Anoche soñé con un artículo sobre los sevillanos Manuel y Antonio Machado y hoy, en este día lluvioso, triste y lloroso llamado DANA --alegre para el campo, porque necesita agua-- tengo otra reflexión. En la ciudad, los urbanistas nos olvidamos de la tierra, como si el asfalto nos diera vida. Somos unos despegados que vivimos alejados de lo que necesitamos.

He oído el programa matinal de la SER; un día sigo este, y otro el de Onda Cero. Me identifico más con Carlos Alsina que con Àngels Barceló, que conocí hace 30 años en TV3 a través de una entrevista realizada en el Telenotíces Migdia, con motivo de la celebración del 50 aniversario del Vallés. Fue la primera y única vez que he salido en el altavoz de la Cosa Nostra.

La presentadora entrevistaba en la SER al secretario general de los Mossos d’Esquadra, en esa radio a la que los indepes califican como "prensa española, manipuladora" y al servicio del Estado "fascista" español, como dicen ciertos secesionistas con este brote paranoico de acné que se ha extendido como la peste negra desatada tras la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes del procés. Una sentencia que ha vuelto adolescentes al 47% de los separatas, que han perdido el seny que encarna la mejor tradición catalana, y que ahora se permiten llamar a Artur Mas y a Gabriel Rufián como "botiflers", y a los mossos, "fuerzas de ocupación". El delirio indepe es digno de un frenopático, porque aún lo defienden encarnizadamente.

El secretario general de los Mossos explicaba en la SER que después de 30 años de servicio, nunca había visto tanto vandalismo: un grupo de bárbaros habían intentado hacer arder cuatro furgones de la policía catalana con ellos dentro. La periodista le preguntó por Quim Torra, y el representante sindical le respondió diplomáticamente que él no respondía a preguntas políticas.

Nadie menta la soga en casa del ahorcado.