Como no teníamos bastante con la Gestapo del Catalán, también conocida por el eufemismo de Plataforma per la Llengua, un patriota emprendedor y proactivo que presta sus servicios docentes en un instituto de Santa Coloma ha decidido crear algo así como el Frente de Juventudes de la plataforma de marras. Hay que repartirse las tareas. Así pues, mientras los de la plataforma se cuelan en el patio de las escuelas para ver si los chavales se expresan en la lengua correcta o en la del enemigo, el Frente de Juventudes de ese instituto de Santa Coloma (población pionera en la aplicación de la inmersión lingüística, aunque las cosas no parecen haber salido de la manera prevista) deberá salir del recinto educativo y, apatrullando la ciudad, como cantaba El Fary en 'Torrente, el brazo tonto de la ley', visitar bares y restaurantes para cerciorarse de que tienen la carta en catalán. Como trabajo extraescolar, me parece más bien discutible, pues la gente no suele enviar a sus hijos al colegio para que les devuelvan un espía, y como medida de presión disfrazada de servicio a la sociedad, resulta tirando a repugnante; de ahí que ya se hayan producido algunas quejas de familias que no entienden por qué sus retoños tienen que ir a dar la chapa a los dueños de bares y restaurantes con cuestiones lingüísticas.

Se trata, evidentemente, de otra de esas iniciativas destinadas a chinchar al vecino, que son las únicas que puede permitirse el lazismo desde la bendita aplicación del 155 si no quiere meterse en líos. Supongo que la afiliación al Frente de Juventudes de la Gestapo del Catalán será voluntaria, pero algo me dice que los alumnos que se nieguen a sumarse a esa sutil medida de presión no serán muy bien vistos por el responsable de la iniciativa y sus secuaces, quienes, por cierto, parecen haber pensado en todo, si nos fijamos un poco en las instrucciones redactadas para la misión (probablemente) imposible que les ha caído encima a los pobres adolescentes.

La cosa funciona más o menos así: una vez seleccionado el bar o el restaurante a visitar, se procederá al interrogatorio del dueño o encargado. Si no tiene la carta en catalán, se le preguntará a qué se debe semejante excentricidad. A continuación, se le ofrecerá un servicio de traducción gratuito a cargo de los jóvenes reclutas del MI5 catalán. Si dicho servicio es rechazado, se tomará nota de ello. Y aunque nada se dice sobre lo que hay que hacer si los chavales son enviados a tomar por saco por el posadero, dicha posibilidad se contempla en el breve manual de instrucciones, donde también se pide a los encuestadores patrióticos que hagan constar en su informe qué tal se ha tomado el tabernero de turno la patriótica propuesta de los mocosos, que deben ir siempre en parejas, como la Guardia Civil (supongo que para que uno de ellos pueda escapar y avisar a la policía mientras el otro es abofeteado con la mano abierta por el responsable del bar o del restaurante, que bastantes problemas tendrá para llegar a final de mes como para que, además, se presenten a meterse en sus asuntos los emprendedores muchachos del Frente de Juventudes del lazismo local).

Desconozco la identidad de quien ha puesto en marcha esta absurda campaña. Si se trata del director del instituto, creo que se impone su cese inmediato por excederse en sus atribuciones, aunque lo más probable es que cuando se sepa de quién se trata, sea condecorado por el consejero González-Cambray con un lazo amarillo casi tan grande como el que él luce a todas horas. Puede, incluso, que caiga un ascenso y que el responsable del acoso a bares y restaurantes por persona interpuesta obtenga un cargo en la administración regional que, sin duda, agradecerá muchísimo, pues así podrá perder de vista a esa pandilla de charnegos que infesta su querida (¡y catalana!) Santa Coloma.