Jaume Roures Llop, líder de la multinacional de derechos televisivos Mediapro, se lamenta de que los “poderes fácticos” le estén impidiendo tomar el control del grupo barcelonés Zeta, editor de El Periódico de Catalunya y Sport, entre otros medios.

Se desconoce a qué poderes se refiere el caballero, pues se ha abstenido de facilitar pista o detalle alguno.

Lo que sí consta a ciencia cierta es que la venta de Zeta se encuentra sobre la mesa desde hace mucho tiempo. El grupo pertenece a Antonio Asensio Mosbah, hijo del fundador Antonio Asensio Pizarro. Asensio Jr., de 38 años, no parece tener demasiadas ganas de continuar en la brega. Más bien ansía propinar un pelotazo en toda regla… y a vivir, que son cuatro días.

El meollo del problema estriba en que Zeta soporta una elevada deuda, por importe de 100 millones de euros. Tal cifra quintuplica la de los recursos propios. Por ello, bien puede afirmarse que el dueño del grupo en última instancia no es Asensio Jr., sino los bancos que le concedieron préstamos.

GRUPO ZETA EN CIFRAS (en millones de euros)
Año Giro Resultado Fondos propios
2017 132 -2,2 20,1
2016 144 5,8 19,6
2015 197 12,4 20,5
2014 207 -10 5,9
2013 229 -7,2 16
2012 262 -1,3 23
2011 282 3,7 26
2010 301 7,2 23
2009 393 -13,6 16,5
2008 430 -67,4 26
2007 423 -3,4 63

Precisamente son esas entidades crediticias las que mantienen vivo el conglomerado con respiración asistida, gracias a que prorrogan una y otra vez los vencimientos de su pasivo. La losa de los compromisos financieros, con su enorme carga de intereses, constituye el principal motivo de las pérdidas que Zeta ha registrado en ocho de los últimos doce ejercicios. 

El traspaso de la editorial a un tercero es un asunto “sensible”, que dirían los cursis. El Periódico es uno de los dos grandes órganos impresos que sobreviven en esta comunidad. Y ocurre que El Periódico defiende el orden constitucional, es decir, se muestra contrario al dichoso procés golpista.

Este hecho explicaría la obsesión de los capitostes del separatismo por hincar el diente en Zeta y cambiar de inmediato su línea editorial a favor de la cruzada secesionista. El supremo jerarca de Mediapro desempeña un papel estelar en este serial sin fin.

Roures ha amasado un enorme patrimonio merced al tráfico mundial de derechos de TV. Y pese a su condición de multimillonario, curiosamente se declara trotskista. Lo debe ser de boquilla, o sea, de pacotilla.

A lo largo de su dilatada andadura empresarial, ha demostrado hasta la saciedad que es un capitalista contumaz.

Es de recordar que la filial norteamericana del grupo que capitanea sufrió condena judicial por pagar a los jerarcas de la FIFA unos sobornos abultadísimos, a fin de arramblar con los derechos de los mundiales de fútbol.

Los tribunales le impusieron una multa nada desdeñable de 24 millones de dólares. Además, acordaron someter la empresa a una vigilancia especial durante los próximos años, con objeto de prevenir que incurra otra vez en prácticas corruptas.

Igualmente, es sabido que al comunista Roures no le tembló el pulso en 2010 a la hora de instar la suspensión de pagos de Mediapro, dejando a sus acreedores colgados de la brocha.

Tampoco tuvo miramiento alguno cuando decidió clausurar la edición impresa de su diario Público y sumió a sus trabajadores en el infierno del paro.

Al comunicar el fallido a los empleados, les aseguró con singular desenvoltura que no tenía un céntimo. Y acto seguido, le cargó el muerto del fiasco a Fogasa, entidad pública sufragada por el conjunto de los contribuyentes.

Roures es poseedor de sus acciones de Mediapro por medio de sociedades pantalla situadas en Holanda. Tal instrumentación no se halla al alcance de cualquiera. Es la misma que utilizan los tiburones de las finanzas y los grandes ricachones para minimizar la tributación a la Hacienda española.

Nuestro personaje tiene dicho que el dinero le importa un comino. Lo proclama con la inveterada arrogancia de quienes manejan grandes fortunas. También apoya más o menos abiertamente el proceso independentista. Pero a la vez asevera no ser partidario de la separación de Cataluña. En resumen, es la coherencia personificada.

En premio por sus desvelos procesistas, la Generalitat le ha agraciado con cuantiosas subvenciones y contratas oficiales. Ocurre que Roures, pese a presumir de marxista, semeja cualquier cosa menos manco cuando de trincar pasta del Erario se trata.

Al caudillo de Mediapro le persiguen sus propias contradicciones. Lo cual no es óbice para que sus cupos de poder e influencia sigan escalando cimas nunca vistas. ¿Acabará por fin El Periódico en su órbita?