delitos de robos de secretos comerciales sobre el coche autónomo de la compañía, descargando más de 14.000 archivos referentes al vehículo sin conductor. Según el FBI, posteriormente habría vendido toda esa información a Uber, empresa que terminó pagando 245 millones de dólares para cerrar el asunto con la perjudicada.
El mismo año, otro caso relativo a los automóviles golpeó a Tesla, cuando un exdirectivo sustrajo documentos secretos relativos al coche autónomo justo antes de marcharse a una empresa china dedicada a la fabricación del mismo tipo de vehículos.
El robot de cocina de Lidl
Pero el espionaje entre empresas se da en todos los ámbitos, desde la tecnología, la automoción y la alimentación hasta el mundo de la cosmética. Estos son los principales casos de los últimos tiempos.
Este mismo año, en enero de 2021, Lidl se vio obligada a retirar del mercado su robot de cocina Monsieur Cuisine después de ser acusada por Vorwerk, fabricante de Thermomix, de violación de patentes. La justicia dio la razón a la demandante asegurando en su sentencia que Lidl copiaba todas y cada una de las características de su rival.
Los medios “desleales” de L'Oréal
También este mismo año, el grupo Guinot, líder en institutos de belleza en Francia y con centros en muchos países, ganó una batalla judicial al gigante de los cosméticos L’Oréal por espionaje. La víctima demostró prácticas ilícitas de la firma de afeites para obtener conocimientos de sus habilidades sobre la captación de clientes. Tras las investigaciones policiales y judiciales, el Tribunal Comercial de París ha sentenciado que “elementos del saber de la empresa Guinot han sido apropiados por la empresa L’Oréal”. Además, señala que “L’Oréal utilizó medios desleales para apropiarse de información de un competidor directo”.
La sentencia dictamina que L’Oréal pague a Guinot 370.000 euros. Aunque lo peor es la mancha reputacional de la empresa cosmética y, además, abre la puerta a nuevas investigaciones que pongan al descubierto malas prácticas de la mayor firma de cosméticos gala.
General Electric y Siemens
No es la primera vez que el grupo L’Oréal se ve envuelto en una causa judicial de este tipo. En los últimos años se ha enfrentado a procesos por espionaje industrial, deudas fiscales y prácticas de cártel, que le han costado más de 430 millones en multas. La firma francesa ha afrontado castigos millonarios en China, Estados Unidos, Francia y España por infracciones graves. Las últimas sanciones que recibió fueron el pasado año en el gigante asiático. Concretamente tres: en junio, agosto y septiembre por vulnerar la ley de publicidad del país. Las autoridades chinas consideraron que L’Oréal estaba realizando “anuncios engañosos” con respecto a su nueva esencia, especificando la función del producto de “mejorar el brillo de la piel en un 38%”.
Otro de los casos más recientes es el de General Electric que demandó a Siemens por usar secretos comerciales robados para hacerse con contratos por 1.000 millones de dólares. El supuesto robo de información se inició cuando las dos compañías peleaban por suministrar turbinas a la energética Dominion. Un empleado de esta última compañía filtró a Siemens la oferta confidencial que había realizado General Electric y así Siemens pudo conseguir los contratos.
General Motors y Volkswagen; McLaren y Ferrari
Al hablar de espionaje y secretos industriales, no se puede obviar el asunto del español José Ignacio López de Arriortúa, apodado Súper López por su labor como ejecutivo de General Motors, a la que reflotó. Pero su prestigio se vino abajo cuando abandonó GM para recalar en Volkswagen. General Motors acusó al directivo de llevarse a la competencia secretos empresariales. El asunto acabó con un acuerdo en el que la alemana compraba 1.000 millones de dólares en piezas a la estadounidense en siete años, además de pagar 100 millones como indemnización.
En el mundo del motor, en este caso de la alta competición, también es parte de la historia el enfrentamiento entre las escuderías McLaren y Ferrari. Sucedió en 2017, cuando Nigel Stepney, jefe de mecánicos de Il Cavallino Rampante, se vengó por la falta de oportunidades que le ofrecían y terminó filtrando el desarrollo de los bólidos británicos. McLaren terminó reconociendo el espionaje, pagó 40 millones de euros de multa y no pudo competir esa temporada.
Rebuscando en la basura
En el gran consumo fue sonado el enfrentamiento entre Procter&Gamble y Unilever, que protagonizaron un caso de espionaje basado en cubos de basura. Fue en 2001 y se demostró que P&G estuvo enviando durante meses espías a las oficinas de Unilever en Chicago. Su misión era revolver en los contenedores para encontrar secretos del grupo rival. Consiguieron multitud de documentos confidenciales y, finalmente, P&G tuvo que pagar 10 millones de dólares de indemnización a Unilever.