Hoy quedé con mis amigos de Café para escribir de por qué no temo la ruptura de España, que dejo para otro día, porque hoy tengo que hablar de un problema más apremiante: explicar por qué Pedro Sánchez no puede pactar con la izquierda y la derecha para salir de este embrollo en el que nos ha puesto Albert Rivera (EPD).

Por la izquierda, no puede aceptar la abstención del partido de Junqueras, no porque está en la cárcel, sino porque no puede aceptar el (no) derecho a la autodeterminación que lo llevaría a Soto del Real. Y porque ERC aspira a ganar las elecciones catalanas, que se convocarán en breve, porque el partido republicano aspira a algo más que a imponerse en los sondeos.

La derecha y la izquierda no pactarán por poderosas razones. Arrimadas ya puede decir misa; ahora, Inés es un cero a la izquierda, su lenguaraz silencio del verano la ha matado, como a su padrino.

La derecha tiene a Vox calentándole la nunca como hasta el 28 de abril pretendió el codicioso finado vallesano, que hoy vive su luna de miel con Pocahontas secándole las lágrimas a base de polvos mágicos en los madriles.

No puede pactar con la derecha porque eso haría crecer a Vox como una ola que ahogaría al PP de Casado, que quedaría soltero de su partido cuya presidencia tanto le costó conquistar… Y además de hacerlo aumentaría los votos de Podemos, como los de Vox en la acera contraria. La política no es una exacta como las matemáticas, pero uno más uno también suman dos.

Los barones históricos de su partido, Felipe González y Alfonso Guerra, y los actuales Susana Díaz y el ufano presidente de Castilla-La Mancha, le cortarían la cabeza con ganas. Y sobre todo hay un buitre carroñero negro que desde hace 83 años planea sobre esta bendita tierra, y cementerio, de España que es el estigma de la guerra civil.

La gran coalición mi generación no la verá; sí la de mis hijos si porfía la independencia de Cataluña…