Mar Alarcón, fundadora de SocialCar y vicepresidenta de Foment / PABLO MIRANZO (CG)

Mar Alarcón, fundadora de SocialCar y vicepresidenta de Foment / PABLO MIRANZO (CG)

Pensamiento

Mar Alarcón: "Lo que hay en Barcelona es una cruzada contra el sector privado"

La socia fundadora de SocialCar y vicepresidenta de Foment reclama que tras el 14F se forme "un gobierno sólido y lo antes posible"

14 febrero, 2021 00:00

Mar Alarcón (Barcelona, 1975) transmite vitalidad. No se arruga. Considera que el empresario siempre sale adelante si incorpora la pasión por el trabajo. Impulsó SocialCar, una empresa que facilita el alquiler de coches entre vecinos, entre particulares. Cree en la economía colaborativa y en la fuerza de la sociedad civil. Alarcón es vicepresidenta de Foment del Treball y participa en múltiples entidades empresariales. Acaba de dejar, ahora, la dirección del club de business angels Lanai Capital Partners para centrarse en otras actividades. Vivió en China y conoce cómo trabaja el gigante asiático. Y destaca que allí “la profesión más valorada es la del maestro”, con la idea de que se pueda trasladar a Europa algo de la confianza de los chinos por sus dirigentes. Para ello, claro, esos dirigentes deben “hacerse respetar, con el ejemplo”, algo que no ve ahora en Cataluña. Su combate para lograr una movilidad sostenible le lleva, como señala en esta entrevista con Crónica Global, a asegurar que “En Barcelona hay una cruzada contra el sector privado”.

--Pregunta: Usted impulsó SocialCar, la movilidad compartida entre particulares. ¿Vamos hacia la consolidación de ese modelo, que apuesta por la economía colaborativa?

--La economía colaborativa se ha ido consolidando en los últimos años y ahora ya vamos hacia modelos más evolucionados, hacia una economía de compartir no tanto servicios y activos, como contenidos: de ‘sharing economy a content economy’. Una movilidad sin contar con grandes flotas, que sea cada vez más compartida.

--¿La pandemia acelerará esas características, con nuevos hábitos?

--Yo creo que sí, que ya no volveremos a modelos anteriores. Se han acelerado unos cambios que ya se habían previsto y cuestiones como el ocio o la forma de relacionarnos experimentarán cambios importantes. Quien no lo entienda, creo que se quedará muy atrás.

--Sin embargo, ¿esa economía colaborativa tiene retorno, es viable desde el punto de vista empresarial?

--Desde el año pasado nosotros somos rentables. Hemos hecho el trabajo necesario para que fuera así. Teniendo en cuenta que se trata de un modelo disruptivo, ya hay usuarios que muestran una gran fidelidad. Y la etapa de evangelización ya ha pasado. Los que puedan ser rentables, se quedarán en el mercado. 

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--¿Hacia qué movilidad nos dirigimos, pensando ya en el próximo verano?

--Hacer predicciones es muy complicado, pero tenemos la experiencia del año pasado. Cuando nos dejaron salir, tras la reclusión social, en junio y julio, nuestra plataforma experimentó la misma actividad del anterior año sin invertir nada en marketing. Los ciudadanos buscaban soluciones económicas y de carácter colaborativo. Y soluciones que fueran seguras. Nos guste o no, el coche ofrece esa seguridad, porque nos permite ir con nuestra burbuja. De forma residual teníamos autocaravanas y se agotaron en pocos días. Ahora vamos a trabajar más con ese sector y creo que será una solución muy demandada para este verano. El coche se seguirá utilizando, porque, además, no hay alternativa en el transporte público. En las comarcas del Vallès hay una mala comunicación de transporte público, por ejemplo.

--¿Es una opción más ideológica o se basa más en una racionalidad económica?

--Es una pregunta que nos hicimos, y vimos que la ideología prima al principio. Un porcentaje importante era, al inicio, de carácter ideológico, de personas que tenían en cuenta la economía colaborativa. Pero ahora, y en una situación de crisis, ese componente ideológico pierde fuerza. La tendencia es de primar la racionalidad económica.

--¿Y es una buena solución para los grandes fabricantes?

