Los incesantes dardos aderezados con llamamientos a la unidad que en las últimas semanas se han lanzado los líderes independentistas confirman que la división entre JxCat y ERC es profunda. Los primeros --con su caudillo Puigdemont cómodamente apoltronado en Bélgica-- apuestan por seguir tensando la cuerda tras la inminente sentencia del procés, mientras que los segundos --con su pontífice Junqueras camino de cumplir dos años entre rejas-- dicen que es momento de bajar la pelota al suelo y reconducir la estrategia indepe hacia posiciones más posibilistas.

Más allá de evidenciar el extraordinario efecto pedagógico de la cárcel (lástima que el Estado haya tardado tanto en descubrirlo), esta situación también --o sobre todo-- esconde una contienda por la hegemonía del mercado secesionista, es decir, la rudimentaria y prosaica lucha por el poder de toda la vida.

El secesionismo llega roto a la Diada y eso ha contribuido a incrementar la confusión en la que viven instalados sus simpatizantes, aturdidos desde que en otoño de 2017 se dieron cuenta de que la independencia no estaba “a tocar”, que sus cabecillas no pensaban llegar “hasta el final” y que el guía supremo prefería huir agazapado en el maletero de un coche --al más puro estilo Dencàs-- a acudir el lunes al Palau de la Generalitat.

A pocas horas de la Diada, la tradicional manifestación independentista de cada 11S --y lo que te rondaré, morena-- ni siquiera ha conseguido llenar de preinscritos la mitad de los tramos y varios históricos de ERC anunciaron que no acudirán a la marcha --aunque alguno rectificó después para no colaborar en su posible fracaso--.

Ante este panorama de caos y fragmentación del nacionalismo radical, cada vez más voces en el constitucionalismo abogan por facilitar a aquellos una salida que posibilite la aparición de un “independentismo constitucionalista” (sic).

Sin embargo, el PSC --en una decisión inédita-- se ha inclinado por no participar en los actos de la Diada que ha organizado el Govern y el Parlament por considerar que son una muestra de que la festividad ha sido “secuestrada” por el secesionismo.

Parece razonable que, ante la insistencia en mantener posiciones intransigentes por parte de los principales partidos nacionalistas, el PSC considere que, cuanto más lejos de ellos, mejor, y siga sin fiarse.