Aunque parezca lo contrario mientras movemos las sedes de empresas y bancos, retiramos los depósitos y fondos de inversión de entidades determinadas, hacemos acopio de comida, estamos a punto de cargarnos ferias como el Salón Náutico... No, no estamos locos, al menos la gran mayoría. Eso no impide que exista un buen número de catalanes que sí que hayan perdido el juicio. Y a muchos de ellos lo que les sucederá es justamente eso, que un juicio les acabará devolviendo a su sitio.

Sabemos lo que queremos. También la mayor parte, es cierto. Hay quienes se han empeñado en pedir lo imposible. Son independentistas que empujan a sus líderes hasta la prisión o el ridículo. Lo primero sucederá si hoy en el Parlamento de Cataluña tienen la osadía de proclamar la independencia; lo segundo puede acontecer si Carles Puigdemont decide dar marcha atrás con su proceso y dejar a todos los que le han acompañado (su partido, su coalición, la ANC, Òmnium, la familia Pujol...) con un palmo de narices esperando tiempos mejores para el estado propio.

Todo es un auténtico despropósito a escasas horas de conocer el desenlace final del proceso. Desde hace años Oriol Junqueras sostiene en privado que cuanto peor, mejor para sus intereses. Propósitos que no son otros que la independencia y el control del país para hacerlo más puro, menos español y más cumbayá (católico, tradicionalista, conservador y aldeano) bajo las siglas de la supuesta izquierda nacionalista. La DUI, tienen escrito algunos republicanos, generará tal lío en España que no sabrán cómo gestionar y de qué manera hacerle frente. En consecuencia, se verán obligados a aprobar un referéndum de autodeterminación para frenar el lío y, más o menos, asunto resuelto...

¿Alguien de verdad cree que el daño que se infringe a la economía catalana será reversión en algún momento próximo?

No estamos locos, es cierto. Pero la estulticia de algunos catalanes que lideran la autonomía sobrepasa lo que se puede admitir antes de sospechar que hay patologías mentales de por medio. ¿Alguien, además de los iluminados e ilusos de la CUP, cree de verdad que el daño que se está infringiendo a la economía catalana podrá revertirse en algún momento próximo? ¿Alguien cree que la situación de virtual anarquía en la que vive la política catalana tendrá la mínima consecuencia positiva para el conjunto de la población?

No estamos locos, o sí. La situación es tan grave que nadie con dos dedos de frente puede pasar de puntillas y sin pronunciarse. Los cobardes, es cierto, pero esa es una fauna que siempre existirá en todas las sociedades. Se llamen equidistantes o de cualquier otra forma, pasar de perfil es una demostración de escasa valentía.

Como decía Antonio Carmona (Ketama), al que deseo una pronta recuperación y continuidad al frente de su arte, no estamos locos, sabemos lo que queremos. Y antes, hace tiempo, sabíamos vivir la vida. Hoy, la realidad es mucho más triste y descorazonadora para las generaciones de futuros catalanes. Algunos han querido descomponer el país imponiendo sus tesis de insolidaridad y xenofobia. No estamos locos, de acuerdo, pero se parece o lo parecemos.