Hablar de guerracivilismo es un estrambote exagerado, porque no estamos en octubre de 1934, ni mucho menos en julio de 1936, pese a que a Rocío Monasterio, la candidata de Vox en la Comunidad de Madrid, le vaya la marcha tanto como a Pablo Iglesias. Son tal para cual. Dos extremos negativos que se repelen. Pero no llegará la sangre al río. Todo es puro teatro.

Hace un tiempo al líder del PP, Alejandro Fernández, le quemaron el coche y nadie se rasgó las vestiduras. Hace unos años a Albert Rivera le enviaron unas balas a su casa y no hizo el teatro de Pablo Iglesias. Su caso se ha sacado de madre porque estamos en vísperas de unas elecciones que, según las encuestas, reforzarán a la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, que cada día me recuerda más a una gata del Barrio de Salamanca.

En Cataluña estamos igual que allí. Hace diez semanas que Junts per Catalunya y ERC juegan como dos gatos buscando el mismo quesito. Se enseñan los dientes igual de fieros. No parece que estén en el mismo bando, porque la antipatía que se profesan es como la Pedro Sánchez y Pablo Casado. Pero todo es puro teatro.

Vox nació como reacción al independentismo. Santiago Abascal debe su crecimiento a Carles Puigdemont. Los dos se necesitan para crecer y cabrear al contrario. Son dos nacionalismos que se enfrentan como el gato y ratón, y no hace falta que diga quién es el ratón. Cataluña está dividida en dos, pero el resto de España no está dividida.

Tenemos un debate a corto plazo de carácter infinito. La suerte es que no tenemos muertos, como los mil del País Vasco. Esa es la diferencia de los catalanes respecto a los vascos. Si ETA no rompió España, el fugado de Waterloo tampoco lo hará. El precio, sin embargo, ha sido el de despertar a Vox, que no es fascista. De la misma manera, estoy seguro de que la inmensa mayoría que vota a Podemos no es comunista.

Creo que en Cataluña los independentistas pactarán para no tener que convocar unas nuevas elecciones. Disponen de otras diez semanas, pero no creo que se suiciden. Es lo que quiere Salvador Illa, partidario de esa máxima del divide y vencerás. Aunque parece que han perdido el ‘seny’, lo recuperarán una hora antes de repetir unas nuevas elecciones. Por cierto, el representante más votado fue el socialista Illa, como lo fue en las anteriores elecciones Inés Arrimadas.