En campaña electoral a Pablo Iglesias le pasa lo mismo que a las avispas cuando aprieta el calor de verano: multiplica su actividad y afila el aguijón. Tanto es así que con el ir y venir de los discursos, a veces, se mete en una fiesta en la que no ha sido convidado y da la nota. No deja de ser curioso que en plena contienda madrileña, y con unas encuestas nada halagüeñas, el dirigente podemita intente sentar cátedra sobre el tipo de pacto político que le conviene a Cataluña para salir del laberinto y la crisis. Vía tuit, luego en un contacto con la prensa, el exvicepresidente español nos dice que “en Cataluña debería haber un gobierno de las formaciones claramente de izquierdas. ERC debería asumir el liderazgo junto a nosotros y la CUP, y demostrar que se puede defender cualquier posición política legitima...” Remató la jugada pidiendo que el PSC diera apoyo externo a ese hipotético gobierno de izquierdas. Discrepo de Iglesias no solo con el contenido de su propuesta sino también acerca de la oportunidad de la misma. Suponer, como hace Pablo, que ERC es un partido de izquierdas es mucho suponer. La pésima gestión gubernamental de los republicanos y las alianzas con los neoconvergentes indican todo lo contrario.

Los de Junqueras se han convertido en una formación acuosa, incolora e insípida, metida en un frágil envase de cristal que luce una etiqueta  independentista. C´est tout. Pero hay más amigos, pretender que el bueno de Pere Aragonès ejerza un liderazgo, que a todas luces no posee, es una entelequia. Le temblaron las piernas con la elección de Laura Borràs como presidenta del Parlament, y con el asunto Cuevillas tres cuartos de lo mismo. Para otra ocasión dejo la radiografía de la CUP y ese eufemismo consistente en declarar que esa propuesta de coalición puede defender cualquier posición política legitima (sic). No se quién aconseja al camarada Pablo respecto a la situación política catalana. Ignoro si sus asesores aúlicos son Jaume Asens o Gerardo Pisarello y si, tras ellos, hay alguna apuesta de futuro que desconocemos.

El paso del tiempo nos sacará de dudas. Mientras tanto no les iría mal a todos ellos recordar que el ganador en votos de las últimas elecciones catalanas fue Salvador Illa. Por otra parte huelga decir que lo que se espera de un colega de gobierno no es lo predicado por Pablo Iglesias, sino más bien todo lo contrario. El más elemental sentido del decoro y de la colaboración entre socios debería llevar al cosmos podemita a pedir que los republicanos apoyaran a Illa.

Ustedes me perdonarán pero cada vez que desde el entorno de Comuns y Podemos surgen propuestas, como las aventuradas por Pablo Iglesias, me viene a la mente el exitoso libro de Alejo Schapire La traición progresista. En él argumenta la tesis de que “la izquierda alternativa como Podemos es gente que siempre ha vivido del Estado, de las universidades, no están en contacto con el mundo del trabajo, con el trabajador medio”... El autor también sostiene la idea de que esa izquierda que nace en las universidades centra su acción en movimientos minoritarios para pescar en electorados que se sienten agraviados. Quizás de esa concomitancia que señala Schapire, entre la autodenominada izquierda alternativa y los nacionalismos, nacen las propuestas de Iglesias y los clásicos arrumacos de Jaume Asens hacia los independentistas. Los tuits muchas veces los carga el diablo; cierto, pero también la prepotencia, la insensatez y el engreimiento. Quizás por ello Ada Colau, curandose en salud, ha cerrado su cuenta en Twitter.