--Yo lo he visto siempre como una opción también favorable para los fabricantes, que, cuando venden un coche, ya no saben qué pasa después, a no ser que se vaya al taller de la misma marca. De lo que se trata es de poner al cliente en el centro. El activo es el usuario. En todo caso, lo que nosotros ofrecemos es la tecnología y la gestión del servicio, teniendo en cuenta que una empresa de car sharing con una flota propia puede tener un problema de rentabilidad importante. Lo que nosotros hacemos es ayudar a empresas, con servicios cerrados para todos sus clientes, si lo necesitan.

--En cuanto a la movilidad, ¿qué le pasa a Barcelona, al Ayuntamiento de Barcelona que dirige la alcaldesa Ada Colau y a su partido, los Comuns?

--Hay dos problemas claros. La falta de diálogo con el sector, es el primero. Los dirigentes de la ciudad tienen claro que debe ser sostenible, que Barcelona tiene un problema de contaminación importante. Pero esa falta de diálogo les lleva a un desconocimiento de las consecuencias que puede conllevar hacer una cosa u otra. El otro problema es la enorme carga ideológica que manifiestan, porque no parece que el objetivo que les mueve sea solo el de reducir la contaminación. Con esas dos barreras, es difícil que salga algo bueno. Se debe hablar con el sector privado, no puede ser que tomes decisiones, invirtiendo con dinero público en determinadas aplicaciones, por ejemplo, y después comprobar que no funcionan. Cada uno debe hacer lo que sabe, y buscar colaboración. Y el consistorio no lo hace.

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--¿Qué objetivo cree que hay detrás, al margen de buscar una mejora del medio ambiente en la ciudad?

--Se señala que hay una cruzada contra el coche, pero no se trata de eso. En Barcelona lo que hay es una cruzada contra el sector privado. Y el sector privado existe, lo que debes hacer es integrarlo, no eliminarlo. Estuve en un debate económico con representantes del consistorio y lo que señalaron es que se debe buscar la colaboración público-comunitaria. Y me quedé perpleja, porque la colaboración podría ser con el mundo empresarial. Sabemos lo que significaba esa expresión. Se trata de una cruzada contra las empresas y eso sorprende en una región de emprendedores, industrial, que genera puestos de trabajo.

--Usted, en la Junta de Foment, ha visto cómo se ha criticado con fuerza esos planes de movilidad de la alcaldesa Colau. ¿Puede ser contraproducente esa posición o debe el empresariado ser todavía más activo y hacer valer su voz en el debate público?

--Ya hemos alzado la voz. Creo que debemos hacerlo. Diseñamos un plan de movilidad, con soluciones de movilidad compartida, sobre cómo acceder a la ciudad desde otras comarcas. Se hizo teniendo en cuenta todos los ángulos y necesidades, junto con empresas expertas, y sin dejar de lado que se debe contribuir a la recuperación económica. Presentamos ese plan a todos los partidos políticos y los únicos que no acudieron fueron los Comuns. Luego, tras nuestra insistencia, pudimos contactar. Pero no ha servido de nada. En todo caso, para los empresarios da igual. Somos resilientes, y saldremos adelante. Lo único que pedimos es que se nos escuche.

Mar Alarcón, durante la entrevista con Crónica Global / PABLO MIRANZO (CG)

Mar Alarcón, durante la entrevista con Crónica Global / PABLO MIRANZO (CG)

--¿Cuál es el elemento central de las críticas que se formulan?

--Son cuestiones sobre la movilidad que no se contemplan. Es decir, yo misma voy en patinete. Si se regulara el uso compartido del patinete se podría exigir más seguridad y más garantías. Pero las dos empresas que se dedican han sido perseguidas por el Ayuntamiento. Y Xiaomi no ha parado de vender patinetes, porque la gente los compra. El consistorio dice que primero regula la bici y que ya llegará el patinete. Pero su uso no para de incrementar.

--Foment no ha dejado de incidir en el debate público. ¿Es el ejemplo para el empresariado en su conjunto?

--Sí, debemos participar. Venimos de un tiempo en el que el empresariado estaba mal visto. Pero es que la composición de ese empresariado ha cambiado mucho. Somos pymes y autónomos. No somos grandes empresarios o plataformas extractivas, como nos llaman. Somos el tejido empresarial y, entre todos, creamos puestos de trabajo y añadimos valor a la ciudad. Y se pagan impuestos. Una vez entendamos todos quiénes somos, entonces creo que mejorarán las cosas. Pero si al final no nos dejan hacer nada, puede que el próximo negocio lo monte en otro lugar.

