A propósito de la Diada, estos días se han dramatizado las desavenencias entre los dos partidos que forman el Govern y las razones que explican sus choques más allá de la indisimulable y feroz competencia por dominar el espectro político independentista catalán. O, dicho de otro modo, quién se hace con el espacio de la Convergència Democrática de Catalunya (CDC) de Jordi Pujol.

Las direcciones de los republicanos y de los convergentes, así como sus grupos parlamentarios y sus representantes en el Consell Executiu emplean su tiempo básicamente en armar el relato de las ofensas recíprocas. Incluso esos elementos que no forman parte del entramado institucional del independentismo, los que nutren el llamado estado mayor –hombres en la sombra, sector negocios, profesionales de la conspiración, influencers--, están centrados en esa labor escénica con la que distraen al personal.

En paralelo, no obstante, el Govern ofrece su propia representación teatral de cara a la galería para dar a entender que no solo se dedica al politiqueo sino que también se ocupa de los intereses colectivos. La última obra en cartelera se titula La pluja no la controles, l’axeita sí, una campaña con la que intenta concienciar a los ciudadanos para que gasten menos agua y contribuyan a la lucha contra el cambio climático.

La Agencia Catalana del Agua, que es la realizadora, sabe mejor que nadie que la agricultura consume el 80% de los recursos hídricos del país, y que el regadío llamado de gravedad, el más antiguo e ineficiente, en Cataluña supone casi el 50%, frente a la media del 22% en el conjunto de España; como sabe que las ciudades gastan el 14% del total, y que menos de la mitad de ese porcentaje es el que corresponde al uso doméstico.

En los últimos 20 años, el consumo medio por persona se ha reducido un 22%, pero el tirón del campo se mantiene en los mismos términos pese al avance del riego por goteo y de la aspersión. Hay menos desperdicio de agua, pero ha aumentado la superficie de cultivo. Aunque el caso de Cataluña es peculiar porque el riego eficiente apenas supone el 53%, mientras que la media española está en el 78%.

Sin embargo, al pensar en cómo insinuar que la Generalitat se ocupa del problema del agua sus dramaturgos han ideado una apelación exclusivamente dirigida al ciudadano de a pie para que ahorre: en las imágenes del vídeo que pasan por televisión aparece una mano cerrando el grifo de un fregadero; la cuña radiofónica va en el mismo sentido. En otras presentaciones para internet incluyen fotos de una manguera de jardín --donde se emplean más recursos que en las piscinas-- y una válvula de riego agrícola; pero así, como de pasada, no sea que algún lobi poderoso y nostrat pueda darse por aludido.

La banda sonora del anuncio es Al meu país la pluja, la canción que Raimon compuso después del desastre de la presa de Tous en 1982. Los publicistas solo recogen una estrofa, olvidando la más importante donde el poeta recomendaba ya en aquella época que la naturaleza, el respeto al medio ambiente, fuera materia de enseñanza en las escuelas.

Descorazona comprobar que 40 años después los voceros de la Generalitat maltratan aquel poema premonitorio para orquestar una opereta con la que marear la perdiz y desorientar a los ciudadanos.