El único caviar catalán abandona Barcelona
- Nacarii baja la persiana de su establecimiento del Turó Park por falta de viabilidad económica
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La única tienda especializada en caviar de Barcelona ha bajado la persiana. Nacarii, que produce este manjar en el río Garona del Vall d'Aran, ha cerrado su tienda anclada junto al Turó Park, en la calle Bori i Fontestà.
El 31 de diciembre fue el último día de vida del espacio, que organizaba catas para consumidores a un precio democrático: una degustación de producto, con dos copas de cava, costaba 28 euros por persona. La compra de una lata básica de 10 gramos salía por 22 euros. Comprar un kilo del más selecto de sus caviares era más caro: se llegan a pagar más de 3.000 euros.
El espacio abrió en 2018 con 160 metros cuadrados, y, además de caviar, vendía lomos de esturión ahumado, foies, conservas, vinos, champagnes y alcoholes destilados. También organizaba afterworks para empresas y, de hecho, algunas celebraban en sus instalaciones sus consejos de administración.
Nada de esto seguirá ocurriendo, aunque los fanáticos del caviar Nacarii podrán comprarlo por internet. O acudir, si quieren observar el producto en una tienda física antes de comprarlo, al mítico Semon, también en Sarrià-Sant Gervasi.
Repliegue en Barcelona, expansión en Brasil y México
Nacarii ha explicado a este medio que el cierre se debe a "razones de viabilidad de negocio", y que tras el adiós de Barcelona llegan aperturas en Brasil y México, donde obtendrán "más rentabilidad".
Sí que mantendrá su tienda en Vielha, a escasos kilómetros de su piscifactoría en Les, donde produce el caviar. Gracias a las gélidas aguas del deshielo pirenaico, la empresa cría a 26.000 esturiones en las aguas del río Garona, y produce unos 800 kilos de este manjar al año.
Producido en el Pirineo catalán
Con una plantilla de apenas 20 personas y un método totalmente artesanal (las únicas máquinas son para empacar el recipiente final), Nacarii empezó en el año 2000 a introducir esturiones siberianos en el Pirineo. Fue un trabajador iraní de una fábrica hidroeléctrica de Neolectra quien tuvo la idea de seguir los antiguos métodos de su país. Y la jugada salió redonda: tras diez años de cuidados, en 2010 Nacarii pudo, al fin, comercializar su caviar. Tres lustros más tarde, lo venden por toda España -restaurantes y hoteles de lujo incluidos-.
El esturión, de donde se extrae el preciado caviar, es un pez prehistórico, con más de 120 millones de años de antigüedad, y su morfología no ha cambiado casi desde entonces: en lugar de espinas, tiene huesos y cráneo. Para conseguir un kilo de caviar, Nacarii cría a una hembra de esturión durante diez años, alimentándola con algas y gambas.
Momento "dulce" del caviar
Una vez llegado el óptimo punto de madurez, hay que extraer una a una las huevas, limpiarlas a mano, retirar impurezas, salarlas y enlatarlas. De los esturiones machos, que no dan caviar, se comercializa la carne; jugosa, sabrosa y rica en Omega 3. Aunque aún no es muy conocido, los restaurantes de Vielha ya se animan a servirlo en sus cartas, con aderezos semejantes al que pudiera llevar el bacalao.
Pese al repliegue en Barcelona, Nacarii vive un momento dulce, pues los grandes rivales en el mercado internacional son dos países en momentos complicados: Irán y Rusia, ambos defenestrados en el mundo occidental, lo que ha impulsado la expansión de la empresa a nuevos continentes, como Asia y América.
Historia
El caviar, consumido inicialmente por romanos y persas, se puso de moda en la Europa de nuestro tiempo tras la Revolución Rusa, cuando los aristócratas, zaristas y mencheviques exiliados en el París de los Années folles lo popularizaron entre la burguesía europea.
El Hotel Ritz lo introdujo en sus lujosos restaurantes y la clase alta quedó seducida al instante por aquel oro negro, marinado con vodka, vino blanco o el mejor champagne. Mucho antes, los romanos ya habían quedado embelesados por “sus propiedades curativas”.
En España, hay constancia de que hubo esturiones en el río Guadalquivir o el Ebro hasta el siglo pasado; y, de hecho, el Quijote detalla una comilona en la que Sancho Panza degusta esta exquisitez con gran fruición en el libro de Miguel de Cervantes.