La decadencia del nacionalismo catalán es constante y creciente, tanto a nivel reputacional, como de gestión.
A nivel reputacional la caída es en picado. Empezando por su verdadero originador, un Jordi Pujol que pasó de muy honorable a muy impresentable y cuya familia, con él al frente, el juez De la Mata de la Audiencia Nacional ha calificado de “organización criminal”. Luego está su delfín, Artur Mas, president indisociable del escándalo de las comisiones del 3% en la adjudicación de obra pública en Cataluña, corrupta práctica que Pasqual Maragall dejó caer en el Parlamento de Cataluña y que negó Mas, mintiendo así al pueblo catalán, pues el tiempo ha demostrado que tal oscuro vicio efectivamente existió en la extinta -por corrupta, fraccionada y quebrada- CiU.
La cosa va a peor con su sucesor, Carles Puigdemont, quien ha despreciado los sentimientos de muchísimos catalanes para decepción y desazón de éstos vendiéndoles una república catalana que luego se demostró que no tenía la seria intención de llevar a cabo por no haber puesto los mimbres para ello, y haciendo un ridículo internacional desproclamó a los minutos de proclamarla, tras lo cual cobardemente huyó de la justicia española para vivir acomodadamente en Bélgica cual prófugo permanente. Y para colmo, Puigdemont, en otra clara muestra de su paradójico -pues vende lo contrario- desprecio a Cataluña y a los catalanes, designó a dedo como su sucesor a un Quim Torra que, sin ningún género de dudas, el tiempo ha demostrado es con creces el peor president de la Generalitat de Cataluña de la historia, hecho que se esfuerza a diario en demostrar en el ejercicio de un cargo -para el que, por cierto, está inhabilitado- actuando siempre con un marcado sectarismo por omitir a aproximadamente la mitad de los catalanes que no pensamos como él, mostrando explícitamente un nauseabundo doble rasero, pues lo que dice contra el rey emérito se lo calla respecto a Jordi Pujol y su familia o respecto del prófugo Puigdemont, y cuya palmaria vocación por omitir las leyes y los pronunciamientos de los tribunales han llevado al máximo desprestigio a la institución que representa y preside.
Pero es que adicionalmente a una pésima reputación se une una pésima y negligente gestión que hacen en la dirección de Cataluña. Tanto insistir Torra en recuperar la competencia de sanidad por creer que lo haría mejor que el Gobierno central, resulta que ahora que tiene dicha competencia con la manifiestamente incompetente Alba Vergés al frente, está mucho peor Cataluña que cualquier otra comunidad autónoma de España. Y encima no se le ocurre otra cosa que, tras un lamentablemente alto número de catalanes muertos por el Covid-19, disparar la tributación en Cataluña por el Impuesto sobre Sucesiones, irrefutable e intolerable falta de sensibilidad pues además de evitar muertes, encarece el coste de las mismas para los familiares en beneficio de sus arcas autonómicas. Y para más inri Torra ha osado no presentarse a la reunión de presidentes autonómicos celebrada el pasado 31 de julio en La Rioja, donde se discutía nada más y nada menos que el reparto entre las 17 comunidades autónomas de la parte que corresponde a España del fondo de rescate europeo, como si Cataluña no necesitase el dinero cuando es la CC.AA. más afectada en términos de caída de ingresos por turismo, por ser la que lideraba dicho sector y no haber generado tranquilidad y confianza con tanto rebrote de Covid-19 por culpa de la incompetente Alba Vergés.
La combinación de chorizos e irresponsables es una Cataluña donde hosteleros y restauradores de Lleida pierden hoy por hoy dos millones de euros al día, los barceloneses vivimos pseudoconfinados de nuevo en nuestras casas conteniendo el gasto en ocio y los turistas cancelan sus viajes a una Cataluña que era la comunidad autónoma más visitada de España. Aterrados unos y otros por el descontrol y negligencia en la gestión de la pandemia, creando todo lo anterior un perjuicio económico de incalculable magnitud que con el tiempo que iremos notando y sufriendo.
Ni Madrid nos roba, ni Madrid es muerte, como infundada e irresponsablemente han dicho independentistas catalanes. Quienes roban son políticos corruptos que se saltan las leyes y que tienen cuentas en Andorra no declaradas con millones de euros ilegalmente obtenidos, que encima tienen las narices de asfixiarnos a impuestos autonómicos, ya de por sí más altos que en casi todas las restantes comunidades autónomas, y que permiten intolerables números de contagiados y muertos a causa de su dejadez, ineptitud y falta de previsión.
Cuando la Ley está para saltársela y los tribunales para ser desobedecidos, cuando prima la bandera a salvar vidas humanas, cuando el engaño ya no hay como disfrazarlo y cuando la corrupción es enorme y la falta de sensibilidad es total, no importa el juego de siglas utilizado, CiU, PDeCAT, Junts per Catalunya, Crida Nacional per la República o Junts (hilarante nombre este último, pues nunca estuvieron los miembros de esa formación más separados de ERC y PDeCAT) pues quiero pensar que hasta el más incondicional independentista tiene que hacer una mínima reflexión de si quiere seguir apoyando a los políticos que están actualmente al frente de Cataluña.
Suerte que las elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina, pues a todo cerdo le llega su San Martín, y espero que por un momento recuperemos los catalanes ese seny que tuvimos y del que hicimos gala y no sigamos abonando en tierra estéril apoyando a gente de la que avergonzarse y que están saqueando nuestros bolsillos para llenar los suyos mientras no velan debidamente ni por nuestra salud, ni por el bien de nuestras empresas y negocios, ni por el progreso sino por individualismos que han llevado a Cataluña a dejar de ser la líder para pasar a serlo la Comunidad de Madrid y al paso que vamos hasta la de Valencia nos pasará por delante si no alteramos nuestro rumbo con políticos responsables al frente de la Generalitat, lo cual ahora mismo no es predicable de ninguno de los partidos nacionalistas catalanes, pues los que no están fugados están inhabilitados o están encarcelados.
El nacionalismo catalán está en irrefutable decadencia hasta alcanzar un nivel ya de putrefacción y lo paradójico es que sus líderes han sido, con su constante ilegal y mal hacer, quienes se han cavado su propia tumba.