La compañía madrileña Opdenergy canceló esta semana su salida a bolsa de forma abrupta. Estaba prevista para anteayer viernes. Sin embargo, el miércoles comunicó que la pospone sine die, debido a las fuertes turbulencias prevalentes.

La sociedad, presidida por Alejandro Javier Chaves Martínez, pretendía recaudar hasta 400 millones proporcionados por inversores institucionales. Pero la irrupción en el parquet se ha ido a pique y no hay fecha para un ulterior intento.

De golpe y porrazo, se esfumaron los fastuosos ingresos que los impulsores de la operación calculaban captar. El infortunio recuerda la máxima alusiva a la venta de la piel del oso antes de cazarlo.

Sólo un día antes de dicho fallido, había debutado en el mercado de valores otra casa del mismo ramo, Ecoener, dirigida por Luis Valdivia Castro. Su arranque en las pizarras no pudo ser más calamitoso, pues en la primera jornada la cotización se despeñó un 15%.

Ambos desengaños acaecen cuando varios gigantes del Gotha empresarial planeaban ascender al olimpo de la bolsa y propinar unos jugosos pelotazos a costa del peculio de los ahorradores. Para el presente año, tanto la petrolera Repsol como la constructora Acciona venían preparando hace ya algún tiempo el lanzamiento a las pantallas de sus respectivos negocios de renovables.

Queda por ver si los mandamases de una y otra corporación mantienen el tipo y se animan finalmente a dar el salto al continuo. Lo cierto es que el horno no está para bollos. Y en todo caso, los resbalones de Opdenergy y Ecoener invitan al pesimismo.

Las energías limpias, ya sean solares o eólicas, están llamadas a devenir las principales fuentes de suministro en los próximos lustros. Pero igual que ocurrió antes con otras iniciativas esperanzadoras, sus expectativas de crecimiento desataron una especie de burbuja inflacionista que ahora comienza a deshincharse.

Así, en 2018 debutó en la renta variable la vasca Solarpack y en 2020 lo hizo la murciana Soltec, lideradas respectivamente por Ignacio Artazcoz Barrena y Raúl Morales Torres.

Sus cambios experimentaron jugosas revalorizaciones. Quizás por ello, un racimo de avispados agiotistas dio en pensar que semejante actividad prometía el chollo del siglo.

Semanas atrás también planeaba su estreno bursátil Capital Energy, presidida por Jesús Martín Buezas, pero hubo que aplazarlo. Las ofertas recibidas distaban mucho de colmar las aspiraciones de la firma y sus promotores dieron carpetazo al asunto cuando aún se hallaban pendientes diversos trámites.

Lo más llamativo de esta cadena de fiascos reside en que el año pasado los protagonistas punteros del sector alcanzaron unas subidas estratosféricas. Solaria, Grenenergy, Soltec y Solarpack se anotaron espectaculares incrementos de entre el 120% y el 250%.

A la luz de tales alzas, no parece sino que todo el monte sea orégano. Pero el traspié de Ecoener y los fracasos de Opdenergy y Capital Energy significan un sonoro aldabonazo sobre el futuro de este negocio. Al día de hoy, por más atractivos que encierren las productoras, sus acciones han dejado de venderse como oro en paño.

El mercado, siempre sujeto a la inderogable ley de la oferta y la demanda, ha dictado sentencia. Los especuladores habrán de tentarse la ropa antes de meter su dinero en las explotaciones de placas solares, aerogeneradores y otros artilugios técnicos, porque corren peligro de resultar electrocutados. La bolsa se ha convertido en un carrusel. Su alto grado de volatilidad provoca bandazos constantes y el día menos pensado puede pegarse el gran costalazo.