This is the end. El tema de Jim Morrison, la referencia de The Doors, es más oportuno que nunca. Es el final de lo que hemos visto en todos estos años. El proceso independentista ha conocido sus límites, con consecuencias muy negativas para sus protagonistas, que tendrán una solución con los indultos que acabará concediendo el Gobierno de Pedro Sánchez. Aunque persistirá una cierta retórica --no se puede dejar de contentar a una cierta parroquia--, lo cierto es que ya estamos en ese final y en el inicio de algo que se pretende nuevo, pero que no lo es tanto.
Es un Back to Basics, si persistimos en una terminología anglosajana. Es la vuelta a una manera de hacer catalana, la que sí es identitaria. Una forma de hacer que está en el seno de la mayoría de dirigentes catalanistas y de las élites de este país. Se pueden calificar como maneras convergentes, pero no tanto --aunque también-- porque se puedan identificar con Convergència Democràtica como por su naturaleza. Cataluña ha avanzado a partir de la ambigüedad, del sí pero no, del matiz, de pequeño avance y del pequeño retroceso. Sin que nadie se atreva ya a protagonizar grandes proyectos, sean políticos o empresariales, sin la ambición que sí caracterizó a los pioneros de principios de siglo XIX y a lo largo de aquel siglo, lo que ha quedado en Cataluña es esa mirada convergente para mejorar las cosas sin romper nada.
Un perfecto representante de esa cultura es Pere Aragonès, republicano, sí, proveniente de las juventudes de ERC, que siempre han estado dos pasos por delante de la dirección del partido, pero buen conocedor de cómo se administra un patrimonio, perteneciente a una familia conservadora, con un abuelo que pasó de ser alcalde franquista a alcalde convergente, como tantos otros.
En el otro lado, los genuinos convergentes se han dado cuenta del error, de una precipitación al vacío infantil producto de la negligencia política de un líder que nunca supo cómo manejar la herencia que había recibido, como es el caso de Artur Mas. Lo más curioso de todo es que quien ha hecho ver a la familia convergente de que era necesario un punto de inflexión es Jordi Sànchez, alguien más conectado políticamente con la izquierda nacionalista del PSUC y de ICV. En cualquier caso, Sànchez tejió una complicidad con un personaje como David Madí, que ha tenido todo el proceso soberanista en la cabeza y que ha ido fijando nuevas hojas de ruta a medida que se frustraba el deseo inicial desde el primer momento: obligar a negociar al Gobierno español para obtener un pacto fiscal con el que compensar que Madrid se había escapado del pelotón para correr en solitario hacia la meta volante.
El nuevo Govern de Pere Aragonès respirará ese aire convergente, con un riesgo claro para los republicanos, y es que Junts per Catalunya, con Jordi Sànchez a la cabeza --saldrá en poco tiempo de la cárcel-- será un competidor electoral mucho más serio que hasta ahora. La voluntad de Sànchez y de otros dirigentes que lo vienen diciendo desde hace un par de años, como Damià Calvet, es que Junts sea un partido disciplinado, con cara y ojos, con una ideología de centro-derecha, que defienda postulados convergentes y que se abandone lo más rápido posible la tontería infantil, la que demuestran cada día personajes que se subieron al carro como Joan Canadell, Josep Costa o la propia Laura Borràs.
¿Es lo que necesita Cataluña? Eso es otra cosa. Lo que esta legislatura deberá mostrar es la solidez de la oposición de Salvador Illa con el PSC, la capacidad para tejer alianzas y presentar una enmienda a la totalidad, en el sentido de que lo convergente, los paños calientes para que todo se vaya normalizando, los perfiles técnico-políticos de consejeros como Argimon --tal vez uno de los más convergentes-- o incorporaciones como las de Jaume Giró --cargado de ambigüedad convergente-- o la vicepresidencia para Jordi Puigneró no son la solución.
A no ser que se establezca un nuevo consenso convergente, con los socialistas, y se busque un denominador común que posibilite un salto real en Cataluña: ampliación del aeropuerto de Barcelona, nuevo modelo de financiación autonómica, impulso de la reindustrialización con un plan ambicioso, cooperación con el Gobierno central para aprovechar los fondos europeos, reforma del Estatut para reparar la herida de la sentencia del Tribunal Constitucional… pero también rehacer de arriba a abajo el modelo de los medios públicos de la Generalitat y dejar expresiones y políticas que han desintegrado la unión de facto que se había conseguido como las del catalán como lengua propia del país, como si la otra propia de los catalanes, el castellano, fuera comparable al urdu.