El cambio climático remodela muchos más elementos que la propia temperatura. Desde las corrientes atmosféricas, a las infraestructuras, pasando por avistamientos de nuevas especies en playas, o por el rediseño de las calles. Está todo conectado. Y, aunque se están llevando a cabo esfuerzos para no ir de cabeza hacia los 4 grados que se proyectaban a principios de los años 2000, otra cosa muy distinta es lo que vaya pasando por el camino.
El planeta está cumpliendo hitos positivos en la materia. La quema de combustibles fósiles en el sector energético disminuye, en favor de las renovables. Grandes ciudades mejoran la calidad del aire. Las viviendas son más eficientes. Más transporte público. Vehículos eléctricos. Incluso, los aviones emiten menos CO2 gracias a nuevos combustibles. En cuestión de 24 años, el planeta ha pasado de 4 grados a 2,5 de calentamiento promedio en 2100. Una cifra que, muy seguramente, no vaya a detenerse ahí.
La nueva costa catalana
Como buena región mediterránea que se precie, Cataluña va a experimentar algunos cambios más pronunciados que en otras áreas de la Península. ¿El primero de ellos? La subida del nivel del mar. De acuerdo con los últimos datos de la NASA y del Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC), el Mediterráneo sube a una velocidad de 2,8 milímetros anuales, en una tendencia que irá en aumento a medida que suban las temperaturas.
En la comunidad catalana ya se nota este efecto en zonas como el Maresme, siendo la playa de Montgat el mayor exponente de retroceso costero: el aumento del nivel, sumado a las erosiones, la actividad humana y los temporales, se han comido la playa y esta ha perdido el 90% de su arena. Pero, desgraciadamente, toda la costa catalana está en riesgo por estos factores. Desde el retroceso de arena, hasta las viviendas inundables, es imperativa una adaptación.
A escala global, se proyecta una subida media de 48 centímetros en 2100, en el caso de que se detenga el calentamiento en 1,5 grados. En el caso de los 2 grados, este es de 56 centímetros. Aunque depende del ser humano detener este reloj, hay un hecho tangible: desde 1993, el mar ha subido una media de 10,47 centímetros.
“Barcelona Tropical”
La canción de Carlos Sadness y Suu se está convirtiendo en una realidad. La “Barcelona Tropical” está a las puertas. La región mediterránea, con Cataluña de por medio, albergará un promedio de 11 días más cálidos al año, si la temperatura en 2100 se queda en 1,5 grados. En el caso de los 2 grados, estos aumentarán a 16.
Lo mismo pasa de noche. 17 noches tropicales más al año en el caso de no superar el límite del Acuerdo de París a final de siglo. Pero si este umbral llega a los 2 grados, entonces ya suman 24. Estas cifras son superiores a las del resto de la Península, debido al efecto térmico del mar, que tiende a suavizar las temperaturas. En el caso de los 1,5 grados, España albergaría un promedio de 11 noches más. Si se alcanzan los 2, ya son 16. Del mismo modo, las olas de calor serán de cada vez más frecuentes. De hecho, ya en 2024 se refleja una tendencia al alza, tanto en número de días, como en picos de temperatura.
“¿Te acuerdas de cuando en enero hacía frío?”
¿Qué sucede con los veranos? Entre 15 y 20 días más calurosos, en el caso de alcanzar los 1,5 grados. Entre 20 y 30 días más calurosos, si se llega a 2. No obstante, los datos indican que el clima en España ya se encuentra entre estos números. Aunque no se da en todas las zonas de la Península por igual, hay lugares que presentan temperaturas estivales entre 20 y 30 días más de las que albergaban en los años 60.
¿A cambio, qué se obtiene? Además de los desequilibrios en la naturaleza, la biodiversidad o la salud humana, el otoño y la primavera están en un proceso de jubilación forzosa. El cambio climático marca eventos extremos. Los intermedios quedan relegados a un segundo plano. El invierno también sale damnificado.
Cuidado con las falacias
El calor se abre paso. El frío se va por la puerta trasera. Con el aumento de temperatura de forma constante, Cataluña perdería una media de 7 días gélidos al año, en el caso de los 1,5 grados. Si se alcanzan los 2 grados, entonces la cifra sube a 10. La temperatura media en invierno subiría 1,5 grados, en el caso de alcanzar los Acuerdos de París. Pero en el caso de alcanzar los 2 grados, la media en invierno pasaría a ser 2,4 grados más cálidos de lo que es en la actualidad.
