No cabe ninguna duda de que la Unión Europea es un proyecto de éxito en términos históricos, de cuya importancia a menudo no somos conscientes porque es difícil pensar en términos contrafactuales. Pero el objetivo de una “unión cada vez más estrecha” avanza demasiado lentamente para las urgencias que tenemos encima, y sufre a medio plazo un grave riesgo de colapso político interno. Es mucho lo que nos jugamos en las elecciones europeas que se celebrarán entre el 23 y el 26 de mayo en los 28 Estados de la Unión, incluyendo todavía sorprendentemente al Reino Unido, cuya salida no se sabe ni cuándo ni cómo se producirá. Los egoísmos nacionales siguen obstaculizando los progresos federativos, como hemos visto estos últimos años con la paralización de la unión bancaria, con la falta de una política fiscal común y de un presupuesto europeo potente que permitiera luchar contra las desigualdades.

La joven asociación Europeans in Catalonia, que quiere reunir a los ciudadanos de la Unión que viven en nuestra comunidad y desean batallar a favor del europeísmo y en contra de los nacionalpopulismos, celebró el pasado 9 de mayo un acto al que fui invitado y que también contó con las intervenciones de la jurista Teresa Freixes, y del consultor legal y profesor Grégoire Gathem. De la sesión emergió la conciencia de que hay una amenaza con tres peligros sucesivos para el proyecto europeo en los próximos tiempos.

En primer lugar, hay un riesgo grave de erosión de las bases políticas e institucionales sobre las que se fundó la Unión en la medida que la democracia liberal se ha degradado en Polonia, Hungría, o Rumanía. Los nacionalpopulismos, que han alcanzado posiciones de gobierno en esos países, amenazan también el sistema democrático y el Estado de derecho en otros, como Austria e Italia. El artículo 7 del Tratado de Lisboa, que prevé la retirada del derecho de voto en el Consejo, se ha activado por primera vez por graves infracciones a los valores de la Unión contra Polonia y Hungría, y ahora mismo hay una advertencia de la Comisión hacia Rumanía por su controvertida reforma de la justicia que atenta contra la separación de poderes. Pero la firmeza de la Unión tiene sus limitaciones para contener la amenaza creciente de los populismos, cuya estrategia no es abandonar la UE, sino erosionar su funcionamiento institucional. El riesgo no es ahora mismo un Brexit en otros países, pues los graves problemas que el Reino Unido está sufriendo ha sido la mejor vacuna contra esa tentación. El peligro es que un proyecto que en la década de los cincuenta nació para unir y hacer más fuertes a las democracias liberales europeas tenga que librar una batalla dentro de casa, con el inconveniente de que su arquitectura institucional exige la toma de decisiones por mayorías reforzadas, lo que puede llevarnos al colapso.

En segundo lugar, hay un riesgo de división propiciado por agentes externos, cuyo propósito es romper la unidad de acción política y comercial de los miembros de la UE. Es evidente que ni la Rusia de Vladimir Putin ni la administración norteamericana de Donald Trump, cuyos intereses geoestratégicos van en dirección contraria, son socios fiables para los europeos. También China es un peligroso rival sistémico si los europeos no hablamos con una sola voz. Lo hemos visto con el proyecto de la nueva ruta de la seda y cómo ha logrado que Italia participe separadamente en esta gigantesca iniciativa económica, convirtiéndose en la cabeza de entrada de los intereses chinos en Europa, pese a los recelos de la Unión.

Finalmente, hay un riesgo de desilusión, de que la erosión y la desunión hagan mella en los ciudadanos y tiendan a posiciones cada vez más escépticas o euroescépticas ante la repetición de grandes esperanzas y promesas que nunca se cumplen del todo. El proyecto de la Unión no puede solo entusiasmar a una parte pequeña de la ciudadanía, a aquellos que menos problemas tienen para llegar a fin de mes, mientras para la mayoría es visto como algo burocrático y elitista. Este es el reto de las próximas elecciones, movilizar a todos los europeos para que con su voto refuercen el único proyecto que puede garantizarnos un futuro próspero y libre en el mundo.