Comienza a ser irritante el comentario, jocoso, pero sobre todo, frívolo, que estos días se oye en los pasillos del Parlament. “¿Quim Torra? Total, para lo que va a durar...”. Lo dicen los suyos, los que se desmarcan de las astutas estrategias del envolvente núcleo duro de Carles Puigdemont, que ahora incluye al nuevo presidente. Bromear sobre el procesismo es justo y necesario; no tanto obviar, como hace el independentismo catalán, que urge activar un gobierno con muchas asignaturas pendientes, especialmente en materia social.

Pero los neoconvergentes siempre se han mostrado muy hábiles en eso de esconder sus vergüenzas tras cortinas de humo. Abanderaron la independencia para tapar los recortes y la corrupción de CiU. Desde el pasado mes de octubre han tenido el 155 para hablar de parálisis y represión. Pero --¡oh, sorpresa!-- resulta que, tal como informó ayer la Consejería de Salud, las listas de espera se han reducido en el último año, período que coincide con la aplicación de la medida constitucional. ¿En qué quedamos?

Pese a ello, Cataluña sigue siendo una de las comunidades autónomas con más colapso en el número de operaciones pendientes. El Govern había intentado disimular esas listas de espera sacando de las mismas a aquellos pacientes a los que ya se había dado cita para ser operados. No importaba a cuantos meses ascendía la espera o si la persona en cuestión había fallecido durante la misma. El criterio de medición se cambió después.

Aumentan las intervenciones quirúrgicas, sí. Y sería injusto no reconocer que quienes han logrado esa mejora --bajo el 155, insisto-- es el equipo que tenía el inefable Toni Comín, recolocado de nuevo como consejero de Salud en el Govern de Torra, aunque permanece fugado en Bruselas. Dicho de otra manera, que el departamento ha funcionado sin el díscolo republicano. Algo que se debe tener en cuenta a la hora de elegir a su sustituto --o sustituta, para restituir la paridad perdida-- si finalmente, como parece que ocurrirá, el president renuncia a incluir a encarcelados y "exiliados" en su consell executiu.

Más cambios habrá, debe haberlos, en la Consejería de Educación, donde ERC sustituye a Convergència. Sabemos, por el control que ejerce el PSC en la sombra --pues a nivel parlamentario llevamos cinco meses sin que la oposición pueda fiscalizar la gestión gubernamental--, que hay muchas asignaturas pendientes. Barracones, infrafinanciación, segregación, fracaso escolar, saturación en secundaria, trato de favor a la escuela concertada --subvenciones a las escuelas del Opus-- en detrimento de la pública, escuela inclusiva...

La lista es larga, pero poco se va a poder hacer en esta legislatura "provisional y excepcional", como afirman los independentistas.