¿Se puede extraer alguna “buena” noticia de este escenario? Sería una falacia decir que “es bueno” que las muertes por frío van a descender. Y en realidad, se proyecta un descenso del 0,9% de muertes por frío en el escenario de los 1,5 y del 1,3% en el caso de los 2 grados. Pero en realidad se espera un incremento del 1% de las muertes por calor en los 1,5 y del 2,1% en el caso de los 2 grados. Sencillamente, salen más gallinas de las que entran.
Cataluña tiene sed (y tendrá más)
El agua es imprescindible para la vida, y la tecnología se postula como una de las grandes aliadas para frenar la crisis hídrica. Cataluña ha atravesado la peor sequía de su historia y, aunque las precipitaciones han dado un alivio a la sed de los embalses, ya se proyecta que el agua que se va a consumir en el futuro va a provenir de una red alternativa en la que la regeneración y la desalinización van a ser los principales sustentos.
En el escenario de los 1,5 grados en 2100 se proyecta un descenso del 11% en el caudal de los ríos. En los 2 grados, el descenso es del 13%. Para muestra, los actuales niveles de los embalses catalanes, que para nada se acercan a lo que pudieron ser a principios de los años 2000.
Luchar contra la naturaleza
Se pueden regular las emisiones, las fuentes de energía, cómo se obtiene el agua (hasta cierto punto), las infraestructuras para hacer frente al calor extremo y moldear las ciudades para que sean más amigables con el ser humano. Pero hay otros frentes que, sencillamente, sólo se podrán solucionar en el caso de que las temperaturas vuelvan a los umbrales preindustriales.
Tormentas mucho más intensas, con piedras de granizo cada vez más grandes por la formación de nubes en zonas altas de la atmósfera. Biodiversidad cambiante, con avistamientos de tortugas bobas que anidan en las playas catalanas, avistamientos de mantas raya o más medusas. Y eso son sólo algunos ejemplos, en materia del mar. Del mismo modo que el ser humano cambia hábitos, el resto de especies hace lo mismo para poder adaptarse y poder perpetuarse, ante los cambios de temperaturas que van mucho más allá de sentir más calor en verano.
Más virulencia en los incendios, cambios en las dinámicas atmosféricas que traen a Cataluña el polvo del desierto del Sáhara o el humo de los incendios lejanos, como los sucedidos en Canadá, este mismo agosto de 2024.
Incluso, gases contaminantes como el ozono de otros países y que, de vez en cuando, hacen saltar las alarmas de los niveles de la calidad del aire. Eventos que no suceden dentro de la comunidad, pero que, de igual modo, los habitantes de la región pagan las consecuencias. Una metáfora a pequeña escala de lo que es el cambio climático.
El dinero
Economía y el cambio climático se dan la mano cuando se trata del bolsillo de las personas. Incrementos desorbitados en el aceite de oliva, empresas que han de pagar materias primas más caras a los agricultores, o los propios seguros. Sólo en el primer trimestre de 2023, las compañías aseguradoras tuvieron que cubrir más de 45.500 millones por desastres naturales. Eventos extremos que barren todo a su paso y que después hay que reconstruir.
Y en una escala globalizada, el calentamiento global fue el encargado de engullir el 1,8% del PIB mundial. A más gases, más temperatura. Más eventos extremos. Más adaptación y más inversiones que, en muchos casos, son a fondo perdido. El juego perverso también toca a los bolsillos, independientemente de la región, la clase social o si uno es gran empresario o trabajador por cuenta ajena.
Freno de mano
Todos estos datos han sido extraídos de la plataforma Carbon Brief, la NASA, el IPCC y la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Del mismo modo, estos representan sólo una pequeña parte de la Cataluña que está por llegar. Aunque todavía queda un largo camino por recorrer (y muchos avances que darán sus frutos), los diferentes modelos predictivos apuntan en la dirección adecuada, y con efectos que ya en 2024 son patentes.
La lucha contra el cambio climático es un círculo virtuoso en el que se han llevado a cabo avances. Es, igualmente, una falacia el pensar que “no se está haciendo nada” –recordemos, si no, el drástico descenso de 4 grados a 2,5 Celsius en 2100 en tan sólo 24 años–, sin embargo, hay que apretar más el acelerador para evitar, todavía más, escenarios peores.
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