El culto a la personalidad es una de las expresiones más viejas de la política. El despliegue de un inmenso cartel con la cara de Puigdemont en la fachada de un edificio de Amer puede ser entendido, desde fuera, como una exhibición más del caudillismo totalitario en el movimiento separatista o, si se prefiere, de la normalización de la idolatría. Otra percepción han de tener, desde dentro, los enfervorecidos fanáticos del procés. En ese mismo sentido se podría explicar la proyección del holograma de Junqueras en un acto de exaltación polifónica de su persona. Pese a esas similitudes, la trayectoria de ERC invita a pensar que se trata de otra forma de adoración política, más cercana a los programas católicos de diseño de la santidad que al culto a la personalidad.

En la lucha sorda entre los neocridaires y los nietos de Companys se está dirimiendo el liderazgo del sol poble. No es un asunto baladí. De ahí la importancia de cómo se reconduce la proyección virtual del líder --que, en el caso republicano, está trufado de un misticismo kitsch acorde con los tópicos y estereotipos de la santidad barroca--. No se trata, como en el caso de Franco, de que Junqueras se haya creído --al menos que se sepa-- un enviado de Dios en la tierra. La semejanza con las hagiografías contrarreformistas es la configuración del perfil y la funcionalidad de este héroe con los ideales de bondad y de sacrificio por la nación, la de los suyos.

Todas las sociedades necesitan sus héroes. En Cataluña existe un competidor emocional de proyección mundial: Messi. De ahí que a los profesionales de la imagen y la comunicación les esté resultando complejo elevar estos proyectos de héroes-políticos a los altares de la progresía europea, más allá de la devoción nacionalista. Concentrar los programas hagiográficos en uno de ellos y en sus ideas-fuerza tiene más posibilidades de éxito. Unas de esas idea-fuerza fue leída en la tragicomedia epistolar que representaron en un escenario presidido por su holograma o fantasma virtual. Ese paradigma indiscutido, pero más que discutible, fue "jo sóc democràta", sin especificar si orgánico o representativo. Aunque, al repetir que lo volvería a hacer, no hay duda que es un demócrata, sí, pero orgánico. Fiel heredero del franquismo catalanista y sus demócratas tercios familiares.

En los diseños de santidad católica que se impulsaron desde el siglo XVI no se concebía que las ideas-fuerza se impusieran mediante preceptos, sino que la educación moral debía aplicarse mediante los héroes-santos en movimiento, siguiendo el modelo de los héroes-guerreros que comenzó con Homero. El caso de Junqueras hijo-esposo-padre es un ejemplo paradigmático de la continuidad de ese modelo heroico, ahora en prisión. Es la construcción de una hechura martirial mediante un holograma, con todos sus pertrechos discursivos e hinchado con mucho aire.

La estrategia no es nueva. Cervantes hizo alusión en el prólogo de la segunda parte de El Quijote a un episodio que recuerda este arte nuevo de inventarse un mártir político con tanta palabrería adherida. Se refirió el escritor castellano a un loco sevillano que se había aficionado a coger perros callejeros, les levantaba la cola y con un canuto los llenaba de aire hasta ponerlos redondos como una pelota. Conseguida la hechura oronda, el loco concluía ante sus espectadores: "¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?". Seguro que no lo es, pero el éxito de los hologramas inflados siempre dependerá del lugar donde se produzca la inevitable sonoridad posterior.