Lo más probable es que Salvador IIla saque el doble de votos que Miquel Iceta. De hecho, estoy seguro. El último sondeo del CIS señaló que los independentistas obtendrán menos escaños que en 2017. Con ello, el llamado efecto Illa podría resultar positivo. A los constitucionalistas lo único que nos importa es España y Cataluña. La importancia de España no debe centrarse tanto en el concepto histórico, sino en los integrantes que la conforman: todos los españoles. Ésta idea la defendía con diecinueve años, cuando me estrené en política, en las primeras elecciones generales del 15 de junio de 1977. Pronuncie mítines como representante de un partido sindicalista, dirigido por un joven líder, Pedro Conde, un vallisoletano que hablaba sobre la democracia recuperada y que fue detenido por los grises en Alicante en 1976. Yo fui testigo. Yo era representante de un sindicato universitario, un sindicato gallego que se extendió por toda España.

Éramos jóvenes e ilusos, y a finales de 1977 dejé la política. No el sueño de la política, porque la llevó en la sangre. Me reunía con mis amigos de café cada cuarenta y cinco días, hasta que estalló la epidemia. Aún así en 2020 pudimos organizar tres cenas en la sala de la biblioteca de la Fonda Europa de Granollers.

Hace veintidós años comí con Salvador Illa y con el gerente de la Roca Village, el norteamericano Brian Harrison, que invitó a un periodista de cada medio de Barcelona, y a la Revista del Vallès, que era el referente de la comarca. Estuve acompañado por el presidente de la Revista, Pere Viaplana. En aquella comida hablamos de las dificultades que tenía la multinacional estadounidense por la oposición comercial del Vallès y el Maresme. En ese fin de semana hablamos con el alcalde de un pueblo cerca de Londres, que estaba a la misma distancia que La Roca respecto a Barcelona, la misma que tiene Madrid en relación a las Rozas, que es la comparación española.

En ese almuerzo no hablamos de política nacional, porque no era lugar, pero sí hablamos en su despacho, cuando Illa sustituyó a su maestro, Romà Planas, un socialista de La Roca, fallecido en esa misma sala hacía una semana. Murió después de regresar de su exilio en París. La Roca le votó de forma mayoritaria. Se trató de un suceso extraño. Era un alcalde muy viejo, y, sin saberlo, vino a su pueblo para morir. Illa me dijo que se produjo por la tensión de conducir la alcaldía. Planas murió con las botas puestas.

En esa entrevista, en 1998, me confesó, --y yo no le pregunté por ello--, que amaba tanto a Cataluña como a España. Y estoy seguro que el PSC no pactará con ERC como Pasqual Maragall lo hizo en 2003. Aquello ya es agua pasada, porque los republicanos defienden la ilegalidad.

Nadie tiene una bola mágica para saber que pasará el 14F, pero sí sé que el problema separatista nos dolerá igual. En cualquier caso, los constitucionalistas tenemos que ir a votar sin miedo, a pesar de esta nueva peste negra.