 

Mar Alarcón: "Hay una cruzada contra el sector privado" / CG

--¿En qué posición está Barcelona? ¿Puede competir como lo ha hecho hasta ahora?

--En el sector tecnológico, que es el que yo conozco, que se ha desarrollado en la última década, con inversores y la puesta en marcha de numerosas startups, la realidad es que ha seguido funcionando. Es verdad que durante la pandemia se produjo un temor, porque la incertidumbre fue enorme. Pero Barcelona se mantiene como el quinto hub tecnológico europeo y nos debe seguir yendo bien. Lo que veo es que no deberíamos compararnos continuamente con Madrid, por ejemplo, porque eso crea una cierta parálisis. La pandemia ha provocado una situación extraña y es que a algunas empresas les va mal, de forma injusta, y a otras les va bien, y también de forma injusta. La riqueza se reparte de forma impredecible y ese es el riesgo ahora para una parte de ese tejido empresarial tecnológico.

--¿La debilidad de Barcelona y de la economía catalana en su conjunto es que se deje de creer en las propias capacidades?

--El riesgo es que se muera el espíritu emprendedor. Pero no lo veo. Foment ha impulsado un proyecto para vacunar, en contacto con todas las empresas con servicios médicos. Y nosotros, durante la pandemia, junto a Uber y Axa, pusimos al alcance de los sanitarios del Institut Català de la Salud, una flota de vehículos para que se pudieran desplazar. Es decir, el sector privado tiene fuerza, empuje y ganas de seguir adelante. Y en concreto, como hub tecnológico, el nervio y la fuerza son evidentes y lo hemos visto con el interés de los inversores. Apple ha comprado Vilynx y desea crear un centro de inteligencia artificial desde Barcelona. Quizá falte más ambición y no vender cuando esas empresas ya estén desarrolladas. Y puede que falte, en esos casos, un acompañamiento del sector público. Una economía más liberal, que permita un apoyo a las empresas, como ocurre en Estados Unidos.

--¿Se podría asumir que el área metropolitana de Barcelona fuera la gran tractora de toda la economía catalana, y que la ciudad fuera un centro para la tecnología, para el turismo, pero donde no pudieran vivir sus vecinos?

--Me gustaría pensar que se puede seguir viviendo en Barcelona, en el centro. Me gustaría que pudiera ser una opción, porque ese es uno de sus atractivos. Y eso pasa por una colaboración público-pública, es decir, por una colaboración estrecha entre los gobiernos locales.

--¿Un gobierno metropolitano?

--Sí, eso ayudaría mucho, para gestionar mucho mejor la complejidad de lo que tenemos que afrontar.

--Usted ha vivido en China y conoce el gigante asiático. ¿Se debe aprender alguna lección de su capacidad de gestión y de su liderazgo económico?

--Las diferencias son enormes. Pero hay una característica y es el respeto que tienen sus ciudadanos a sus líderes. O el saber que la profesión que se respeta más es la de los profesores. Aquí falta un respeto por los dirigentes, que, claro, se lo deben ganar ellos mismos, para poder liderar proyectos y sacarlos adelante.

--¿Cataluña inició el proceso independentista porque estaba inmersa en una decadencia económica, como se interpreta que pasó en Quebec, o es al revés?

--Lo que creo que ha marcado el inicio de todo este proceso es la decadencia política. Se produjo un cierto descontrol, con un Gobierno que nos decía cada día a los catalanes lo tontos que éramos. Ante eso hubo una respuesta emocional, con una oferta que se eligió a otras. A Cataluña se la ha hecho sentir mal, y si se ofreció una idea con la que se prometía que íbamos a estar mejor, pues se acabó eligiendo. Pero ahora lo que debemos hacer es ponernos a trabajar.

--¿A partir de este lunes, qué debería pasar?

--Que los dirigentes comiencen a construir, que se pongan a trabajar, y que se llegue a acuerdos para formar gobierno sólido lo antes posible, que no se tarde demasiado. De hecho, ese era el peligro que se veía desde Foment cuando se quiso retrasar las elecciones. Pensábamos que se hubiera perdido un año. Y no se puede perder más tiempo.