Inmersos en lo que se ha dado en llamar la quinta ola de la pandemia, la política española está condicionada por dos hechos determinantes: el permanente conflicto territorial alimentado por los gobiernos secesionistas catalanes y la crispación política sustentada por la oposición de derechas, embarcada en una estrategia suicida del "cuanto peor, mejor".

En relación al primero de estos hechos, hay que destacar que el Govern se encuentra en la posición más débil de los últimos años. La aplicación de los indultos ha agudizado las contradicciones en el seno de las organizaciones políticas secesionistas y ha debilitado su posicionamiento victimista de cara al exterior. A lo anterior, habría que sumar el fracaso de la gestión de la administración catalana en los últimos meses en relación a la pandemia, cometiendo graves errores que han llevado a Cataluña a liderar los contagios entre los países de la UE. Al final, el secesionismo ha consiguiendo desgraciadamente su objetivo: el món ens mira.

Como indicaba el último Informe de los resultados del sondeo de opinión Cataluña 2020 realizado por el ICPS (Institut de Ciències Politíques i Socials), la sociedad catalana empieza a dar señales de cansancio ante el permanente proceso de confrontación a la que ha sido sometida en la última década por los gobiernos nacionalistas. La pandemia ha tenido sin duda efectos negativos sobre la economía, el trabajo y las condiciones de vida de los ciudadanos y ha influido en que la independencia deje de ser prioritaria para una gran mayoría de los catalanes. El debate social y económico va desplazando al debate identitario. La pandemia, más el cansancio, hacen que el bloque independentista empiece a desagregarse y haya sido una de las causas de su desgaste traducido en la pérdida de 650.000 votos en las últimas elecciones autonómicas del 14F.

Pero todo lo anterior no debe conducirnos al engaño de bajar la guardia y pensar que el secesionismo está derrotado. El poderoso aparato mediático y propagandístico sigue vivo y mantienen una mayoría parlamentaria que, aunque sometidas a fuertes tensiones internas, se mantiene cohesionada frente al "enemigo común".

En este nuevo contexto, se produce en España un profundo cambio de Gobierno, que debería servir para poner en el centro de la acción política, la recuperación económica y la agenda social, sustrayendo la cuestión territorial de la primera línea del debate. Sin embargo, el Gobierno está obligado a la búsqueda de una solución al conflicto con la Generalitat y en esa línea se enmarca la aceptación de la constitución de una "mesa de diálogo", exigida por ERC para dar satisfacción a sus socios de gobierno. El secesionismo más pragmático conoce la imposibilidad de la amnistía y el referéndum de autodeterminación, lo que de verdad le importa es consolidarse en el poder y para ello necesita logros en las distintas comisiones bilaterales Generalitat-Estado.

En estas comisiones bilaterales el Govern de la Generalitat negociará una nueva financiación, así como contrapartidas en el ámbito de las infraestructuras y de la industria. En el primer caso serán temas prioritarios, la ampliación del aeropuerto, el desarrollo del Pla de Rodalies (vía doble de una parte de la R3 hasta Vic, nueva línea de Cercanías entre Castelldefels y Zona Universitaria, que supondría una mejora de la cobertura ferroviaria en el Baix Llobregat...). En el ámbito industrial se negociará la repercusión de los Fondos Next Generation en la industria catalana de la automoción, con el objetivo de que la factoría de Seat en Martorell sea la gigafábrica del hub de la movilidad eléctrica que el grupo Volkswagen pretende establecer en España. En estas negociaciones, el ejecutivo español apostará por dar el máximo protagonismo al líder del PSC y cap de l’oposició, Salvador Illa.

No se nos escapa que las dificultades son evidentes. En el campo secesionista, la permanente tensión y confrontación interna por liderar la hegemonía nacionalista en Cataluña puede poner en peligro e incluso dinamitar el avance de las negociaciones. Por otra parte, tampoco ayudará la torpe estrategia suicida y profundamente antipatriótica de la derecha española intentando en Bruselas dificultar la llegada de los Fondos Europeos. Capítulo aparte merece la inestimable acción opositora de sectores del poder judicial, obstaculizando su renovación y poniendo todo tipo de trabas a las medidas legales que permiten una acción eficaz contra la pandemia.

Ha llegado la hora de abandonar los anhelos independentistas que tanta frustración han provocado en la sociedad catalana y avanzar por la vía de lo que algunos han llamado la "mirada periférica", para que Cataluña vuelva a liderar la España de las autonomías. Ha llegado el momento de que los lideres secesionistas piensen en los problemas de los catalanes y ayuden a solucionarlos.