Retrato de María Casares en 1944. STUDIO HARCOURT

Retrato de María Casares en 1944. STUDIO HARCOURT

Pensamiento

¿Era María Casares la perversa Hélène?

Casares amó con pasión a Albert Camus, a quien respetó y admiró por su alto concepto de la justicia y la búsqueda de la verdad

31 enero, 2021 00:00

Tenía sólo 21 años de edad cuando Robert Bresson la escogió como protagonista de Les Dames du Bois de Boulogne, rodada en un París todavía ocupado por los nazis. En esta película, 'Maria Casarès' (como era conocida en Francia) efectuaba el papel de una distinguida mujer, Hélène, ladina y vengativa, capaz de una crueldad sin límite y despreocupada de los fatales daños que pudiera ocasionar.

Bresson, quien, tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial,  había pasado un año encerrado en un campo de concentración alemán, adaptó un relato de Diderot que refleja una implacable violencia psicológica, no física. Los diálogos eran de Jean Cocteau.

 

 

Recopilación de imágenes y momentos grabados de Maria Casares en diferentes actuaciones / YOUTUBE

Cocteau dirigió en otra película a María Casares, como es conocida entre nosotros. Se trata de Orphée (Orfeo), que se estrenó en 1950. Nuestra actriz representó el papel de La Muerte, una princesa hipnótica, autoritaria y desdeñosa que exigía una disciplina ‘meticulosa’ y que lanzaba exabruptos como: “Voy a tener que obligarle a callar” o “¿es usted tonto? Le ruego que no me haga más preguntas”. Si no ando equivocado su papel había sido previamente rechazado por Greta Garbo y Marlene Dietrich. En esta obra se puede oír que “sin voluntad somos unos inválidos” o que “los espejos harían bien en reflejar más allá”. El asunto era que “estábamos muertos sin darnos cuenta”, algo que siempre ocupó la mente inquieta de María Casares: los muertos vivos.

Inmersión total en Francia

Nacida en 1922 (el 21 de noviembre), María Casares se fue de España cumplidos los 14 años de edad, en 1936. Poco antes se había aficionado al baile, una pasión que le permitiría luego, según confesó, liberar su exceso de vitalidad y descubrir el entusiasmo. Instalada en Francia, no regresaría hasta 1976, cuando vino para representar la obra de teatro El adefesio, escrita por Rafael Alberti en 1943. Viajó en tren desde París a Madrid, un viaje de ida y vuelta. Ella fue básicamente una actriz de teatro. Para María Casares su patria era el teatro, que le permitía viajar por todas partes en el espacio y en el tiempo, y su país de origen era la España Refugiada.

María Victoria Casares Pérez era coruñesa, como su padre Santiago Casares Quiroga, quien presidía el Consejo de Ministro al producirse el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Casares Quiroga era abogado y miembro de Izquierda Republicana, había sido diputado del Congreso desde 1931 y ocupado diversas carteras ministeriales: Marina, Gobernación (en dos ocasiones), Justicia, Obras Públicas y Guerra. María estaba unida a su padre con dolor: “el mutismo --escribiría-- era su manera de darnos a conocer su cólera”. Sin bofetadas o azotes, “tropezábamos contra aquel temible mutismo de mi padre contra el insoportable sentimiento de no existir para él”. Tenía 27 años cuando murió su padre y 23 cuando murió su madre. Con 15 años, al poco de llegar a París, se enteró de forma casual de que tenía otra hermana mayor Esther, tenida por su padre de muy joven.

María Casares, diva del teatro francés del siglo XX / RTVE

María Casares, diva del teatro francés del siglo XX / RTVE

En una entrevista le manifestó al gran periodista Joaquín Soler Serrano (en su programa de televisión A fondo, en 1981) que creía que “no existe el teatro si no hay vida”, que lo fundamental para los actores es su repertorio de vivencias personales. Por esto, quizá, evitaba quedar señalada por una sola clase de personajes. Nada más llegar a Francia, ella se orientó hacia el mundo de la representación teatral, aprendió a fondo el francés y apenas hablaba en español; temía perder el acento francés conseguido y que le facilitaba las puertas de los escenarios.

Escribió directamente en francés unas memorias con el título Residente privilegiada, en 1980. “¿Cuál es la razón vital que me empujó a escribir este libro, si es que existe alguna?”, se preguntaba. Y respondía que ser digna de vivir y reedificar su yo más íntimo. Decía asimismo compartir las fascinaciones, los deslumbramientos y las decepciones de los artistas de su tiempo.

El amor por Camus

A través de un texto de buena calidad literaria, María Casares se mostraba como alguien lleno de curiosidad, con ataques de timidez, que se declaraba afanosa de ternura (si bien recalcaba que no creía haber sido una mujer sensual), poco paciente, irascible y orgullosa (“se sabía de quién me venía” la altanería). Aquella mujer hecha en medio de serias dificultades no vacilaba en reconocer cierta tendencia al miedo físico. Hacía explícita su gratitud a los directores del teatro Mathurius Jean Marchat y Marcel Herrand (decía haber nacido en noviembre de 1942, en ese teatro), se sabía educada por ellos y señalaba que se actúa mejor en escena si uno se siente querido.

Albert Camus

Albert Camus

En 1944, con 21 años conoció a Albert Camus, con quien a excepción de un breve período mantuvo una estrecha relación amorosa hasta su trágica muerte en 1960: “Quise y quiero a Camus porque, presa de sus contradicciones que era el primero en denunciar, incluso en los momentos de diversión sin los cuales no hay hombre capaz de subsistir (…) era fiel a su pasión por la justicia y la verdad”. Ella le sobrevivió 36 años. En ese período se casó (por primera y única vez), no tuvo hijos, adoptó la nacionalidad francesa. Dejo escrito que Camus fue para ella “padre, hermano, amigo, amante e hijo a veces”. A su muerte, se le cayó el mundo encima y sufrió un auténtico desastre interior.

 Abundando en lo que representó Albert Camus en su vida, decía que pronto captó su buen sentido del humor y su forma de inteligencia, ante la cual uno se volvía inteligente y mejor. Su irrupción, insistía, eliminó de su vida toda amenaza de vacío o de dispersión: “Hoy como entonces vuelvo a encontrar intacto el amor que tanto me conmovió y me conmueve cuando me es dado ver lo que es el hombre en su más grande aventura”.

Parece, pues, que María Casares no se identificaba con su papel estelar como la perversa Hélène. Tampoco se permitió desatar odio político. Merece saberse que reconoció que sólo a través de Albert Camus pudo entrever el alma de su país, Francia, “tan cercano al mío y tan distinto”. A la vez, María Casares declaró sin patrioterismo alguno que España “estaba en mí como mi propia sustancia”.