Esta semana se ha celebrado la Fiesta Nacional. En Madrid, gran desfile militar y un grupo de hiperventilados, también los hay más allá del Ebro, se dedicaron a insultar, y de qué manera al Gobierno y al presidente, pedir su dimisión y calificar al ejecutivo de ilegítimo. Acto seguido, la turba de energúmenos se desgañitó con vivas al rey. Si la monarquía quiere sobrevivir en España tendrá que ampliar sus apoyos. Si se reducen a la derecha y la extrema derecha tiene un futuro más que incierto. Hace casi 20 años que el CIS no pregunta y cuando lo hacía solo recababa el apoyo de seis de cada diez españoles. Un aprobado justito que se agrava por el hecho de que al menos en Catalunya, Euskadi y Navarra es rechazada la institución. Lo dicho o cambia los parámetros o los márgenes se van a estrechar al rey Felipe y no digamos a la infanta Leonor.

Poco más bajo el sol. El PP pasó de puntillas en el debate sobre el Consejo Europeo, o sea las medidas contra la crisis. Mientras Sánchez marcaba el paso desde la tribuna, el PP se refugió en el discurso catastrofista y nada aportó. Flaco favor le hace Gamarra a Feijóo, que si quiere ser alternativa tiene que demostrarlo. Vivir de las encuestas puede tener una mala digestión. Veremos si este martes el líder popular baja a la arena. Tampoco es que brillara en este debate la señora Miriam Nogueras. Habló mucho de Rodalies y nada del Consejo Europeo. Del que sí habló es de Pere Aragonés al que le dio de lo lindo. No era el foro, sin duda, pero a Nogueras poco le importa. Iba a hablar de su libro, y habló de su libro.

En Cataluña, pasó la tormenta. El huracán ahora ha quedado en borrasca. Siempre a la espera de acontecimientos. También esta semana Pere Aragonés explicará en el Parlament sus cambios en el Govern. Lo adelantó en una entrevista en TV3 que registró, poca broma, un 20% de share. La opinión del president interesa en tiempos convulsos. No cerró ninguna puerta, y menos al PSC. Que el presidente amague con prórroga presupuestaria y perder 3.908 millones se antoja poco convincente, pero Junqueras tiene su papel de activista pensando en las municipales y su discurso será incendiario hasta el mes de mayo. También, en este eje de discurso veremos cuál es el camino de Junts que hará sudar la camiseta a los republicanos, pero deben ir con cuidado de que esta camiseta se encoja cuando la lleven puesta y les dificulte los movimientos.

Y la última perla de la semana es para la vicepresidenta Díaz. Presentó Sumar en Sabadell “porque es la ciudad que tiene la estructura social más parecida a lo que representa Sumar”, dijo a Laura Rosel en Catalunya Ràdio. Como ejemplo no es el más adecuado, porque si es si Sabadell es lo que más se parece a Sumar --no quiero pensar como ha sentado esto en Terrassa-- se entiende poco que Marta Farrés, alcaldesa del PSC, tengo a mano la mayoría absoluta en la ciudad según las últimas encuestas. También dijo la vicepresidenta que Sumar va con mucha fuerza. Me pregunto dónde. No en Madrid, ni en Andalucía, Asturias, Extremadura, València o Galicia, ni siquiera en Euskadi. Casi hay que empezar el juego de dónde está Wally para descubrir dónde está Sumar que se sale.

Semana anodina dónde las haya con malas noticias. España crecerá menos de lo esperado, pero nuestro entorno --Alemania e Italia-- está en caída libre. La inflación baja pero todavía está en el 8,9. Sánchez empieza a rentabilizar la excepción ibérica, aquella que el PP calificó de timo. Sin duda, a Feijóo ha sido víctima de un tocomocho. Ahora, la batalla será convalidar los decretos contra la crisis energética y los presupuestos generales del Estado. Mientras, Vox nos deleitará con perfomance de otra época que denotan el escaso nivel de su política, incluidas las actuaciones musicales más denigrantes que florearon en su fiesta anual. Sin olvidarnos del Guadiana de la política: la Mesa de Diálogo. ERC necesita un triunfo. Quiere desjudicializar el procés, lo que está difícil porque la reforma del Código Penal no avanza, que sepamos, y se tendrá que conformar con el traspaso de Rodalies. Estará bien saber si lo aceptará o es más fácil ejercer de víctima pero que lo siga gestionando el Estado. Sin duda, una semana anodina. Los sobresaltos según el guion. Todo controlado.