La insoportable levedad de Junts pel Sí
Que quienes tenemos una actitud crítica digamos ahora que Junts pel Sí era una amalgama coyuntural sin apenas recorrido real destila escaso mérito, casi ninguno. El invento era previsible en su corto plazo. Unir a la vieja guardia convergente, finiquitada en lo político, con sus propios cachorros ansiosos de poder y sumarle a los hombres y mujeres de ERC liderados por nada menos que Oriol Junqueras era un experimento en tres dimensiones que ni el tripartito de Pasqual Maragall, Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Saura superó en su día. Que encima hubiera una parte de folclore en forma de independientes como Lluís Llach o Germà Bel era todo un lujo, pero la mayor garantía de inutilidad del instrumento.
El tripartito de izquierdas fracasó por muchas razones, pero la actitud de ERC fue fundamental. Hasta los neocomunistas de ICV fueron más razonables a la hora de gobernar que los vigilantes republicanos, que dieron muestras más que sobradas que su dirección era una asamblea tan mutable como imprevisible, nula a los efectos de la gestión.
Hoy parecen algo más tranquilos. Quizá porque después de conocer cómo se mueven otras asambleas (pongamos que hablo de la CUP), lo de ERC, que ya no pueden verse sólo como unos jovenzuelos interesados por la política y herederos de los convergentes, es más ordenado. Una de las principales novedades es que hay alguien que lidera con mucho mando al frente. Junqueras ha sentado sus reales sobre el poder y no parece dispuesto a mover el trasero por más que Artur Mas y Carles Puigdemont la aprieten. Fue haciéndose el sordo durante meses, y ahora literalmente no necesita escucharles antes de lanzarles un pulso tributario en plena campaña electoral.
Que Junts pel Sí era un invento de CDC para ganar tiempo y refundar su moribunda formación política lo atestigua el hecho de que ni tan siquiera pudo repetirse en las elecciones del 20D al Congreso o en las próximas del 26J. ERC tiene muy claro lo que dicen las encuestas, que les convierten en los nuevos representantes del nacionalismo catalán, algo menos moderado, pero dispuesto a curarse con los años. En su día se sintió obligada a acompañar a los convergentes en el duelo por el fracaso de Mas, peor hoy Junqueras y los suyos dan por enterrado el proyecto y opinan que se ha llorado de manera suficiente.
Junts pel Sí no irá más lejos ni conseguirá ninguna independencia. Ni la propia del proyecto ni la que proponían para el país. Sus vigilancias mutuas, los controles recíprocos entre gobernantes del mismo grupo y las reticencias históricas entre la derecha y la izquierda nacionalista afloraron a las primera de cambio. Lo de identificar la independencia con la cola Impacto es imprudente cuando de política se trata. ERC y CDC llevan caminos que no resultarán de especial convivencia.
Lo ha certificado Jordi Bastéen su editorial matinal. El asunto está listo para pasar a mejor vida. Y se ha roto sólo, apenas sin interferencia externa. Era un experimento y no ha pasado de la fase de laboratorio. Ahora, la política catalana se dedicará a dejar pasar el tiempo y a coleccionar salidas de tono de uno y otro lado a conveniencia. Al menos hasta las próximas autonómicas, la levedad de Junts pel Sí se nos hará más que insoportable, insufrible. Avisados quedan.