El independentismo inicia su batalla final tras la sentencia del 1-O
ERC quiere dar una respuesta con los Comuns y salvar a Torrent mientras que Torra y Puigdemont buscan cómo aprovechar el momento para atacar al Estado
14 octubre, 2019 00:00Josep Costa y Roger Torrent apenas se hablan. En las últimas semanas han reforzado su enemistad, que no es personal, sino de carácter político. Costa, un hombre de Carles Puigdemont, ha tenido una misión en los últimos meses: erosionar a Torrent, el presidente del Parlament y reiterar que por culpa de Esquerra Republicana, la mayoría independentista no ha podido elegir por vía telemática a Puigdemont como president de la Generalitat. Esos dos hombres, con responsabilidades distintas, representan a un independentismo que inicia su batalla final tras la sentencia del 1-O que se conocerá este lunes.
Josep Costa y Roger Torrent en imágenes de archivo / EUROPA PRESS
Costa, vipresidente del Parlament, es una roca. No quiere saber nada de mayorías sociales o de ensanchar la base independentista. Quiere golpear al Estado. Entiende que si los dirigentes independentistas juzgados reciben una pena por sedición, se habrá cometido una fechoría, porque se habría utilizado la acusación por rebelión para suspender a los que fueron elegidos como diputados. Todas sus declaraciones y actuaciones tienen un destino: responsabilizar al Estado de todos los males de Cataluña, entendiendo por Cataluña a las fuerzas independentistas.
Pleno en el Parlament
Torrent desea otra cosa. Quiere convocar un pleno del Parlament en las próximas horas, cuando se tenga conocimiento de la sentencia del Tribunal Supremo. Y la máxima que defiende, con toda la dirección de Esquerra Republicana detrás, por supuesto con las indicaciones de Oriol Junqueras, es que se intente contar con los Comuns. Se quiere una foto lo más amplia posible, para dar respuesta a esa sentencia, con un único objetivo: pasar página, y reivindicar, a medio plazo, un referéndum que pueda ser pactado con el Estado. Eso es compatible, se entiende, con movilizaciones en calle y protestas y con “denuncias” a nivel internacional para que se analice cómo todo un Govern y dirigentes de partidos y movimientos sociales pueden permanecer durante años en la cárcel.
El movimiento independentista inicia su partida final. Hasta aquí ha llegado después de siete años, con una Diada de 2012, que dio el pistoletazo de salida a una especie de insurrección que ha tenido dos canales: el institucional, y el social, aunque alentado también y promocionado desde el propio Govern de la Generalitat. Todo ese proceso ha derivado en penas de prisión, con una sentencia, y con la generación de una gran frustración entre buena parte del personal.
Autodeterminación ya
Las tensiones serán grandes. Quim Torra se resiste a renunciar y a cambiar el guion. En los últimos días los contactos han sido frenéticos, con la participación directa de Pere Aragonès, que ha querido saber cómo y en qué términos el presidente Torra elabora un pronunciamiento que hará público en las próximas horas. Esta vez, ese documento deberá tener el acento de Esquerra. Se ha acabado el “monopolio”, argumentan las fuentes conocedoras de esas conversaciones, de Junts per Catalunya.
El equipo más fiel de Torra, que es el mismo de Puigdemont, con Josep Costa a la cabeza, quiere reflejar una especie de derecho a la autodeterminación, una proclama que constate que Cataluña no se someterá a las sentencias que dice un tribunal español. Las declaraciones, pese a todo, no se concretarán en nada si no se producen votaciones y eso es lo que Esquerra tratará de impedir.
Amnistía y referéndum
Torrent es consciente de ello. Ha resistido todo este tiempo, y llega el momento cumbre. Tras ese pronunciamiento de Torra, llegará un pleno en el Parlament. Los republicanos no han renunciado a sus principios, pero no desean entrar, de nuevo, en un toma y daca con el Tribunal Constitucional, que ya ha advertido a la cámara catalana de que actuará en función de lo que se apruebe. Todo pasará, como admite el propio Torrent, por tres vectores: “amnistía, libertad y referéndum”, sin desbordar la legalidad.
Esa pugna será la traca final en la lucha por la victoria en el campo nacionalista entre el mundo exconvergente y el de Esquerra Republicana. Junts per Catalunya ha decidido ir de la mano de Puigdemont hasta el final, y las imágenes que algunos dirigentes del PDeCAT temían se han producido: Josep Lluís Cleries –un hombre de parroquia, convergente hasta la médula, colaborador de Jordi Pujol— junto a Roger Español, Laura Borràs y Ferran Bel. Es decir, dos convergentes clásicos, Cleries y Bel, con Español, un ‘cupaire’ y Borràs, prepolítica y que ejerce de diputada en Madrid tras su fascinación por Puigdemont.
Emotividad o nuevo rumbo racional
¿Qué futuro tiene todo eso? Tiene el que refleje la conexión emotiva con esa parte del independentismo catalán que no acepte la sentencia del Supremo. Esquerra lo sabe y tratará de aguantar el tirón. No hay garantías para nadie, pero los republicanos han cruzado el río. Las declaraciones de Torrent, las indicaciones de Junqueras, las reflexiones del veterano Joan Tardà o de Gabriel Rufián –rechaza por completo movilizaciones que impidan a los catalanes ir al trabajo— muestran que el objetivo es diferente.
Los republicanos, alentados por Junqueras, que será el principal perjudicado por la sentencia, quieren ir a elecciones: clarificar el mapa político, ejercer el poder desde la Generalitat y buscar una negociación con el Estado que logre la convocatoria de un referéndum de autodeterminación. Y ese rumbo ya está decidido, aunque todo pueda complicarse tras la sentencia y con las posibles movilizaciones en la calle.