“Cataluña se juega la nación”. Así de rotundo se mostró el secretario general de Junts, Jordi Turull, en el Consejo Nacional que el partido ha celebrado este sábado. El escenario en el que se ha escenificado un giro a la derecha de la formación, y en el que se ha activado la maquinaria para llegar a los comicios catalanes que se esperan en la segunda mitad del año. La batalla entre las familias neoconvergentes sigue, pero han hallado la argamasa para seguir de la mano hasta las urnas: el debate inmigratorio.

La vuelta de tuerca a la cuestión identitaria no es original. La formación es consciente de que pactar con Sánchez -y hallar una salida para su líder, Carles Puigdemont- ha ahuyentado a los más radicales y que Aliança Catalana, el partido liderado por la alcaldesa ultra de Ripoll, Sílvia Orriols, recogerá estos votos si finalmente se presenta a las catalanas. Sus propuestas de corte independentista son tan imposibles de realizar como las promesas que reitera sobre expulsar a los inmigrantes de las calles catalanas. Son populistas de manual, pero sólo hace falta mirar al resto de Europa para constatar su triunfo.

Cataluña está 4,6 puntos por encima de la media de España en cuanto al porcentaje de población extranjera -16,3% respecto al 11,7%- y es la segunda comunidad con más inmigrantes, sólo superada por Baleares. Pero los países de origen de la población que llega a ambos territorios son distintos. Aquí, el grueso procedía de África (25,5%), el resto de países de la Unión Europea (23,3%) y América Latina (19,5%) en 2022.

Todos estos datos objetivos, los que se recogen en el INE y en el Idescat, demuestran el reto mayúsculo de las Administraciones Públicas en conseguir el éxito en la llamada acogida. Pero las distintas propuestas para la integración han supuesto un fracaso, desde las que brindan el catalán como el gran garante del éxito de arraigo hasta las aproximaciones más buenistas que han dado lugar a ghettos.  

Países como Francia o Reino Unido nos llevan años de ventaja en este trabajo y los fracasos de sus políticas son aún mayores que las patrias. La pulsión nacional está en auge en los países desarrollados, donde conviven diversas crisis de diferente magnitud pero que, al final, han tocado el bolsillo de una clase media que está extenuada. Y ese es el escenario perfecto para el auge de la extrema derecha.

Que Aliança Catalana es un partido de este perfil nadie lo duda. En Junts, algunos de sus líderes han abandonado discursos que mantenían en el pasado en el que defendían el lema de Catalunya, terra d’acollida hasta abrazar el actual. “Este chantaje de acusarnos de xenófobos porque nosotros nos preocupamos y queremos abordar este tema de la política nacional de inmigración es absolutamente indigno”, añadía en medio de un aspaviento este sábado Turull.

Antes de la Navidad, los próximos a ERC contaban que su formación tiene identificado que a casi un tercio de sus votantes les mueve el discurso identitario relacionado con la inmigración. Temen perderlos frente a Aliança Catalana. Si eso ocurre en casa de los republicanos, ¿cuál es la presión electoral de Junts?