El asesinato de la doctora Victòria Bertran a manos de su pareja, el periodista Alfons Quintà, ha vuelto a poner a los medios de comunicación en el punto de mira de las redes sociales, donde se han denunciado supuestos tratos de favor de los colegas del presunto asesino en el tratamiento de la noticia o en las notas necrológicas.

Sin embargo, la inquina hacia los medios que corre por las redes ha aplicado los estereotipos y esta vez ha errado el tiro. Hemos podido leer aquello de "yo ya lo advertí, perro no come perro" o que en este caso se ha utilizado siempre el "presunto" delante de la palabra "asesino", cuando otras veces no se hace, o que al principio se le presentó casi como inocente. Ha habido también denuncias de la consabida benevolencia de la que se echa mano cuando alguien muere o incluso se ha acusado en las redes a los medios de una supuesta falta de énfasis al no recalcar que el suceso era otro episodio de violencia machista y hacer hincapié, por el contrario, en el suicidio posterior del periodista.

Sin descartar que algún artículo haya podido caer en los defectos que se reprochan, en general el tratamiento a Quintà no ha sido para nada amistoso o complaciente

Sin descartar que algún artículo haya podido caer en los defectos que se reprochan, en general el tratamiento no ha sido para nada amistoso o complaciente. Hemos podido leer en más de un texto que Quintà era una "mala persona", un "extorsionador" o un "chantajista" y que murió haciendo daño igual que había vivido. ¿Desde cuándo esos son calificativos habituales en una necrológica? Más bien sucede todo lo contrario, que la hipocresía se impone a la verdad en la hora de la muerte. Como decía Alfredo Pérez Rubalcaba, "en este país enterramos muy bien". Pues en este caso no se ha cumplido la norma, y hay que felicitarse por ello.

Otra de las objeciones ha sido que se han centrado más las informaciones en la figura del asesino que en la de la víctima, la esposa o exesposa. Pero, ¿quién se puede sorprender de eso cuando la mujer asesinada era tan desconocida que en algunas primeras informaciones se la llamó Asun en lugar de Victòria? Ninguna fuente, además, proporcionó en un primer momento detalles de la vida de la víctima. El presunto asesino --lo de presunto no hay que obviarlo nunca mientras no esté condenado-- era, por el contrario, un periodista muy conocido, con un carácter imprevisible y volcánico y con una larga y controvertida historia detrás suyo, incluidos sus giros políticos e ideológicos.

Extrañarse de que el protagonista principal haya sido Quintà es desconocer las reglas del periodismo, que prima sobre todo la notoriedad y la proximidad

Extrañarse de que el protagonista principal haya sido Quintà es desconocer las reglas del periodismo, que prima sobre todo la notoriedad y la proximidad. Una proximidad que no solo es geográfica, sino cultural y afectiva. Es como cuando la gente se sorprende de que los medios de un país europeo destaquen más una catástrofe que sucede en un lugar cercano al emisor que si ocurre en una zona lejana de África o Asia, pongamos por caso. Se acusa entonces a los medios de comunicación de tratar de distinta manera a los muertos de un país y del otro. No. Es que los muertos próximos, nos guste o no, son más nuestros. Por la misma razón, un suceso en una antigua colonia francesa, por ejemplo, tendrá más repercusión en París que en Madrid o Barcelona. Así son la vida y la muerte.

Y en el caso de Quintà, no se pueden descartar entre los que acusan de benevolencia a los medios de comunicación venganzas posmortem de algunos de sus antiguos amigos políticos.