La directora de la Fundación Privada Empresa y Clima, Elvira Carles, afirma que, “dentro de España, las empresas de Cataluña y el País Vasco son punteras en descarbonización”. Otra de las grandes ideas, dentro del panorama de la descarbonización, hace referencia a los cambios de mentalidad que ya tienen un impacto en el entorno laboral. “Ya sean multinacionales o familiares, las compañías están llevando a cabo un relevo generacional a favor de la sostenibilidad”.
La Fundación Empresa y Clima arrancó su andadura en el año 2008, en un momento en el que se puso en marcha la ratificación del Protocolo de Kyoto, para reducir emisiones de CO2 y mitigar el cambio climático. Sin embargo, “en 2004, todo lo relacionado con el medio ambiente y el clima era desconocido. Cuando se puso en marcha el borrador de la fundación, nadie entendió nada”, explica. La Fundación sin ánimo de lucro se ha ido expandiendo, hasta captar nombres como la Cambra de Comerç de Barcelona, Agbar, Banco Sabadell, Puig, Molins, Roca y Europastry.
El panorama de las empresas catalanas y la reducción de emisiones va mucho más allá del propio CO2: es algo transversal y que afecta más allá de las propias directivas de las compañías.
Los primeros
Aunque Fundación Empresa y Clima se puso en marcha en el año 2008, Carles explica que la descarbonización en las empresas es algo que se ha ido implantando de forma paulatina. “Los primeros sectores obligados a trazar y reducir sus emisiones fueron las de cogeneración eléctrica, las cementeras, las cerámicas y las papeleras”, comenta. Sin embargo, la situación es muy diferente en 2024, donde “todos los sectores, sin excepción, están calculando huella de carbono y reduciendo emisiones por voluntad propia”.
2030 es un año que va a suponer un punto de inflexión: “Esto es como la declaración de la renta. Hoy, a nadie no se le ocurre no hacerla. En el entorno empresarial, cada vez se irán sumando más sectores, hasta que en 2030 todos van a estar metidos en el mismo saco”, comenta.
Huella de carbono
Carles enfatiza en la huella de carbono como el punto de partida. Explica que esta métrica “es la foto con la que las empresas son conscientes de la situación en la que están”. “Sólo se puede descarbonizar si se sabe cuánto se emite, o cuántos residuos se generan”, explica.
Esto se relaciona, también, con la propia trayectoria de la fundadora. “Cuando sabes de agua, residuos y energía, el siguiente escalón es el cálculo de la huella de carbono. Es algo transversal”, argumenta. Además de “la foto”, esta métrica también permite a las empresas “compararse con competencias del mismo sector”. Aunque, eso sí, recalca que la sostenibilidad no es un asunto que las compañías usen como baza para competir “en ver quién es más sostenible”.
La realidad
Una de las preguntas es por qué las empresas, aun sin estar obligadas, reducen emisiones. “Tratar bien la sostenibilidad y el medio ambiente es rentable para los empresarios. El empresariado se ha dado cuenta de ello”. A este escenario también se suma el propio mercado: “Se da por hecho que las empresas han de ser sostenibles, ya que el cliente así lo exige. Cuando no reduces tus emisiones, no reutilizas tus aguas… quien te castiga es el comprador. No es una obligación. Es algo totalmente transversal y absorbido”, afirma.
La sostenibilidad en las empresas, sin embargo, también se topa con un enemigo común y que no está exento de polémica. Desde Europa, incluso, ya se han puesto en marcha para frenar una práctica de “adulteración” de las cifras: el greenwashing. ¿Cómo es posible que se hable de unos registros exhaustivos y a la vez haya compañías que caigan en estas malas prácticas?
'Greenwashing'
El greenwashing es una mala praxis empresarial, que consiste en el adorno de las cifras de la huella de carbono y el impacto ambiental. En esa dimensión, Carles recalca que “todas aquellas empresas que están obligadas, por su sector, a presentar cifras de emisiones, no cometen greenwashing”. Y en el caso de que lo cometan, acaban siendo descubiertas en poco tiempo, además de sancionadas.
