Algunos convergentes intentan convencer a quienes no se deciden a votar la candidatura de Junts pel sí con el siguiente mensaje: ahora lo que necesitamos es tener la máxima fuerza, adquirir la máxima potencia electoral para pactar con Madrid una mejoría real desde una posición de fuerza. La cosa no irá a mayores, acaban sentenciando.

El mensaje convergente va dirigido en especial a los que sopesan dar su voto a Unió Democràtica de Catalunya. Se les viene a decir, en esencia, que ese apoyo será dilapidado porque los pupilos de Duran Lleida no conseguirán acceder al Parlament a partir del 27S.

Con independencia de esas presiones para orientar el voto entre sus propios correligionarios sociológicos, lo que sorprende de la estrategia difundida en los últimos días en algunas agrupaciones locales es lo siguiente: ¿puede creerse alguien que CDC, su líder Artur Mas y algunos de sus fieles cortesanos tengan la más mínima intención de buscar un pacto fiscal o un nuevo encaje de Cataluña en el marco español en estos momentos?

Dudo que los chicos del presidente catalán tengan otra intención que la de ganar la partida. A doble o nada, match ball. Además han llegado a este escenario necesitados de apoyos mucho más radicales que ellos mismos han sido jamás. Recordemos que quienes nos gobiernan hoy son los jóvenes del Freedom for Catalonia de los Juegos Olímpicos de 1992, hijos políticos de Jordi Pujol, Lluís Prenafeta, Macià Alavedra, los Sumarroca… Les va la marcha, vamos.

Así que nadie se confunda: esa apelación a la fuerza electoral con la excusa de que todo este circo tiene por objeto un pacto ulterior con el gobierno español resulta increíble a estas alturas del partido. Nos hallamos inmersos en la fase de lanzamientos de penaltis y quizás, a la vista de las encuestas, tengamos que acabar echando una moneda al aire para dirimir quién se lleva la copa. Por tanto, que nos canten alguna otra milonga más fácil de bailar.