La política española está hiperventilada. El insulto, la insidia y la mentira han captado todo el protagonismo en detrimento de la primera. Ha elegido la senda del todo vale para atacar al contrario; no para contrarrestar sus argumentos y debatir con honestidad, sino para denigrarlo y anularlo. Los frentes se están multiplicando. Madrid es el epicentro de todas las batallas. No es el único, pero sí el que produce más ruido, envalentonado por el eco mediático.

1. Los informes de la Guardia Civil. Son un amasijo de chatarra en mal estado. Falsas afirmaciones, titulares de prensa --de diarios de derecha, por cierto--, manipulaciones de andar por casa, suposiciones con intención y conclusiones de un solo tipo: el Gobierno no actuó cuando tenía toda la información y permitió la manifestación del 8M. Es una pena que los informes sean una mediocridad, un corta-pega. La Guardia Civil no se merece este ataque a su propia credibilidad. Los responsables de estos informes deberían ser cesados simplemente por ser sus autores. No están a la altura. Y si pretenden otros objetivos, no tienen lugar en una fuerza democrática.

2. La cacería Marlaska. Tras estos informes se desata la tensión en el Ministerio del Interior y los ceses. Poco más o menos, el ministro ha roto la separación de poderes y ha apartado al coronel Pérez de los Cobos que es presentado por cierta prensa como un dechado de virtudes que se negó a cumplir una orden ilegal. Lo cierto es que la filtración hace sospechar que hay una intención clara de erosionar, como mínimo, al Gobierno. Otros apuntan a un intento de golpe de estado. Ya no es necesario ver tricornios en el Congreso, basta con crear las condiciones e imponer una situación de crisis que obligue a plegar velas al gobierno “social-comunista”.

3. La alianza de Colón. PP y Vox no solo compiten en oponerse a todo lo que propone el Gobierno, ya sea prórroga de pandemia, renda básica de inserción o tratado internacional para evitar el fraude fiscal en Gibraltar. Purga, criminales, asesinos, son epítetos normales en el Congreso y fuera de él, para envolverse en la bandera rojigualda --muchas veces la preconstitucional, como se ha visto en las manifestaciones-- y atacar desde un malentendido orgullo patrio a un Ejecutivo que no dudan de calificar de ilegítimo.

4. La batalla de Madrid. En este medio lo hemos relatado. Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en el ariete del Gobierno hasta el punto de afirmar que los representantes de Podemos “son peor que el virus”. Ayuso dispara fuego graneado contra el Ejecutivo de Sánchez, pero la batalla se libra entre sus propias filas. Los correos electrónicos del consejero de Políticas Sociales al consejero de Sanidad, o lo que es lo mismo, los correos de Ciudadanos a PP, ponen en evidencia cómo afrontó la pandemia desde la Comunidad. Este último episodio es un obús en la línea de flotación de la propia Ayuso por su importancia en un proceso penal. No es el único foco. Hace una semana Aguado, el vicepresidente, era un traidor por reunirse con la oposición para trenzar un acuerdo y hacer frente a la pandemia. Ahora es Ayuso la que se sienta con los partidos. Eso sí, empieza con Vox. La pregunta que circula desde hace semanas es: ¿Cuándo caerá Ayuso? ¿Ciudadanos dará el paso para dejarla en minoría y forjar un gobierno alternativo?

5. Cataluña, la bronca indepe del nunca acabar. ERC presiona para que Torra convoque elecciones. El presidente catalán se escuda en la crisis del coronavirus para dar largas a una convocatoria que anunció el mismo tras decir que su gobierno era un fracaso. Lo sigue siendo, pero Torra quiere evitar males mayores y seguir, como dice Tardà, en su política de erosionar a ERC. La próxima cita a navaja, en el Congreso con el suplicatorio de Laura Borràs. Los de JxCAT exhibirán el ataque de los partidos y de la justicia a la intachable Borràs. ERC se sumará al suplicatorio para que la jefa de filas de los neoconvergentes en el Congreso “pueda explicarse”, un paso más en la estrategia republicana de poner la corrupción en papel protagonista.

6. Euskadi y Galicia. Las elecciones en estas comunidades darán nota a Pablo Casado. En Euskadi, sus perspectivas son entre malas y pésimas. En Galicia, si gana Feijóo será una mala noticia para el presidente popular porque será una moción de censura a su estrategia. Si pierde, la cosa es todavía peor. El fiel de la balanza está en esos 38 diputados. Si Feijóo no la consigue y el PP pierde Galicia, el tsunami está asegurado. Algunas borrascas ya se están viendo. En Valencia andan a palos entre los partidarios de Bonich y los “chicos” de García-Egea que quieren hacerse con el control del partido. En Cataluña, sin noticias. El PP sigue en su páramo particular. Solo se salva Xavier García Albiol.                                                

El independentismo siempre manoseaba su consabido choque de trenes. Era su fábula más querida. Ahora el choque de trenes puede producirse en múltiples frentes y con gran peligro de colisión. La pandemia no ha moderado la tensión política. Al contrario, la derecha cavernaria está convencida que la pandemia acabará con el gobierno y están poniendo toda la sal en las heridas.