Imagen publicitaria de una aplicación de 'sugar dating'

Imagen publicitaria de una aplicación de 'sugar dating' CRÓNICA GLOBAL

Vida

Ana: "Es más difícil ejercer de 'sugar baby' que dedicarse a la prostitución"

  • La catalana sostiene que, dependiendo de la madurez de las chicas, existe el riesgo de que se creen relaciones "desequilibradas y de desigualdad"
  • La que fue chica de compañía durante un año advierte que este tipo de relaciones pseudorománticas provoca daños físicos y psicológicos entre las jóvenes: "Es goloso, pero es un caramelo envenenado"
21 enero, 2024 00:00

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"Ser sugar baby es más difícil que ejercer la prostitución". Así de tajante se expresa Ana, nombre ficticio, al recordar su experiencia como chica de compañía entre 2021 y 2022. 

Esta joven catalana se inició en el sugar dating (término utilizado para definir relaciones pseudorománticas y transaccionales, principalmente entre hombres maduros con elevado estatus económico y mujeres jóvenes) tras entrar en el mundo de la prostitución. Fue entonces cuando algunos de sus clientes habituales le manifestaron que estaban interesados en mantener con ella una relación en la que hacer planes típicos de una pareja: viajar, salir a comer, pasear, hablar o dormir juntos.

La negociación inicial

"Se trata de una negociación", reconoce la joven, que califica este tipo de relaciones contractuales como "una modalidad más de la prostitución". De hecho, asegura que entre ella y sus clientes se producía una pugna "para ver quién de los dos imponía las condiciones que más le convenían".

Sobre esta negociación inicial, Ana expresa que, dependiendo de la madurez de las sugar babies existe el riesgo de que se creen relaciones "desequilibradas y de desigualdad". "En mi caso no fue así porque tenía casi 30 años y siempre negociaba pensando en mi propio beneficio, pero hay chicas que están en posiciones de vulnerabilidad" con respecto a los sugar daddies, relata. Es más, desde su punto de vista, los hombres prefieren a las chicas más jóvenes "no sólo por su físico, porque buscan un perfil aniñado, sino porque la negociación suele ser más fácil" y, por ende, más ventajosa para ellos, explica la catalana.

Una pareja brinda con una copa de vino

Una pareja brinda con una copa de vino PEXELS

"La mayor parte me doblaban la edad"

El perfil de sus clientes era diverso, pero sostiene que en su caso --cuando prestaba este servicio tenía 29 años-- la mayor parte le doblaban la edad. "Me he encontrado con clientes que sólo querían mi compañía, que no tenían una motivación sexual", señala, aunque aclara que en todos los casos los conoció tras un servicio tradicional de prostitución.

"Hay algunos que preferían una girlfriend experience, así que se comportaban y me trataban como si fuese su novia", mientras que otros "preferían quedar para salir a cenar y después ir al hotel y tener relaciones sexuales". A cambio, expresa, recibía dinero, regalos y viajes

Bolsos, joyas y viajes

Sus clientes llegaron a agasajarla con lencería, ropa, bolsos y relojes, pero también con viajes al Caribe para ella y sus amigas. En otras ocasiones, recuerda, la invitaban a compartir con ellos experiencias exclusivas como un paseo en helicóptero, asistir al Gran Premio de Mónaco o a una escapada a Niza.

Por un servicio básico, sin incluir contacto físico, llegó a cobrar 500 euros la hora, un precio que ascendía a entre 800 y 1.000 euros la hora cuando incluía dormir o mantener relaciones con ellos. 

"Un caramelo envenenado"

Aunque señala que, afortunadamente no ha tenido malas experiencias con sus clientes y subraya que algunos la trataron mejor que algunas de sus parejas, confiesa que no volvería a ser sugar baby. "Es muy goloso, pero es un caramelo envenenado", advierte. Si bien reconoce que durante ese año ganó"el dinero suficiente como para comprarse una casa", sostiene que "la parte negativa pesa más".

Ana asegura que aunque este tipo de relaciones no siempre incluyan un encuentro sexual, la girlfriend experience que reclaman la mayor parte de los clientes implica "cierta intimidad". "Para mí esto fue lo más complicado de gestionar. Durante una relación sexual consentida pero no deseada intentas desconectar, pero cuando tienes que exponer parte de tu personalidad, porque el cliente quiere conocerte, que le hables de ti, saber cómo te expresas, cómo hablas... todo eso impide que puedas separar tu trabajo de tu vida personal. Involucra lo más profundo de tu ser, tienes que exponerte, y para mí eso era más difícil que tener sexo", recuerda. 

El impacto físico y mental

Un año fue suficiente como para descubrir que el beneficio económico no compensaba la parte negativa. El impacto, señala, no sólo fue mental, sino también físico. "Hay una presión estética muy fuerte, porque tienes que estar perfecta las 24 horas del día", subraya Ana, que asegura que eso lleva a las sugar babies a obsesionarse con su cuerpo y a someterse a cirugías estéticas o a dietas extremas.

En el plano psicológico, a la posibilidad de acabar desarrollando un trastorno de la conducta alimentaria se suma el impacto de mantener relaciones sexuales no deseadas. "Puedes llegar a tener problemas de disociación. Tienes que ser muy fuerte para que todo esto no te afecte", sostiene. 

El rechazo social

A nivel social, esta experiencia también le ha pasado factura. Ana optó por no contáserlo a su familia, por el estigma que existe en torno a la prostitución, pero decidió compartirlo con algunos amigos que creyó que la entenderían y la arroparían. "Algunas personas que creía que me apoyarían no lo entendieron y esto ha sido una de las consecuencias más complicadas: el estigma, el impacto a nivel social, el sentirse rechazada. Eso pesa muchísimo".