El refuerzo de Montero aviva la batalla entre el Gobierno y la gran empresa
El ascenso de la ministra de Hacienda al puesto de 'número dos' del Ejecutivo hace temer al ámbito corporativo que la estrategia económica de la Moncloa pasará por dar estabilidad a los incrementos fiscales
30 diciembre, 2023 00:00Noticias relacionadas
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Una declaración de intenciones. Así se ha interpretado en el ámbito de la gran empresa el ascenso de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, nada menos que a la vicepresidencia primera del Gobierno. Un movimiento que entraba en las cábalas tras confirmarse la marcha de la ya exministra de Economía Nadia Calviño a presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y que ya había encendido las alarmas de las corporaciones.
Si un factor ha marcado el ambiente de hostilidad en el que se ha desarrollado la relación de Moncloa con la gran empresa este ha sido el de la fiscalidad, con especial incidencia en los impuestos de nuevo cuño a la banca y las energéticas, que fueron presentados como temporales y que, por el momento, han encontrado acomodo para quedarse.
La encargada del diseño de estas figuras, bajo la existencia de unos hipotéticos beneficios extraordinarios derivados de las subidas de tipos y la volatilidad de los mercados energéticos, recibe ahora su justa recompensa en forma de refuerzo extraordinario como la persona de mayor relevancia del Gobierno al margen del presidente y el principal apoyo de este, como lo fue anteriormente Calviño.
Entre las empresas, el cambio se ha interpretado como un mensaje implícito de parte del Consejo de Ministros: la actual política de subir los impuestos a las grandes corporaciones no sólo continuará, sino que será un eje básico en la estrategia de Moncloa. Y, además, Montero contará con plenos poderes para actuar.
Referente en Economía
Una plasmación en forma de hechos del mensaje que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, adelantó en el debate de investidura, cuando afirmó que bajo su mandato los que más tuvieran seguirían pagando más, en referencia no sólo a las rentas altas, sino también a las empresas.
Además, los cambios anunciados por Sánchez a primera hora de este viernes también sitúan a Montero como figura de referencia en el ámbito económico, dado que el lugar de Calviño en el Ministerio de Asuntos Económicos será ocupado por una persona de perfil eminentemente técnico como el, hasta la fecha, director general del Tesoro, Carlos Cuerpo.
Un perfil bajo desde el punto de vista político que, además, no formará parte del triunvirato de vicepresidencias que Montero compartirá con Yolanda Díaz, titular de Trabajo y líder de Sumar (la formación que forma parte junto al PSOE de la coalición de Gobierno), y la responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera.
Como sucediera en la confección del nuevo Gobierno, la aparición de Montero en lugares privilegiados dio que pensar. Realmente, en el entorno económico se considera que los movimientos en torno a la titular de la cartera de Hacienda han sido las novedades más relevantes, por encima de nuevas caras y nuevos nombres.
Mensaje puertas adentro
"Nunca un ministro exclusivamente de Hacienda, sin el área de Economía, ha tenido tanto poder ni peso en un Gobierno", apuntan desde uno de los principales bancos del país, desde el que también recuerdan que, tradicionalmente, se trata de una cartera que mantiene numerosas fricciones con el resto, toda vez que es la principal responsable del diseño de los Presupuestos Generales del Estado y la atribución de las partidas a cada departamento.
"También supone un mensaje puertas adentro de Moncloa sobre los equilibrios de poder en el actual escenario", observan desde una consultora de asuntos políticos.
La fiscalidad también será una cuestión relevante en la relación que debe mantener la coalición de Gobierno con sus socios, nacionalistas y soberanistas, para lo que Sánchez precisa no sólo alguien de su absoluta confianza, sino, además, con mando en plaza.
En este punto, las empresas temen que determinadas medidas destinadas a atender las reivindicaciones de los socios terminen por elevar aún más la presión fiscal.
Desconfianza
El punto álgido de la tormentosa relación entre la gran empresa y el Gobierno se produjo hace algunas semanas, cuando Repsol amenazó con paralizar sus inversiones industriales en España si proseguía el clima de inseguridad jurídica, después de que desde el Gobierno, aún en funciones, se insinuara que los impuestos al sector energético se prolongarían en el tiempo.
Pese a la matización de Moncloa y al anuncio por parte del propio Sánchez de algunos ajustes, sin concretarlos, lo cierto es que el clima de desconfianza se mantiene y el ascenso de Montero no ha contribuido precisamente a reparar tal circunstancia. A lo más, a avivar el fuego.