"¡Orense arde!" es la metáfora social, económica y política de la nación, de la pobre España, que parece madrastra, porque nos avergüenza a todos las que la seguimos con independencia de ser de derechas o de izquierdas. Hay que tener sensibilidad para sentirlo.

No me gusta ningún dirigente político, ni del Gobierno ni de la oposición. Santiago Abascal se pasó de frenada cuando dijo que era el peor gobierno que había desde hacía ochenta años, ni José María Aznar lo piensa, y creo que el propio ¡Santiago y cierra España! que lo dijo tampoco lo cree. Lo señaló para conseguir el voto de los nostálgicos.

Al decir que no me gusta España es tan verdad como yo, que nací a finales de los 50 en Lleida y que en 1975 me fui a Barcelona para estudiar y lograr mi sueño de ser periodista. Se me conoce en el Vallès, y Granollers es mi ciudad de adopción.

No me gusta que tengamos más muertos por la epidemia, por motivos que no entiendo. Más que los Estados Unidos de Donald Trump. Ni con Bolsonaro ni con Boris Johnson. Los porcentajes que tenemos son graves. Y no me gusta que el derrumbe económico sea el mayor de todo el mundo por la dependencia del  sector turístico, y que el paro juvenil español sea del 45% y el alemán de sólo el 5%. Tampoco otras cosas, como que el fenómeno de la okupación en Cataluña sea el doble del resto de España. Lo sé porque le ha pasado a dos vecinos de familiares íntimos.

Tampoco me gusta la aprobación de la Memoria Histórica que viene de tiempos de Zapatero por la presión de Podemos en este crítico momento, y no me fío de Pedro Sánchez que tiene una labia insuperable, como la de Pablo Iglesias, pero que me recuerda a un avispado vendedor de crece-pelos del Oeste.

Tampoco me gusta la situación de Cataluña AVE cuando el Onze de Setembre se boicoteó el AVE a Girona y Lleida por los radicales de los CDR, pasando de los viajeros. Una amiga me decía que no pueden utilizar la fuerza para imponer a la gente sus ideas, y que están en su derecho a pensar lo contrario, pero que no deben fastidiar los planes de la gente que circule por carretera o en AVE. No tenemos que ser condescendientes con los abusos, aunque ondeen la bandera que nos gusta. La misma amiga añadía que los derechos son para todos, que los suyos también son válidos, y que se sentía ninguneada en nombre de no sé que pensamiento que no tengo porque compartir.

No me gusta la olla de grillos de la guerra fratricida entre la banda de los cuatro (Mas, Puigdemont, Junqueras y la CUP).

Bueno, ésta guerra es lo único que me gusta. Lo admito.