Ahora bien, un panorama completamente diferente es el de las empresas y sectores que no están, todavía, obligados a rendir cuentas. Sin embargo, “antes de 2030” todos los sectores estarán obligados y, por lo tanto, las regulaciones y el cumplimiento de las directivas van a ser mucho más exhaustivos.
Petroleras
La industria de los combustibles fósiles es la que más emite a escala planetaria. De acuerdo con los datos auditados más recientes, se vertieron 37,5 gigatoneladas de CO2 en el año 2022. Desde España, 245,61 mil millones de toneladas de dicho gas. Aunque pone énfasis en las enormes cifras, también pone encima de la mesa la cuestión de su existencia: “La gente consume gasolina. Por eso siguen existiendo, y es muy importante virar hacia movilidades eléctricas y más sostenibles”.
No obstante, también establece una diferencia: “Las 'buenas petroleras' son aquellas que están cambiando su modelo de negocio, y están invirtiendo cada vez más en renovables, en vez de combustibles fósiles”.
A escala mundial, los primeros datos son alentadores: la energía solar y eólica ya representaron en 2023 el 40% de la energía añadida a la red de potencia global. Esto supone un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático, ya que el petróleo, que históricamente había estado siempre en la cúspide, quedó en segundo lugar, con el 39% de la inversión global. En esta ecuación, no sólo las petroleras toman partido, sino también todas aquellas empresas que, de un modo u otro, se dedican a la fabricación de electricidad.
Cambio de estrategia
El sector empresarial en Cataluña, tal y como ha afirmado Carles, es “puntero” en España en asuntos de descarbonización. No obstante, el otro ingrediente que falta es el relevo generacional.
En esta segunda dimensión, el foro empresarial Amec puso encima de la mesa la cuestión, y se enfatizó que la generación Z, que empieza a convivir en el entorno laboral, está especialmente preocupada por la sostenibilidad, así como el impacto positivo en la sociedad que una empresa puede aportar.
Futuro
Carles recalca que el cumplimiento de la reducción de las emisiones, además de la normativa, también tiene que ver con la sensibilización. “La educación ambiental en las escuelas es muy importante. Las generaciones que vienen van a tener un conocimiento en la materia muy superior al que pude tener yo en su día”.
La educación acaba de completar un puzle que, si se arma bien, se traduce en una reducción de emisiones. Si bien todavía queda trabajo para ceñirse a los Acuerdos de París, y limitar la temperatura global entre 1,5 y muy por debajo de los 2 grados a finales de 2100, las políticas y las medidas que se están llevando a cabo empiezan a mostrar lo que puede ocurrir.
Fin de emisiones
La investigadora de la universidad de Oxford, editora de Our World in Data y divulgadora climática, Hannah Ritchie, ya en 2022 mostró los primeros resultados de la reducción de las emisiones proyectadas, así como de las políticas implementadas. A partir de los datos de Climate Action Tracker, las medidas que se tomaron en 2016 llevaban al planeta, en 2100, a una temperatura superior de entre 3,3 y 3,8 grados centígrados.
A fecha de 2023, con las políticas que se han ido implantando, el calentamiento proyectado es de 2,7 grados de media en 2100. Mientras que se rebaja a 2,5 si sólo se implantan definitivamente las medidas del 2030, sin hacer nada más a partir de entonces. No es el escenario ideal, todavía, ya que el planeta no está en una zona segura. Pero en tan sólo siete años, gracias a las acciones que se han tomado, se ha rebajado un umbral de calentamiento global de entre 0,6 y 1,1 grados centígrados.
Seguir adelante
Las empresas tienen mucho que decir en todo esto. Sobre todo, las más grandes. Un informe de Carbon Majors, publicado en abril del 2024, reveló que entre los años 2016 y 2022, 57 compañías representaron el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero a escala global. Todavía queda camino por recorrer, y Roma no se construyó en un día.
Desde España, se están poniendo los cimientos. Además de la Fundación Empresa y Clima, las miras de Carles se han puesto en Santander, donde se celebra el Congreso Internacional de Acción Climática (CIACC), cuya finalidad es pisar más el acelerador en materia de descarbonización.