Martes, 5 de noviembre, a eso de las dos menos cuarto de la tarde. Camino del Flash Flash, donde he quedado a comer con un viejo amigo, me cruzo con Josep Bou, líder del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, y le felicito por haber sobrevivido al conato de linchamiento sufrido la víspera cuando intentaba asistir a la entrega de los premios Princesa de Girona (alguien tenía que ir, dado que Ada Colau estaba muy ocupada chapando discotecas). Me comenta que los manifestantes debían de estar muy resfriados, ya que el tamaño de sus lapos era considerable. Me cuenta que intentó razonar con una señora muy airada que le insultaba (feixista!) a cinco centímetros de sus narices, pero que era como hablar con la pared. El traje lo tiene en la tintorería, porque se lo dejaron hecho un asco a base de escupitajos. Bou es un tipo con aguante y con sentido del humor y siempre es un placer cruzárselo, aunque uno no haya votado al PP en su vida: desde que la izquierda se ha llenado de zoquetes, he dejado de ser un tiquismiquis ideológico.

Me olvidé de preguntarle si había sufrido el ataque de esa vieja paralítica, Anna Rosselló, que puede convertirse en un nuevo icono del régimen, como Roger Español, que igual llega a senador convergente este domingo, aunque el bien remunerado curro le haya costado, literalmente, un ojo de la cara. El odio acumulado por la ancianita a lo largo de sus 96 años debería tener algún tipo de premio. Y ese premio debería llegar lo antes posible, pues la naturaleza es como es y a la buena señora no le debe quedar mucho tiempo en el convento. Que espabilen el PDeCAT y ERC para enviarla al congreso, donde no habrán visto un fósil semejante desde que lo frecuentaba la Pasionaria, si no quieren que la CUP les pase la mano por la cara con el fichaje. El eslogan feminista Somos las nietas de las brujas que no pudísteis quemar podría reformularse como Soy una de las brujas que no pudísteis quemar, que impone mucho más respeto que el original.

La señora en sí ya da miedito. Si el amigo Bou salió más o menos ileso del escrache al Rey es porque no lo enfiló la vieja con su silla de ruedas y se lo llevó por delante, pues en ese caso no lo cuenta. Si ya se detecta odio en chavales de 15 o 16 años, calculen ustedes el que debe acumular esta dulce abuelita casi centenaria para plantarse con su vehículo en la Diagonal para cortar la avenida y exigir la instauración de la república catalana. Tenim pressa, decía el lema procesista. Y en el caso que nos ocupa, es evidente que esa prisa adquiere carácter de urgencia: esa mujer no tiene un minuto que perder. Precisamente por eso, creo que ya tarda el régimen en rendirle el homenaje correspondiente y, si da tiempo, enviarla al Congreso o al Senado como ejemplo de que la edad no cuenta cuando el odio es puro. Yo, de ella, empezaría a cobrar los selfies de sus fans: tengamos presente que, según leí el otro día en el prestigioso diario británico The Daily Mail, John Travolta cobra 500 dólares por una foto suya firmada. ¡Y es un chaval de mi quinta!