Ocurrió, como saben, el pasado lunes, en el anfiteatro de la vieja burguesía y con un socialista solo, pero rotundo. Esta vez, el evento no se produjo  en el polivalente y coqueto Foyeur del Liceu, sino en la platea de Victoria de los Ángeles y Montserrat Caballé. No hubo bombas orsini como en aquel estreno del Guillermo Tell, la última ópera de Rossini, en 1893, que costó la vida a 20 personas del aforo; anteayer solo se produjo una exclamación vocinglera, la misma que se repite y sube de rango lastimosamente, desde el Freedom de los Juegos del 92 hasta ahora. El compromiso, al que no tuvo necesidad de llegar Felipe González, se hizo realidad con Sánchez. Sin atril ni batuta, acariciando el aire con las manos, el presidente fue claro: “No concibo una España nueva sin una Cataluña nueva, al frente”. El mundo económico se ha entregado al clima de reconciliación sin necesidad de ser unánime con los indultos. La cúspide de la pirámide social española, Pallete, Botín, Brufau, Isla, Fainé, Oliu y el resto del Ibex3 5, saluda la medida de gracia, como medio para conseguir la paz. Todos se alinean con el editorial del Financial Times, el diario inteligente, el que parece que no leen ni De Quinto ni Rosa Díez.

Las verdaderas élites no se preguntan por el arrepentimiento de los condenados; saben muy bien que Junqueras, Jordi Sànchez, Romeva, Rull y compañía son mercaderes de sueños y que, mientras ellos dirijan, aunque estén inhabilitados, seguirá sobrevolándonos una negra bola de humo. En cualquier caso, los inventores del independentismo han entrado ellos solitos en una atmósfera crepuscular. Se comportan como los capitanes de Conrad, pero sin el heroísmo de la lucha a cambio de nada; están marcados a fuego por la causa totalitaria del nacionalismo, enemiga de la humanidad.

Los indultos resultan disruptivos en el seno del independentismo. La unidad impostada entre ERC, Junts, CUP y las plataformas civiles es lo que queda en el escenario después de la batalla. El movimiento no encuentra ninguna vía alternativa salvo la de alimentar el resentimiento y denunciar que el Estado prepara una nueva andanada judicial. Hoy empieza un camino que no será posible sin la Gran Rectificación. La sociedad apagará sus luces, si el consenso no avanza; el corrimiento de votos hacia el exterior de los partidos 'indepes' puede ser una respuesta a la inacción de los dirigentes, que no ven venir el vaciado que han sufrido otras formaciones, como UPyD, Ciudadanos o Podemos.

Cada uno tendrá que buscar él solo la guía de su navegación, como aquel entrañable “hombre sin atributos”; este es el fruto del nacional populismo. La decantación radical viene de lejos en busca de una perfección inescrutable. El renacimiento interior catalán anida en el mismo bosque encantado de los wandervogel, los “pájaros errantes”, como llamaban a los boy scouts alemanes, que acabaron siendo subsumidos por el Reich. El mundo 'indepe' empezó en els minyons de muntanya para acabar en Arran, un movimiento saltimbanqui. Los jóvenes bárbaros han tratado de imponer la habitación del grito, pero a muchos les ocurre, como a los vecinos de Barcelona, que se acostumbran al tráfico y no oyen el ruido de los motores. Es un síntoma de la decadencia, el fin de una consciencia que se ha mostrado tan exuberante como errática.

Si el independentismo se encierra de nuevo en su concha deberá mostrar un caparazón calcáreo, o ni así, porque en política es compatible enaltecer el discurso y ver como decae el proyecto. Su mayoría en el Parlament es menos sobrada de lo que parece. Solo hace falta pensar en el engarce de la CUP, entre ERC y Junts, para saber que el Ejecutivo no está garantizado frente a un Parlament en manos de la Borràs, altavoz de Puigdemont, “la luz de Cataluña”, dice ella. Borràs acaba de cesar al letrado Xavier Muro, quien, como muchos recordarán, se negó a avalar las leyes de desconexión en setiembre de 2017. Purga al canto, aunque muy cantada.

Si los políticos vuelven esta vez de vacaciones, algo que aquí es menos habitual que en otras partes, la cámara legislativa puede llegar ser un Big Data de justificaciones históricas ante el referéndum exigido por Aragonès, sin apenas dar las gracias por la Gracia concedida. Se acerca la implosión de la enana blanca que nos quiso liberar de las cadenas españolas.