Los activistas de la ANC han oficializado esta semana una operación que preparan desde hace meses: dar forma a una candidatura para llegar a la presidencia de Pimec. Cumplirían, de este modo, con el objetivo de que el activismo independentista tome el control de los agentes sociales. Y, por fin, de una patronal.

No es la primera ocasión en que la organización de pymes, tradicionalmente próxima al nacionalismo convergente, está en su radar. Ya en 2014 Joan Canadell, entonces presidente del Cercle Català de Negocis, intentó apartar a Josep González de la silla. El procés estaba entonces en una fase embrionaria y el propio González intentó entonces una entente con este grupo. Pero jamás se dió. Canadell se sentía con fuerzas de organizar una candidatura propia (y, seamos claros, tampoco se fió de que la mano tendida fuera sincera) y se estrelló. No fue capaz de reunir los avales necesarios para presentarse.

Siete años después, la operación se ha preparado con mayor profesionalidad. Hace meses que el propio Canadell lanza dardos contra González y sus allegados --Antoni Cañete el que más, su mano derecha desde hace más de una década y candidato continuista-- sobre la presunta falta de democracia en la organización para escoger a su cúpula. Es decir, un buen discurso para su audiencia, el independentismo más ultra que ni siquiera conoce las responsabilidades reales de una organización empresarial como una patronal pero que quiere estar allí.

Tampoco lo sabían en las cámaras de comercio, pero dieron una lección de movilización en un proceso electoral que está bajo lupa judicial. Porque, según parece, existen indicios de que recibieron un empujón de una institución que sí controlan desde hace años, la Generalitat. Con todo, más allá de convertir la Cámara de Barcelona en otro altavoz del secesionismo más activista y de lanzar encuestas sesgadas con una participación limitada --y con unos resultados a favor de sus tesis porque, de nuevo, solo contestan los más movilizados--, la influencia de la institución está en claro retroceso. Y por una cuestión muy obvia: si te escoras en una posición política e insistes en que trabajarás con el objetivo máximo de conseguir la independencia catalana, pierdes capacidad de interlocución. ¿Qué papel vas a jugar en la Cámara de España si solo vas a negociar la secesión? ¿Y en el patronato de la Fundación Bancaria La Caixa? Ejercer de convidado de piedra y, seguramente, aburrirte mucho. ¿Son realmente los foros lugares donde asegurar que tus ideales políticos se cumplen?

Pero es que, además, se parte de una premisa tan falsa como absurda. La que reza que en las instituciones empresariales catalanas el independentismo (así, a lo bruto) no está representado. Seamos claros, el empresariado catalán es un reflejo de la sociedad catalana con todos sus colores (cada vez más) políticos. Incluso en la junta de Foment del Treball encontramos a votantes de JxCat, y no pasa nada. UGT de Cataluña tiene desde hace cuatro años a un secretario general independentista, y a pesar de las tensiones internas que han existido durante la etapa más dura del procés (la cohesión interna se llegó a poner en duda), Camil Ros ha recibido de nuevo el espaldarazo del sindicato y trabaja codo con codo con un socialista como Matías Carnero, el presidente. El tándem funciona y entre ellos se respaldan. Y es que, al final, les une su defensa  a ultranza de los trabajadores. Más allá de sus posiciones políticas, no olvidan cuál es el papel esencial que desarrollan los sindicatos en la sociedad.

Lo mismo ocurre en Pimec. González cuenta con independentistas entre sus allegados. La principal diferencia entre ellos y los que conforman Eines Pimec es que la bandera identitaria no es la única que enarbolan. Tienen un discurso empresarial y lo ejercen desde hace años.

Esta realidad es tal que el propio Pere Barrios es parte de esta Pimec de toda la vida. El histórico presidente de la organización del Vallés Oriental dio un portazo a la patronal de pymes para trabajar de lleno en el equipo de la ANC que llegó a la Cámara de Comercio de Barcelona. De hecho, su nombre ha estado dos veces en la terna para convertirse en presidente. Primero, en competencia con Canadell; y después, para recoger su testigo a medio mandato. Finalmente lo ha hecho Mònica Roca un poco antes de tiempo. Quizá Canadell se haya dado cuenta de que el mejor foro para defender su objetivo máximo es el Parlament y no una organización de dinamización empresarial como la Cámara cuya función es esa, la dinamización empresarial (que requiere transversalidad y ser capaz de hablar con todos).

Barrios dejó la Cámara de Barcelona hace meses. La ANC no ha improvisado, trabaja desde hace tiempo la operación Pimec ya que es consciente de que la extrema movilización de sus bases no le da de per se el éxito. Necesita convencer a los miembros de Pimec para que les den su apoyo y por eso han iniciado lo que algunos en la patronal tildan de "caza de brujas de la pureza indepe". Los buenos, los que les apoyan, contra los malos, otros que van directos a la lista de botiflers. Es tan larga esta categoría que al final no cabremos más.

Este es el verdadero asalto a Pimec, la única vía que le queda a los activistas para conseguir la representatividad empresarial. Se dieron cuenta a tiempo que el intento de dar forma a una patronal propia no llegaría nunca demasiado lejos y que conseguir el reconocimiento de la Cámara de Barcelona no sería el camino de rosas que habían imaginado. La reforma que diseñó JxCat era pasto de los tribunales y ni siquiera consiguieron aprobarla de forma exprés en el Parlament. Por el camino se llevaron por delante a Àngels Chacón y consiguieron que el espacio neoconvergente estallara. Eso sí que fue un éxito. Entre buenos, el equipo de Laura Borràs; y botiflers, los de la exconsejera de Empresa.

Todo ello por una Marea amarilla que contempla el independentismo casi como un credo y que se pierde en lo más básico. Que el mundo se explica con una gama de grises.