Posiblemente sea la avenida Meridiana una de las entradas mas hostiles a la ciudad de Barcelona. Dicho de otra manera, esta arteria no invita a sentirse bienvenido, aunque ese tipo de fealdades urbanísticas sean comunes en los accesos a las metrópolis. Tiene la Meridiana un aire a ciudad dormitorio, a vivienda barata construida para acoger a aquellos trabajadores que, llegados desde el resto de España, vivieron en barracas hasta que los Juegos Olímpicos erradicó, más por estética que por piedad, ese tipo de construcciones marginales.
El trayecto de la Meridiana atraviesa varios distritos, principalmente los de Nou Barris, Sant Andreu y Sant Martí, integrados por barrios populares donde el independentismo nunca ha arraigado. Sin embargo, el activismo secesionista eligió el cruce de esta avenida con Fabra i Puig para manifestarse diariamente desde hace dos años, para desespero de vecinos, comerciantes y conductores quienes, en un alarde de paciencia proverbial, también protestan, pero sin la agresividad demostrada por los alumnos más aventajados de los CDR. A saber: exfundadores de Terra Lliure, diputados de JxCat investigados por malversación y fans de Valtònyc y Hasél. Lo más granado del independentismo radical.
Nunca pudieron soñar estos dos raperos que un día se convertirían en referentes de un secesionismo trasnochado. Así, mientras el fugado vive sus cinco minutos de gloria esponsorizado por Carles Puigdemont, Hasél inspiró el vandalismo de la plaza Urquinaona. Curiosamente, como publicamos en Crónica Global, nada se sabe de las actas levantadas por los Mossos en aquellos días en que ardió Barcelona, como tampoco se conoce la evolución de los expedientes abiertos en la avenida Meridiana, donde a lo largo de más de 600 días se han producido agresiones, fogatas y mucha tensión.
Cuentan en los mentideros policiales que, cuando Josep Lluís Trapero se reincorporó como jefe de los Mossos d’Esquadra tras ser absuelto de sedición, se mostró indignado ante la situación que se vive en la Meridiana, pues como se sabe, hay informes de la Guardia Urbana y de la policía autonómica contrarios a esos cortes. Perplejidad compartida por el exconsejero Miquel Sàmper, de trayectoria tan breve como instrumentalizada por Quim Torra, el del apreteu, apreteu de los CDR contra los Mossos.
Nunca sabremos si Trapero informó de su malestar a la cúpula de la Consejería de Interior, porque ya no está al mando de los Mossos. Fue destituido por dar demasiados baños de realidad a sus jefes políticos. Es decir, que se ganó a pulso su cese a fuerza de normalizar la gestión policial, restablecer las relaciones con las instituciones del Estado y comprometerse a despolitizar el cuerpo.
Sus agentes se lo agradecieron, no así el conseller Joan Ignasi Elena, que ahora tiene la oportunidad de poner fin a los cortes de la Meridiana. Nada le debe ERC a la CUP, después de su desmarque de los presupuestos de la Generalitat, lo que dio carpetazo a la cuestión de confianza de Pere Aragonès que ambos partidos acordaron celebrar a mitad de legislatura. Si Elena quiere demostrar que Esquerra realmente manda, que no necesita de Junts per Catalunya para tomar decisiones y que no son los antisistema quienes marcan su gestión, suspender unas concentraciones contrarias al bien y al sentido común supone una gran ocasión.